Cuando la estructura económica va mal,
necesariamente se tiene que reflejar en la superestructura política e
ideológica. Y ese reflejo puede tener una dimensión progresista, caminar hacia
adelante, o una dimensión reaccionaria, caminar hacia atrás. Pero no siempre
queda claro qué significa caminar hacia atrás. Marx y en especial Lenin
definían el socialismo reaccionario como aquel movimiento que presentándose
como un movimiento socialista sus propuestas tenían un contenido capitalista.
¿Y cuál es en concreto el contenido capitalista que corresponde al socialismo
reaccionario? El contenido que expresa
los intereses del pequeño capitalista y del capitalista individual. Y bajo el
punto de vista del desarrollo del capitalismo el pequeño capitalista y el
capitalista individual representan el capitalismo originario y atrasado,
mientras que el gran capital representa el capitalismo avanzado y el
capitalismo de transición hacia el socialismo.
Aclaremos primero qué entendemos por capitalista
individual. Hoy día un sector importante de los profesionales –abogados, arquitectos, ingenieros, cantantes,
deportistas,…– perciben tal nivel de ingresos que deben considerarse
capitalistas individuales. Y la
mentalidad ideológica de muchos jóvenes es convertirse en capitalistas
individuales. Distinto es el caso del
pequeño capitalista, que se caracteriza por tener un pequeño negocio y contratar
a un número pequeño de empleados para llevar a cabo su fin industrial o
comercial. Aclarado este pormenor sigamos con muestro razonamiento acerca del carácter
progresista o reaccionario del capitalismo. Las grandes corporaciones –entidades
bancarias, industriales y comerciales– están en su sentido económico muy cerca
del socialismo, mientras que en sentido político representan el sector más
importante de la clase dominante. Por el contrario, el pequeño capitalista y el
capitalista individual en su sentido económico están muy lejos del socialismo,
mientras que en su sentido político
representa el sector más reaccionario de la clase capitalista. Lo que
sucede es que en momentos de crisis sus intereses se entremezclan con los
intereses de la clase trabajadora y el socialismo de esta última se tiñe de contenido
reaccionario. No es lo mismo una alianza del pequeño capitalista y del
capitalista individual con la clase trabajadora bajo la hegemonía y dirección
de la clase trabajadora que bajo la hegemonía del socialismo pequeño burgués. El
pensamiento populista español tiene tan poca experiencia y tan poca profundidad
teórica que no percibe el socialismo reaccionario que propaga. También ignora
que los intereses que han ido hegemonizando el movimiento de los indignados
corresponden a los del capitalista individual.
Es cierto que las contradicciones entre las clases
sociales, tanto las que se dan entre clases distintas como las que se dan en el
seno de la misma clase, se reflejan como una contradicción entre la sociedad
civil y el Estado. Pero las vanguardias marxistas no deben tomar esta inversión
de valores sociales por la contradicción real. Pablo Iglesias hace uso del
término “gente” para referirse a las masas sociales que se enfrentan no a las
clases dominantes sino a los políticos o
sistema de gobierno estatal. Sustituye la contradicción entre las clases
sociales por la contradicción entre sociedad civil y Estado. Y por aquí da vía
al pensamiento reaccionario. Los ciudadanos,
máxime en una época de crisis y con un sinfín de fenómenos de corrupción
como los que salpican la vida política española en la actualidad, culpan de sus
males no a los conflictos sociales entre clases sino a los políticos. Esto
genera pensamientos reaccionarios entre
muchos sectores sociales, que ven en la democracia el mal de sus problemas y no
la solución. Los dirigentes de Podemos
pueden creer que promueven más democracia o la democracia verdadera, pero lo
que están promoviendo en buena parte es el pensamiento reaccionario, cuya
esencia consiste en exculpar a la sociedad civil, que es donde se producen las graves diferencias entre las
personas, del mal del mundo y proyectarlo en los políticos. No debemos olvidar
tampoco que buena parte de la extrema izquierda es reaccionaria. E importantes
sectores de la extrema izquierda se cobijan en la actualidad bajo la marca Podemos.
Pensemos en un solo hecho: la corrupción. La
democracia española tiene ya la suficiente historia para demostrar que la
corrupción está presente en todos los ámbitos y en todas las clases y grupos sociales.
