En literatura, también en el cine, suele hablarse de que ciertas obras literarias y cinematográficas son realistas. Aquí nos tropezamos con ciertos problemas filosóficos vinculados con el hecho de saber qué significa que determinado producto artístico es realista. En principio podríamos afirmar que es aquel donde el modelo y el personaje son iguales. Pero en tal caso, si habláramos del cine, tendríamos un documental y no una obra cinematográfica. Si el personaje habla como el modelo y hace lo mismo que el modelo, entonces nos sobra el personaje. Y si fuera una pintura, nos bastaría con una fotografía. De manera que, por principio, si hablamos de arte, el personaje debe ser distinto del modelo. Por lo tanto, las obras de arte deben no ser realistas. Aunque, como en todo, hay matices y grados. De manera que por vía comparativa podemos afirmar que determinado producto artístico es más realista que otro o que determinado producto artístico es más idealista. Evito usar la expresión “verosímil” por equívoca y por estar excesivamente manoseada. Si examináramos las obras de Botticelli, por ejemplo, el nacimiento de Venus, afirmaríamos que esos cuerpos que vemos pintados no son verosímiles. Pero la pregunta sería: qué sentido estético tiene esa afirmación. Puedo contestar con rotundidad que ninguna. Después indagaré más detenidamente sobre este problema.
Preguntémonos entonces:
¿Qué es la realidad? Algunos filósofos lo plantean como problema y transforman
la realidad en un enigma y en ocasiones en algo inexpugnable. Otros caen en el
escepticismo y se pierden en el mar de las dudas. Yo no procederé así: en
primer lugar, porque soy práctico o tengo un desarrollado sentido práctico, y,
en segundo lugar, porque soy hegeliano. Hegel afirmó que la realidad se
componía de apariencia y esencia. La apariencia de las cosas nos la
proporcionan las percepciones y las representaciones, mientras que las esencias
son facilitadas por los conceptos. Pero hay dialéctica entre apariencia y
esencia: la apariencia es la manifestación de la esencia o es la esencia en
otra determinación. De este modo apariencia y esencia se presentan
interrelacionadas.
Muchos escritores,
también cineastas, están excesivamente apegados a la apariencia con el fin de
ser muy realistas. Pero en ciertos sentidos la esencia es más decisiva y
revolucionaria que la apariencia, nos lleva más lejos, y provoca cambios en la
vida de los seres humanos más revolucionarios. Y los escritores y cineastas
pueden prestarle más atención a las esencias, como han hecho los clásicos de
todos los tiempos, y producir obras de arte que captan la realidad de manera
más veraz. Escuchemos al genial Ilích Ulianov en sus cuadernos filosóficos: “En
esencia, Hegel tiene toda la razón frente a Kant. El pensamiento que avanza de
lo concreto a lo abstracto no se aleja de la verdad, sino que se acerca a ella.
(Acercarse más a la verdad -esto lo afirmo yo- nos proporciona una visión del
mundo más realista que aquella que solo se apoya en el conocimiento de lo
concreto, esto es, en el conocimiento de las apariencias y de lo que más salta
a la vista). La abstracción de la materia, de una ley de la naturaleza, la
abstracción del valor, etc.; en una palabra, todas las abstracciones
científicas, reflejan la naturaleza de forma más profunda, veraz y completa”.
Así que, si un escritor quiere ser más realista, esto es, si quiere reflejar el
mundo de forma más profunda, veraz y completa, entonces debe adquirir conocimientos
de las abstracciones más importantes de las ciencias y que tanto han hecho por
la evolución humana. Así que insisto en lo mismo, si un escritor sigue
empecinado en que su personaje emplee la palabra “bollera” para referirse a una
mujer homosexual, le digo lo que afirma Ilích Ulianov: abandona la apariencia e
indaga en la esencia, elabora un personaje más profundo, más veraz y más
completo, te acercarás así más a la verdad del mundo de los seres humanos. Serás
más revolucionario. Harás que el mundo avance con fuerza y decisión, no te
quedarás rezagado, no te desactualizarás, no dominará en ti, en tu conciencia y
tu lenguaje, lo antiguo sobre lo moderno. Y si me insiste en que es así como
era tu modelo, te pido, te ruego, que cambies de modelo, que elijas un modelo
más ejemplar. O que sencillamente cuando elabores el personaje le restes al
modelo todo lo que suena antiguo y reaccionario. Elabora un personaje de
derecha, aunque sea machista, pero que sea culto e interesante. Esta es una
lección que también puede extraerse de los grandes artistas del Renacimiento y
del Barroco.
Sigamos. Supongamos que
un escritor entrevista a una persona, el modelo, del cual quiere contar su
historia. También entrevista a sus familiares y amigos e incluso ojea
periódicos de la época donde transcurre la historia. La primera cuestión a plantearse es si el
modelo es una persona interesante, si tiene fondo, si sabe contar lo que le
sucedió, si tiene cultura en sentido amplio, si es inteligente, si es malo o
bueno, si es agradable o ingrato, y así un largo etcétera. De manera que la
primera responsabilidad del escritor es qué modelo elige. Si elige un personaje
vanguardista y admirable, aunque haya cometido un homicidio, o elige a un
personaje atrasado, no moderno, con falta de actualización y carente de
profundidad. Un modelo puede ser ideológicamente reaccionario, pero puedo tener
mucho contenido y ser profundo. Como el personaje literario se hace a partir
del modelo, es responsabilidad absoluta del escritor el tipo de personaje que crea.
Es un error pensar que el personaje tiene vida propia: en primer lugar, porque
se parte de un modelo libremente seleccionado por el escritor, y, en segundo
lugar, porque es el escritor quien decide el tipo o arquetipo de personaje que
quiere crear.
