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jueves, 7 de marzo de 2024

La sombra del geranio

 

 

Cuando la luna cambiaba de lugar la sombra del geranio, en la casa de tejados rotos de color ocre se oyó un disparo. Antonio Sánchez yacía exánime en el suelo. Se encendieron algunas luces en el vecindario. Ladraron algunos perros. A las pocas horas, cuando ya estaba próximo el amanecer, llegó la policía. Lucinda Rodríguez salió de la casa esposada y flanqueada por dos policías. Su cara no expresaba dolor ni arrepentimiento. Había acabado con su eterno torturador. Se había liberado del monstruo encarcelando su persona de por vida.  Su vecino, Aureliano Méndez, buscó en vano su mirada. Había estado enamorado de ella en secreto durante más de veinte años. Siguió regando el geranio cada tres días. Murió de soledad y tristeza a los cinco años. El geranio también murió. Solo quedó un pequeño tallo seco y retorcido. Ya no pudo jamás la luna cambiar de lugar la sombra del rojizo geranio y abandonó para siempre ese lugar. La maleza cubrió la casa derruida y las tinieblas se apoderaron del lugar. Hoy es un espacio donde los niños al atardecer juegan para asustarse con el fantasma de Lucinda Rodríguez.

(La expresión “Cuando la luna cambiaba de lugar la sombra del geranio” es una pequeña variación de la expresión contenida en Viaje al Oeste. Las aventuras del rey mono, y que reza así: “la luna cambia de lugar la sombra de las flores de un jardín”).

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