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martes, 7 de febrero de 2012

Percepción sensible, percepción mental e ideología

Edgard Bolaños Marín, un sociólogo peruano, después de leer mi trabajo La superación de la subjetividad, me ha planteado el siguiente asunto: “Un problema es explicarnos por qué distintos sujetos ante un mismo objeto tienen distintas percepciones. Cómo explicar esta anomalía. Qué factor distorsiona (o sesga) la mirada del sujeto. La respuesta podemos hallarla cuando ubicamos en la escena el factor ideología”.  Las diferencias de percepción no sólo las crea la ideología, también se producen por el modo en que participan otras funciones psicológicas como la atención o la memoria.   De todos modos para precisar cómo la ideología participa en los procesos perceptivos, se hace necesario indagar en la naturaleza de la percepción, señalar los rasgos que diferencian a la percepción sensible de la percepción mental, y analizar el papel del conocimiento mediato en la percepción mental.


Cuando hablamos de percepción debemos entenderla en dos sentidos: la percepción sensible, la percepción que sólo alcanza a lo que alcanza nuestros sentidos,  es una percepción de corto alcance; y la percepción mental, la percepción que va más allá del alcance de nuestros sentidos.  Una cosa es la percepción que tengo del barrio donde yo vivo y por donde habitualmente me muevo, este es el caso de la percepción sensible; y otra cosa es la percepción que  tengo de la economía española, de la que sólo  de una pequeña parte tengo conocimiento directo mientras que del resto tengo conocimiento por medio de libros y medios de comunicación; este es el caso de la percepción mental.

Veamos primero las diferencias entre las percepciones en el ámbito de la sensibilidad.  Primer caso: ante una misma situación objetiva un sujeto percibe un aspecto que el otro no le prestó atención y, por consiguiente, no se apercibió. Aquí nos encontramos ante una diferencia en el contenido percibido ocasionado por diferencias en el grado de atención. Hablamos en estos casos de personas muy atentas y de  personas muy despistadas. Los aspectos a los que el sujeto les presta atención dependen de la tarea que ha de realizar. No debemos pensar en una percepción contemplativa, sino en una percepción activa, vinculada a tareas prácticas. Y en toda percepción, esto no debe olvidarse, siempre habrá aspectos desatendidos. Y segundo caso: ante una misma situación objetiva, personas con intereses sociales distintos realzan o destacan aspectos distintos del contenido percibido. La percepción es selectiva y la selección viene determinada en este caso por los intereses sociales de los perceptores. Pongamos un ejemplo. Pensemos en una gran mansión de una familia de aristócratas ingleses de principios del siglo XX. Pensemos en una escena entre la señora de la casa y un miembro de la servidumbre en los pasillos de la mansión, donde la primera da instrucciones a la segunda. Las personas que son afines a las clases dominantes destacarán la belleza de la vestimenta de la señora y su educado hablar,  y sobre su percepción se edificará admiración, complacencia, e identidad; mientras que los afines a la revolución socialista destacarán el estado de servidumbre en la  que se encuentra la sirvienta, y sobre su percepción se edificará rechazo, indignación y deseos de cambio social. Debe tenerse en cuenta que la riqueza genera una gran atracción, y aún más entre los miembros de las clases sociales menos pudientes. Podríamos decir que la riqueza atrae los ojos hacia ella mientras que la pobreza los aleja. Tampoco debe perderse de vista que durante mucho tiempo la percepción que se tenía del socialismo era la de una sociedad de vida asceta. Otro aspecto aún más que se debe tener en cuenta es que ante una situación social como la descrita entre la señora y la sirvienta, una mayoría de personas no piensa en cambiar esa relación social,  sino que sueña con ser ellas la señora de la mansión. Las  diferencias de las que hemos hablado, las ocasionadas por el grado y calidad de la atención y las ocasionadas por las diferencias de intereses sociales, se manifiestan como diferencias en los contenidos percibidos: en parte como diferencias en los aspectos a los que se les ha prestado atención, y en parte como diferencias en los aspectos que se han realzado o destacados. También las diferencias en la percepción pueden ser planteadas no sólo atendiendo a los aspectos destacados, sino también a los juicios de valor y sensaciones que se edifican sobre las percepciones.