Pensar que se puede acabar con la corrupción por medios éticos y medios
judiciales es demasiado iluso e ingenuo. Aunque lo diga el presidente de
Uruguay. El dinero en mucha cantidad es un poder imparable. Las grandes inversiones
y las grandes empresas corrompen de un modo ineluctable. Y no hay sector social
ni profesional que esté libre de la corrupción. No solo hay que señalar a los
gobernantes como corruptos, sino a los arquitectos, ingenieros, abogados,
directivos, periodistas y un largo elenco de profesionales. Tampoco hay que
cerrar los ojos ante el hecho de que también la corrupción está presente en las
clases pobres. La corrupción es un mal del sistema económico capitalista y más
en una época donde el sector dominante es el poder financiero. No podemos
contribuir al pensamiento reaccionario señalando solo a los políticos como la
fuente y el centro de la corrupción. El centro y el poder de la corrupción
están en todas aquellas personas que, por una parte, concentran un gran poder
inversor, y por otra parte, son dueños
de grandes fortunas.
Una de las más importantes enajenaciones del sistema
capitalista es la que se produce en las relaciones entre los intereses
particulares y los intereses generales. Lo más importante en una sociedad humana,
en una sociedad socialista, son los intereses generales. De hecho los intereses
generales son los intereses de las personas en tanto seres humanos. Los
llamamientos para paliar los graves problemas de la pobreza son los
llamamientos en defensa de los intereses generales de los seres humanos. Pero
en la sociedad capitalista este hecho se invierte: la persona en tanto miembro
del Estado, esto es, en tanto miembro con intereses generales, es reconocido
como ciudadano, mientras que la persona en tanto miembro de la sociedad civil,
esto es, en tanto miembro con intereses particulares, es reconocido como ser
humano. Esta perversión e inversión de valores llega al punto de que los
intereses generales son presentados como medios para defender los intereses particulares. El mismo Estado, que es la expresión máxima
de los intereses generales, se concibe como medio para defender los intereses
individuales de los miembros de la sociedad civil. En este sentido muchos
analistas olvidan que los políticos son los representantes de los intereses
generales, mientras que los miembros de la sociedad civil solo se preocupan de
sus intereses particulares. Resulta, por tanto, un craso error arremeter contra
los políticos y no decir nada crítico de los miembros de la sociedad civil.
¿Cómo se pueden cuestionar los sueldos de los políticos y no decir nada de lo
que ganan, por ejemplo, Belén Esteban, Arguiñano, Ronaldo y un sinfín de
miembros de la sociedad civil que ganan lo que no merecen? Sólo se puede hacer
desde el pensamiento del socialismo reaccionario, consistente en presentar el interés
general como un medio que debe estar al servicio del interés particular.
El extremo de la enajenación de valores que viven
los dirigentes de Podemos se
manifiesta en dos de sus últimas propuestas. Quieren ponerle un tope superior a
los salarios. En vez de proponer un tope superior a los ingresos personales,
solo lo plantean para los salarios. Se olvidan de las rentas de capital: se
olvidan de los dividendos que cobran los propietarios de las empresas y se olvidan
de los intereses que cobran los dueños del capital monetario. La otra propuesta
tiene que ver con la nacionalización. No proponen la nacionalización de las
grandes empresas por su razón inmanente: la producción tiene una naturaleza
social, gran parte de la propiedad es social y, no obstante, ciertas minorías
oligárquicas siguen teniendo el poder económico de las mismas. El argumento es
otro: si usted gran empresa acepta poner el precio que yo le propongo para que
la gente de poco poder adquisitivo pueda encender las estufas en invierno, todo
irá bien. Pero si usted no acepta esos precios, entonces mi gobierno, el
presidido por Podemos, nacionalizará
su empresa. Es evidente que se sustituye aquí el pensamiento sustancial del
socialismo por el pensamiento coyuntural del sentimiento ético. Y esto es un
componente del socialismo reaccionario.
El pensamiento populista consiste en pensar como la
gente común y no ir más allá. De hecho cuando me refiero a los otros como “la
gente”, no voy más allá, no entro para nada si esa gente es rica o pobre, culta
o inculta, alto directivo o simple trabajador. El término “gente” es el medio
lingüístico por el cual Podemos hace
abstracción de las diferencias sociales ocasionadas por la división social en
clases y por la división social del trabajo. El pensamiento populista consiste
en moverse en lo más superficial del mundo y basarse en los sentimientos de
frustración y rabia de la gente. El pensamiento populista consiste en sustituir
la lucha de clases por la lucha entre la gente y los políticos. El pensamiento
populista consiste en meter en un mismo saco a partidos políticos diferentes y
etiquetarlos con el mismo nombre. El pensamiento populista consiste en
presentar el interés general como un medio para defender los intereses
particulares. El pensamiento populista consiste en sustituir el pensamiento
revolucionario por el pensamiento del socialismo reaccionario. El pensamiento
populista consiste en sustituir a la clase trabajadora como clase dirigente por
“la gente” como clase dirigente. Y “la gente” como clase dirigente y en términos
de hegemonía política no son más que los pequeños capitalistas y el capitalista
individual.
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