En la página 84, editorial Gustavo Gili, de El lenguaje clásico de la arquitectura,
John Summerson se expresa en estos términos: “En el caso de que alguien me
preguntara: ¿está usted completamente seguro que todas estas obas –Piazza de
San Pedro, fachada este del Palacio del Louvre y el Blienheim– son barrocas
puras?, yo le respondería inmediatamente: no, por supuesto que no estoy seguro.
Y es que no existe ese barroco puro, ya que el mero hecho de que exista una
palabra no quiere decir que exista también la esencia pura que designa. Hay
además otra razón: si bien puede demostrarse más allá de toda duda razonable
que estos edificios tienen títulos suficientes para que los llamemos barrocos,
podría demostrarse con idéntica certidumbre que hay en ellos elementos
suficientes para descalificarlos como tales en ciertos contextos. Así que no
nos calentemos más la cabeza. Miremos estos edificios en sí mismos y veamos lo
que nos dicen”.
Los filósofos sí deberían calentarse la cabeza, pero
con el fin de que los demás no se la calentaran. Desgraciadamente muchos
filósofos más que aliviar las calenturas de cabeza las propagan y alimentan.
Algunos creen que la filosofía es eso: calentarse la cabeza. No obstante, si
observamos la conducta intelectual de Summerson, vemos la solución filosófica
para no incurrir en ese error: nos invita a dejar a los conceptos de lado, en
este caso el concepto de barroco, para ir a las cosas mismas y que ellas nos
digan lo que nos tienen que decir. Es una invitación para que los conceptos se
acomoden a las cosas y no para que las cosas queden atrapadas en las redes
conceptuales vigentes. Las cosas de continuo rompen la unidad de los conceptos
viejos, proponen nuevos contenidos que estos no poseen, exigen su renovación.
La realidad siempre supera los conceptos, los
desborda, los envejece. El dogmático, sin embargo, sigue atado a los viejos
conceptos. Eso sucede mucho en el seno de la izquierda radical y marxista. La
realidad les demuestra una y otra vez que no existe el socialismo puro, que no
existe una esencia pura del concepto de socialismo, pero ellos siguen examinado
la realidad con los contenidos conceptuales viejos del socialismo. Y de ese
modo no enriquecen el concepto de socialismo con las realidades nuevas, no
transforman el socialismo en un concepto flexible, sino que lo transforman en
un ideolograma anquilosado, inútil, muerto.
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