Las ilusiones es una componente fundamental en la vida de las personas y decisiva en los niños y niñas. Sin ilusiones no se puede vivir. Cuanto peor te va la vida, más ilusiones tienes. Las ilusiones pueden tener el mismo efecto analgésico que la religión. Tranquiliza y da sosiego a la vida espiritual. Hay distintas clases de ilusiones.
Hay un dicho que reza así:
de ilusiones también se vive. Y es cierto. Esta clase de ilusiones son del
género siguiente: soñar que te ganas la lotería y te vuelves millonario.
Cambiaría tu vida material y la de tus familiares, amigos y conocidos. También
son de ese género ilusionarse con que una persona cambie en una dirección que
jamás lo hará. Esta clase de ilusiones, que no es malo tenerlas, no debe
representar más del veinte por ciento de la actividad consciente. Si esta clase
de ilusiones domina y hegemoniza la vida de la persona, entonces nos encontraremos
con personas que construyen castillos en el aíre y que les cuesta muchísimo vivir
en el sentido de la realidad. Cuando esta clase de ilusiones hegemoniza la vida
consciente del individuo, entonces dicho individuo terminará frustrado y, por
consiguiente, negado. Y a quienes les rodea les procurará infelicidad. Todo en su
medida justa es beneficioso, más allá de esa medida se vuelve nocivo.
Después están las
ilusiones sociales. Tengo la ilusión de que la guerra en Gaza acabe y se
reconozca al Estado palestino, que la guerra en Ucrania termine de una vez para
siempre, que la economía africana prospere y los inmigrantes cesen de llegar a
las costas europeas para que no se jueguen la vida. Tengo la ilusión de que el
hambre disminuya y no haya niño que muera por dicha causa. Este tipo de
ilusiones son buenas. Le proporciona a la conciencia del ser humano una
dimensión más social y provoca una disminución del egoísmo individual. El
altruismo cobra una importancia más colectiva en la vida de los seres humanos. Nos
volvemos más activistas, con más necesidad de que el mundo cambie, y seremos
personas más universales.
Por último, están las ilusiones
que nos formamos antes de acometer ciertas acciones. Tenemos, por ejemplo,
pensado emprender un viaje a una ciudad lejana. Vemos por internet la ciudad que
vamos a visitar, sus edificios históricos, sus calles comerciales más
importantes, sus monumentos y sus museos. Planificamos el viaje y lo
compartimos con las personas con las que vamos a viajar. Estas ilusiones, como
se van a realizar, son imprescindibles en nuestra vida consciente porque nos
motivarán y disfrutaremos más de nuestra aventura. Y cuando regresamos del viaje,
cuando se lo contamos a nuestros allegados y les enseñemos las fotos de la
ciudad que visitamos, también nos cargamos de ilusiones.
Así que las ilusiones en
la vida consciente del ser humano son decisivas para una vida equilibrada y
armoniosa. A las que no tienen posibilidad de realización o su realización depende
del azar, no debemos dejarlas que hegemonicen nuestra vida consciente. A las
que nos acompañan y nos alientan para luchar por un mundo más justo y feliz
para todos, siempre hay que dejarles un gran hueco en nuestras consciencias. Y las
ilusiones que tendrán realización son imprescindibles cultivarlas para disfrutar
de forma más plena de la vida y ser más felices.
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