En psicología del conocimiento suele estudiarse por separado las distintas funciones psicológicas superiores,  por un lado la sensación y la percepción, por otra la atención y la memoria, y por otra el pensamiento y el lenguaje. Pero en la vida real todas las funciones psicológicas superiores actúan de forma mancomunada. Y los conceptos, los juicios, los deseos, los anhelos  y un sinfín de formas de la subjetividad se edifican y se entrelazan  con la percepción. Debemos acostumbrarnos a analizar la percepción como una parte de un todo integral dinámico.  La percepción, sobre toda la que está estrechamente vinculada con la práctica, es una vivencia. No sólo se percibe el mundo, también se le siente y se le padece. Y también en vinculación con la percepción se desea, se anhela y se sueña. Forma parte del sujeto lo posible y lo imposible, lo que se posee y lo que no se tiene, la realidad y la ilusión.

Hay ocasiones en que se presentan como diferencias de percepción diferencias que no son tales. Suponemos el caso ideal de perceptores que dicen la verdad. Pero si es el caso que entre ellos  hay mentirosos, entonces lo que se produce no es una diferencia entre las percepciones sensibles, sino entre las expresiones lingüísticas de las percepciones sensibles. Yo puedo ver cómo el señor A agrede al señor B, pero puede decir que ha sido el señor B quien ha agredido al señor A. Así que de forma ideal debemos suponer personas veraces, personas que dicen la verdad. No debemos confundir tampoco la percepción de un hecho con su evaluación ética, política y económica. Sobre percepciones iguales puede haber evaluaciones distintas. Pongamos un ejemplo concreto: Segunda guerra del Golfo. Sobre este hecho no hay diferencias de percepción entre las personas de derecha y las personas de izquierda.  Nadie percibe allí la paz sino la guerra. Donde hay diferencias es en la evaluación de ese hecho: ¿Era necesario la guerra o pudo haberse resuelto las diferencias por medios pacíficos? ¿Es un acto a favor de la libertad o es un acto imperialista? Los nombres que se le dan a este conflicto delatan las diferencias de evaluación: en EEUU a esta guerra se le llama “Operación Libertad Iraquí”, mientras que en los ámbitos de izquierda se le llama “Guerra de ocupación”.  

Hablemos ahora de las percepciones mentales. Aquí la cosa se vuelve más compleja. En primer lugar no debemos perder de vista la envergadura y grado de complejidad del objeto o situación objetiva a percibir. Si el objeto a percibir es la economía española, su envergadura  y complejidad es enorme. Cuando la economía va mal, como es ahora el caso de la economía española, se manifiesta tanto en los grandes datos como en los pequeños hechos. Pensemos que el número de parados ha alcanzado la exorbitante cifra de   cinco millones. Nadie tiene la percepción total de todos estos parados, nadie puede percibir juntos a todos estos parados y a sus familias, pero sí puede representarse esa colosal cifra. En este caso la percepción viene complementada por la representación. No obstante, en todas las comunidades, ciudades y barrios hay parados. Todo el mundo puede percibir a determinados parados. Puede percibir y vivir la tragedia de que en una familia todos sus miembros estén en paro y que por esa razón puedan perder su hogar. En lo particular se manifiesta lo universal. El parado es un hecho universal como lo es la persona con empleo. Luego la percepción mental de los cinco millones de parados está unida con la percepción sensible de los parados que el sujeto en cuestión conozca.  Esto se puede entender en el sentido de que la percepción mental complementa o profundiza la percepción sensible, y se puede entender en el sentido de que la percepción mental adquiere realidad y particularidad mediante la percepción sensible. Pero no hay que perder de vista que el objeto percibido tanto en la percepción sensible como en la percepción mental es el mismo, es un objeto categorizado, es un parado.