Cuando el escritor,
tratando de convencernos de que es el personaje quien marca la pauta, que ha
intentado elaborarlo lo más parecido al modelo, podemos plantearle varias
objeciones. En primer lugar, el escritor habrá hecho algún pequeño trabajo de
historiografía, y, en segundo lugar, habrá interpretado en términos
psicológicos y socioeconómicos la vida del modelo. Como el escritor no es
historiador, como tampoco es un sociólogo ni un psicólogo, podemos afirmar que
no nos proporciona una representación científica del modelo. Su visión o
interpretación del modelo estará mediada por sus formas de percibir,
representar y concebir el mundo. Estará mediado por su ideología. Luego, el
personaje que crea a partir del modelo es totalmente obra suya, es una criatura
suya; y, por supuesto, saldrá a relucir su mentalidad y su filosofía, la del
escritor. Así que dejémonos de idealismo y no afirmemos que el personaje tiene
vida propia y decide por sí mismo. Todo es obra del escritor.
Cuando el escritor afirma
que es la propia historia y el personaje quienes le marcan la pauta y el
recorrido, es sencillamente una manera de interpretar su trabajo literario de
manera falsa. La pauta y el recorrido que sigue el escritor lo hace siguiendo
sus propias intuiciones, sensaciones, representaciones e ideas. Es del todo
falso que el personaje tenga vida propia. Cosa distinta es que el escritor no
puede escribir estableciendo situaciones que carecen de sentido o irracionales.
Lo único que podemos afirmar es que el escritor, como cualquier persona, actúa
y piensa en el marco de las relaciones de sentido, y que sabe interpretarlas de
acuerdo con su experiencia de vida.
Además de la apariencia y
de la esencia, forma parte de la realidad la expresión. Dicho de otra forma: el
personaje hay que interpretarlo. Recuerdo una entrevista que le hicieron a
López Vázquez en televisión. El actor español afirmó que, si a él le proponían
hacer de sacerdote, se leía el guion y hacía de sacerdote. Por el contrario,
recuerdo una entrevista a un actor estadounidense situado ante la misma
tesitura de interpretación, dicho actor afirmó que durante seis meses o un año
estuvo conviviendo con un sacerdote para conocer de primera mano dicha
experiencia. Es obvio que el actor estadounidense, comparado con el actor
español, interpretará el papel de sacerdote de manera más profunda, más
realista, que el actor español. Y lo mismo ocurre con el escritor. Si su
personaje es un sacerdote, dependerá del conocimiento que tenga el escritor
sobre los sacerdotes, lo lejos o cerca que está de su experiencia de vida, lo
rico o pobre que sea su conocimiento sobre la vida eclesiástica, para que su
personaje sea escrito de manera más profunda o superficial. De manera que
vuelvo a probar por enésima vez que cómo sea el personaje, en su interior y en
su exterioridad y expresión, depende del escritor. Dicho de otro modo: el
personaje no entra en la historia que cuenta el escritor por ninguna ventana de
su subconsciente, ni tampoco como si fuera un invitado con vida propia, sino que
es obra por entero del escritor. Cómo siente, cómo actúa y cómo habla es de
entera responsabilidad del escritor.
Volvamos a la
contradicción entre realismo e idealismo. Pensemos de nuevo en Botticelli, en
concreto es sus obras El Nacimiento de Venus y La Primavera, como
ejemplo de idealismo. Pensemos ahora en Caravaggio como ejemplo de realismo. No
podríamos afirmar que bajo el punto de vista estético y expresivo las obras de
Caravaggio son mejores que las de Botticelli. Aunque las figuras de Botticelli
son figuras humanas idealizadas, más planas que volumétricas, no obstante, bajo
el punto de vista de que, por una parte, expresan serenidad y ligereza, y, por
otra parte, expresan uno de los cúlmenes de la belleza pictórica, nos
encontramos ante dos obras pictóricas que bajo el punto de vista de la historia
del arte son imprescindibles, únicas y maravillosas. Construir personajes
idealizados, ya sea en el ámbito de la pintura y de la escultura como en el
ámbito de la literatura, no supone que sea menos profundo y beneficioso para
el espíritu que construir personajes muy realistas. Todo depende del arte del
creador. Si el creador es una persona superficial, con pocos conocimientos en
psicología y en el dominio de la lengua, por muy realistas que sean los
personajes que crea, no por ello capta la esencia del mundo de los seres
humanos mejor que un creador que siendo muy profundo crea personajes
idealizados. En el terreno de la filosofía ya lo decía Marx en su crítica a
Feuerbach: Los idealistas conocen mucho mejor el lado subjetivo que los
materialistas.
Y otra cosa más: toda
experimentación científica se basa en idealizar las condiciones donde se
realiza el experimento; y todo concepto también supone la idealización de la
realidad. Luego idealizar, que no es equivalente a ser idealista, es una
condición básica y necesaria en toda creación, ya sea arte o ciencia. Traigo a
colación otra cita de Lenin contenida en sus Cuadernos Filosóficos:
“También aquí Hegel tiene razón en esencia; el valor es una categoría que
prescinde del material de lo sensible, pero es más verdadera que la ley de la
oferta y de la demanda (esto es, el mercado, con todo su bullicio, variedad y
riqueza sensible)”. (Lo escrito entre paréntesis es de mi autoría). Y la
búsqueda de las condiciones ideales no solo es necesario en la ciencia, sino
también en el arte.
Podría seguir, pero ya
con lo dicho creo que basta para agitar a las mentes inquietas y vivaces.
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