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lunes, 29 de mayo de 2006

¿Marx contra el proteccionismo?

“Las grandes multinacionales siguen siendo los principales explotadores de los trabajadores, del pequeño capital y de los pueblos pobres. Siguen siendo, por  lo tanto, los principales enemigos de la clase  trabajadora y de la justicia y de la paz en el  mundo”



Un amigo marxista de Texas me pide que le dé mi valoración sobre un artículo de Ruperto Sencillo, publicado en Punto Aparte y titulado “¿Qué les parece, camaradas? El artículo versa sobre el tratado de libre comercio y el desempleo. Según Ruperto Sencillo, Marx  escribió lo siguiente: “Gravar el grano extranjero con impuestos proteccionistas es infame: es especular con el hambre del pueblo”. Y a continuación, hablando como si lo hiciera Marx,  añade lo siguiente: “Como en mi época, hoy los terratenientes quieren mantener el ideal de la vida cara diciendo que están defendiendo los intereses de sus obreros, el trabajo de los que quieren explotar. ¿No le parece sospechoso ver a los latifundistas del Cesar, de Córdoba, de Urabá, del Magdalena Medio, tan preocupados por el desempleo de sus campesinos? Pero es que, como yo escribí, ninguna clase social defiende sus intereses egoístas sin tratar de presentarlos como los intereses de todos”.  No obstante, nos advierte  Ruperto Sencillo que esto no tiene nada de nuevo y no es precisamente lo que  incomoda a Marx, sino esto otro: “Que ahora los que no quieren que los proletarios colombianos coman maíz, arroz o muslitos de pollo barato no sólo han convencido a los portavoces de la reacción: todos los que alguna vez creyeron en mi doctrina están a favor del proteccionismo que tanto combatí. Pensé que los reaccionarios me habían enterrado, pero ahora veo que mis seguidores también”.
Es propio de los idealistas buscar la verdad en las ideas en vez de en los hechos. Para saber si lo que decía Marx era verdad, que el proteccionismo provocaba hambre, habría que ver cuál fue la situación concreta de la cual esa idea es expresión. Si se desconoce esa situación concreta, la idea se convierte en un dogma. Un dogma es una idea que se toma como verdad al margen de lo que suceda en la realidad. Ilích Ulianov es el mejor ejemplo de pensamiento no dogmático. Jamás se ató a las ideas, ni a las propias, por muy bien formuladas que estuvieran. Hoy decía blanco, pero mañana, si la realidad había cambiado, decía negro. Hoy era un ardoroso defensor del comunismo de guerra, pero mañana, visto que la situación había experimentado modificaciones sustanciales, se convertía en un fiero  defensor de las libertades mercantiles y de las alianzas con el capital extranjero.  No se puede defender la verdad de una idea partiendo de sí misma. Hay que partir de la situación concreta que se tiene enfrente y ver después si la idea en cuestión responde o no a dicha situación.
Creo que en el análisis del tema que nos ocupa, los tratados de libre comercio y el desempleo, habría que distinguir las contradicciones internas de cada nación de las contradicciones externas entre las distintas naciones.  En los países de la UE siempre se ha protegido la producción agrícola por medio de precios subvencionados. Esto beneficia a los capitalistas y a los trabajadores del sector agrícola de los países de la UE, pero perjudica a los países pobres exportadores de productos agrícolas, que lo hacen con costes inferiores a los de los países de la UE.  No deja de ser un grave dilema esta contradicción para la izquierda radical europea. De todos modos la lección principal que debemos extraer de aquí es la siguiente: si los países de la UE se protegen y se blindan en algunas ramas económicas, con el mismo derecho cada nación debe decidir libremente qué protege y qué no protege de su producción nacional.  A mi juicio los países pobres deberían protegerse más de lo que lo hacen. No deberían oponerse al libre comercio por principio, porque esto significaría darle la espalda a la realidad, pero si deberían delimitar donde les interesa que el gran capital extranjero actúe  y donde no.
Lo cierto es que el mundo actual está constituido por un pequeño grupo de países ricos y un numeroso grupo de países pobres.   Lo cierto es que los grandes países capitalistas tienen penetrada totalmente la economía de los países pobres y siempre los tienen a su merced. De manera que un tratado de libre comercio siempre favorecerá a los países más avanzados y poderosos, puesto que son quienes pueden producir con costos más bajos, mientras que perjudicará a los pueblos más pobres porque producen con costos más altos. Como la existencia de los tratados de libre comercio es una realidad, la izquierda debe aceptar su existencia y luchar por lograr el mayor número conquistas para los pueblos pobres. Pero como en los países pobres hay latifundistas y capitalistas agrícolas, aquellas conquistas de la izquierda también favorecerán a estas clases. En el mundo actual el movimiento de una sola bola desencadena el movimiento de muchas  otras bolas, unas a favor y otras en contra. No existen los movimientos puros; y en un mundo tan interrelacionado como el actual, menos. Para que los tratados de libre comercio experimentaran un cambio sustancial, sería necesario previamente que la mayoría de los países firmantes fueran países socialistas.  Pero mientras la situación no cambie, se hace lo que se puede. Y se hace lo que se puede sin dejar de criticar los fundamentos monopolistas del capitalismo actual.
Veamos ahora lo que significa la venta de los medios de consumo básicos a precios baratos. Les pongo un ejemplo. Se crea un centro comercial y se instala un hipermercado de la firma Ahold, una multinacional holandesa. Lo primero que provoca es la quiebra de un gran número de pequeños supermercados. Se destruye así capital y trabajo. Lo segundo que hace es comprar el mayor número de supermercados que pueda. Se produce entonces una gran concentración de la propiedad y se dispone de un ejército de trabajadores enorme. Y lo tercero que hace es imponer a los pequeños proveedores, industria local y pequeños representantes comerciales, una plantilla llena de descuentos: bonificaciones por apertura, por reforma, por aniversario, etcétera. Provocan en suma una bajada de los precios de compra, que repercute en una bajada de los beneficios y en una reducción de la plantilla de los proveedores. Así que el abaratamiento de los productos básicos por parte de las grandes multinacionales tiene las siguientes consecuencias: destrucción de capital y trabajo, concentración de la propiedad, y explotación de la industria y comercio locales. Por lo tanto, si yo fuera un gobernante de los países pobres blindaría a la industria y el comercio locales y sólo permitiría una pequeña y limitada penetración  del capital extranjero.  Otra cosa sería crear empresas mixtas y hacer concesiones, dejar en manos del capital extranjero por un periodo determinado la explotación de algunos importantes recursos del país en cuestión.
25 de febrero de 2006.

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