En la percepción mental es donde la ideología adquiere un mayor peso y protagonismo. ¿Por qué? Porque en la percepción mental el conocimiento mediato adquiere un mayor peso que en la percepción sensible. El consumo televisivo medio entre los españoles se sitúa entre las tres horas y media y las cuatro horas. Hay que saber que  el conocimiento que se adquiere a través de la televisión es un conocimiento mediato. El telespectador no selecciona las imágenes que ve y no es el autor de la expresión lingüística de esas imágenes. Tampoco es el autor de la evaluación ética, política y económica que se realiza sobre los hechos reflejados por las imágenes. La ideología dominante no es otra que la ideología elaborada  por los medios de comunicación oficiales. No existen medios de comunicación en manos de la izquierda radical. Todos los medios están en manos de la derecha e izquierda burguesa. Y desde ninguno de ellos se cuestiona de raíz el sistema capitalista: su economía, sus instituciones, su cultura y sus valores.  La percepción del mundo que suministran los medios de comunicación es una percepción categorizada, no es pura y neutral percepción. Y esta percepción categorizada que se suministra diariamente desde los medios de comunicación, termina haciendo que la mayoría de los españoles compartan una percepción idéntica sobre el mundo, una percepción capitalista. También debe saberse que la percepción mental, la percepción donde el conocimiento mediato tiene un altísimo peso, termina determinando la percepción sensible. De manera que el ciudadano medio no sólo tiene una percepción mental capitalista sino también una percepción sensible capitalista. La categorización que se produce en la percepción mental termina alcanzado a la percepción sensible.










1 comentario:

  1. Los anhelos, deseos e ilusiones forman parte de los individuos y colectivos. Y cuando las condiciones materiales hacen imposible que éstos no puedan realizarse generan una gran frustración y desánimos, en individuos y colectivos, hasta el punto de llevar a estos a adoptar posiciones extremistas, como la inacción o las acciones desproporcionadas al fin que se persigue: hacer realidad el anhelo, deseo o ilusión. Hoy no se dan las condiciones económicas ni políticas para que el comunismo pueda ser.
    Es una posición mucho más productiva desde el punto de vista personal y social tener anhelos, deseos e ilusiones que se puedan realizar. Trabajar duro para que se realicen esos aspectos de la subjetividad puede ser muy liberador y una fuente de profunda felicidad. Las condiciones materiales, el gran desarrollo de las fuerzas productivas y la absoluta necesidad del trabajo asociado, son hoy una realidad. También es una realidad la propiedad colectiva y la propiedad estatal. Por lo tanto las condiciones del socialismo son una realidad, y por tanto el socialismo es y puede ser.
    Sin embargo el socialismo no es un sentimiento, ni un deseo, ni una ilusión de las mayorías sociales en las sociedades capitalistas desarrolladas. Hay que fijarse en la realidad de las mayorías parlamentarias.
    Pienso que siguiendo a K. Marx, las tareas de los marxistas deben ser el estudio del capitalismo en su fase de globalización y explicar la necesidad y razón de ser del socialismo. Y hay que hablar con un lenguaje que el pueblo pueda entender.
    Las mayoría de ciudadanos defiende una asistencia sanitaria y una educación públicas. La mayoría de ciudadanos defienden un estado del bienestar. La razón para adoptar esa posición es la siguiente: son necesidades básicas. Por la misma lógica podrían defender lo siguiente: los alimentos y la vivienda son necesidades más básicas que la enseñanza y la asistencia sanitaria. Por lo tanto los ciudadanos que defienden la enseñanza y la asistencia sanitaria públicas deberían defender una renta universal básica, y no sólo un salario mínimo. Y como la producción material es limitada desde el punto de vista de la cantidad, para evitar despilfarros y derroches de la producción social limitada, habría que poner límites a la riqueza privada dilapidadora y derrochadora. Como las empresas son las creadoras de empleo y riquezas hay que diferenciar el patrimonio empresarial del patrimonio personal de su propietario legal. Y las leyes se cambian por mayorías sociales. Y creo que las personas que queremos el socialismo deberíamos querer una sociedad de grandes emprendedores.
    Saludos cordiales. J.A. Vizcaino

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