Entiendo por psicología social el estudio del ser
humano en su relación con los otros y con lo otro. Con la expresión “los otros”
me refiero a las personas, y con la expresión “lo otro”, a las cosas. Creo que todo el mundo sufre
desequilibrios emocionales que pueden terminar en una enfermedad psíquica o no.
El origen de estos desequilibrios debe buscarse no en el interior de la persona,
sino en la historia de sus relaciones con los otros y con lo otro. No creo que
la clave esté en si las relaciones con los otros están marcadas por la armonía
o por la lucha, sino si te sientes
feliz, contento, alegre. Yo en la lucha, más que en la armonía, me siento muy
contento. Creo que hay más desarrollo y enriquecimiento personal de ese modo. No debemos sobrevalorar los
acuerdos, los desacuerdos son también fundamentales. Al igual que no debemos
sobrevalorar los éxitos, los fracasos son también parte fundamental de la vida.
Cuando nos sobreviene un fracaso, nos esforzamos más y buscamos una nueva
salida. Tal vez en lo negativo haya más movimiento que en lo positivo.
Cada persona es un mundo. Así que cada persona debe
ser libre en su toma de decisiones. Nadie debe depositar en la voluntad de otra
persona sus propias decisiones. No obstante, siempre es conveniente preguntar a los demás
sobre su experiencia en la materia en la que tenemos que tomar la decisión. Pero
nunca debes decir yo decidí tal cosa porque tal persona me dijo tal cosa. No
debes centrarte en si te equivocaste o acertaste, sino en la satisfacción que
supone que tú hayas tomado la decisión por ti mismo. Creo que el error en estos
casos está en que la persona en cuestión no sabe en qué debe centrarse. Le da
mucha importancia al hecho de que su decisión fue equivocada en vez de que haya
fortalecido la autonomía de su voluntad al decidir por sí misma lo que debía
hacer.
Creo que las personas que están bajo tratamiento
psiquiátrico le dan una importancia especial a ese hecho. Los que están bajo
tratamiento por problemas cardiacos o por problemas diabéticos tienen más
normalizada su situación. Quien está cojo necesita de un bastón. Todos
necesitamos de remedios externos para hacer una vida normal, unas personas en
mayor grado que otras. Pero esas deficiencias en la salud no deben desempeñar
un papel decisivo o determinante en la conformación de la personalidad. Tampoco
debe ser presentado como la causa que nos impide hacer determinadas cosas.
Cuando no queremos hacer una cosa, no busquemos causas que tengan que ver con
nuestra salud física o psíquica. Siempre es más saludable decir que no lo haces
porque sencillamente no quieres. Y si hay razones, las debemos dejar para
nosotros mismos. Pero hacemos mal si buscamos escusas para legitimar nuestros
actos de libertad. El “no quiero” sin dar razones es uno de las mayores lujos
de los que puede gozar una persona.
Hace algunos meses en la prensa local un afamado
psicólogo afirmaba que los arrepentimientos es una de las causas fundamentales
de la infelicidad. No debemos arrepentirnos de lo que hacemos. Y si no tenemos
más remedio que arrepentirnos, el arrepentimiento no debe estar en nuestro
corazón durante mucho tiempo. Hay que evitar que nuestra mente y nuestro
corazón enfermen. Una de las lecciones más importante que obtuve de la lectura
de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha fue el mal que causa al espíritu el predominio de la representación
sobre la percepción. Si lo que hemos hecho en el pasado ocupa de continuo
nuestra mente, inevitablemente la representación se impondrá sobre la
percepción, esto es, el pasado dominará al presente. El no ser pertenece al
pasado, mientras que el ser pertenece al presente. Del único modo en que el no
ser cobra vida es mediante los recuerdos. Las personas mayores, alejadas de la
vida, viven continuamente de recuerdos. Y así languidecen de espíritu. Hay que
dejar que lo que ocurrió en el pasado quede en el pasado. Hay que evitar
traerlo a colación en el presente. Sobre todo si ese pasado nos entristece. Las
montañas, el mar y el cielo no te hablarán, aunque camines a su lado, si tú de
continuo estás en el pasado. No asfixies a la percepción mediante la
representación. Cuando una persona recuerda de continuo a un ser querido muerto,
bajo forma religiosa otras personas le aconsejan que lo deje ir. De ese modo la
persona que recuerda se libera del pasado, se libera de la representación que
ahoga a la percepción. Así la percepción recupera su libertad y su papel. Y la
persona en cuestión será más feliz.
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