Soy muy insistente y no dejo que las cosas queden ahí como estaban hace días. A las ideas les doy siempre nuevos desarrollos y argumento en distintas direcciones. Hay personas que me dicen que no están de acuerdo con mis posiciones y concepciones. Pero eso no basta, hay que argumentar. Y en todo argumento debe haber algunas pruebas. No debe decirse: yo no opino igual que tú. ¿Por qué? Porque es una opinión y no un concepto o argumento.
Según parece, a los
discapacitados o las personas con capacidades especiales se les llamaba subnormal
en los años sesenta, a partir de finales de los años setenta se les llamaba
disminuidos, y en la actualidad, mediante un cambio legislativo se les llama
personas con discapacidad. También se les llama personas con capacidades
especiales. Es evidente que expresiones como “subnormal” y “disminuido” son
ofensivas e hirientes. Recientemente una diputada de Sumar llamó subnormal a
Feijó. Pidió disculpas. El mundo cambia y todos debemos estar en sintonía con
los tiempos.
Una personalidad de
renombre afirmó que ese término, el de discapacitado, terminará también por
cambiarse. Prestó atención al cambio solo bajo el punto de vista de la forma y no del contenido. No
observó la evolución y, por tanto, no presentó los hechos bajo el punto de
vista de la necesidad de la liberación, de la dignidad y del progreso a las que
tienen derecho las personas con discapacidad. Otros presentan ese cambio de
nominación como una simple operación nominativa; y hablan de que no debemos
quedarnos solo en las palabras sino pasar a los hechos. Es evidente que
nuestras ciudades y el mercado de trabajo deben cambiar para que las personas
con discapacidad tengan autonomía e independencia, pero no debe pensarse que
los cambios de los nombres es un puro acto nominativo.
Todas las palabras
están relacionadas, por una parte, con
las percepciones y las representaciones, pero también están vinculadas con los
conceptos. Luego con las nuevas nominaciones cambiaran nuestras percepciones,
representaciones y conceptos sobre los discapacitados. Es cierto que hay
personas, con escasa sensibilidad social y afectados por la superficialidad,
que se toman las cosas como si solo se tratara de un asunto nominativo y que
todo permanecerá igual. Pero lo cierto es que, si esas personas tuvieran más
sensibilidad y conciencia sociales, si tuvieran una visión progresista del
mundo, cambiarían sus percepciones, representaciones y conceptos sobre esa
parte de los seres humanos que ahora reconocemos como discapacitados o personas
con capacidades especiales. Las nuevas nominaciones es una oportunidad para
cambiar nuestra concepción del mundo y, por consiguiente, nuestra forma de
estar en el mundo. Y que no me venga después un escritor a decirme que su
personaje prefiere emplear la palabra “disminuido” que la palabra “persona con
discapacidad”. En el mundo se elige y se toma posición; y si el escritor tiene
preferencia por un personaje reaccionario y desactualizado, problema suyo.
Insisto: el personaje carece de vida propia. Así que todo lo que diga el
personaje es de total responsabilidad del escritor. Al escritor no le asiste un
derecho especial diferente a la diputada de Sumar que tuvo que pedir disculpas
por emplear una expresión hiriente y reaccionaria como lo es la de subnormal. Yo
he usado, y sigo usando muy a menudo, la palabra “subnormal”. Suelo emplearla
en un sentido jocoso. Pero así y todo, la quitaré de formal radical de mi
lenguaje. Hay que estar con los tiempos que corren y en el sentido del progreso.
Lo más moderno que he leído es "diverso funcional".
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