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domingo, 15 de abril de 2012

¿Es el signo una parte o el todo?

El concepto de totalidad y la importancia de la totalidad en los problemas epistemológicos y semiológicos son dos asuntos que me vienen preocupando en los últimos meses. Y en la vida, desde que nos acostamos hasta que nos levantamos, en el trabajo como en el comercio y el consumo, todo se presenta como totalidad. El mundo no se presenta como aspectos aislados y sueltos, como tampoco nuestros sentidos y todas las fuerzas de la subjetividad actúan por separado sino de forma mancomunada. Es cierto que cada ciencia sólo concibe el mundo bajo una determinada modalidad del ser, y no puede ser de otra manera. Luego todas las ciencias están aquejadas de unilateralidad. Aquí radica la superioridad de la filosofía sobre las restantes formas del saber: puede pensar el mundo y al ser humano como totalidad.

No he visto un error más grande en el campo semiológico que el cometido por Peirce cuando afirma que todo es signo. En primer lugar,  la totalidad, el todo, supone multiplicidad. Pero la afirmación todo es signo representa unicidad. Luego con esa afirmación se niega la primera esencia de la totalidad. Y en segundo lugar, la totalidad, el todo, supone diversidad. Pero la afirmación todo es signo representa la igualdad absoluta. Luego con esa afirmación se niega la segunda esencia de la totalidad. Pero hay más: cuando afirmo que todo es signo, debo suponer que ha sucedido una de estas dos cosas: o he reducido todo a una pura sombra, a puros signos, con lo que habré borrado de un plumazo toda la riqueza del mundo sensible para pena de los artistas; o manteniendo el aspecto del mundo sensible afirmo que todo es signo. En este segundo caso  lo único que habré hecho será un acto nominal. No hay aquí ninguna elaboración conceptual. No sabemos por qué todo es signo y no sabemos cuáles son los rasgos del objeto que lo hacen signo. El mejor acompañante de la intuición, esto es, cuando falta la percepción clara del objeto o modalidad del objeto que se analiza, son los actos de nominación. Y en el pensamiento de Peirce abunda la intuición y con ella los actos de nominación. Y sus seguidores entienden muchas veces sus análisis semióticos como actos de nominación de los hechos que investigan.
En vez de considerar que todo es signo y que toda parte de un ente es signo, lo mejor sería considerar que los signos son partes de la totalidad del mundo. El sentido y el significado de los signos lo adquieren justamente de la totalidad de la que forman parte. Los signos no llenan de sentido el mundo, sino que dan existencia sígnica al mundo. Con los nombres, al decir de Hegel, los objetos del mundo vuelven al ser, abandonan el mundo de los sueños, abandonan la noche donde  habían quedado sumergidos.  Pero con ello los signos, en cuanto nombres, no se convierten en los señores de este mundo, sino en los acompañantes  de todos los entes y de todas las partes de los entes. Adquieren una doble existencia. Así que todo no es signo, sino que en todo el ser humano pone un signo.

2 comentarios:

  1. La lectura de “La Nacionalización de YPF y el Pensamiento Absoluto” –con cuyos términos coincido-, me llevó a interesarme en su producción intelectual.
    Respecto de estas reflexiones acerca del signo, ¿no están sus conclusiones contenidas en el concepto de “interpretante”? No es mi intención hacer una defensa del pensamiento de Peirce, un hombre del siglo XIX, con interpretantes de ese tiempo y de su formación de clase. Sólo intento entender, si no se trata en definitiva de un tema para la fenomenología de la percepción.
    De cualquier manera, apruebo y defiendo se afirmación en el sentido de que los signos son acompañantes de los entes, y que en todo el hombre pone un signo.

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  2. Para enriquece el debate, publicaré hoy mismo un artículo titulado "El pensamiento impreciso de Peirce". Agradezco tu comentario.

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