Leo la información que nos ha facilitado Wilbert
Tapia, miembro del foro Filosofía y Pensamiento. Transcribo una
de las preguntas formuladas a Luís Camacho Naranjo y su respuesta. La
información al completo puede leerse en La
Nación entretenimiento, publicada el
27 de abril de 2015:
Pregunta: ¿Cómo podría definirse una filosofía
científica?
Respuesta: Recordemos una propuesta de Jean Piaget: primero,
hay filosofías no científicas, como las que se inspiran en la literatura;
segundo, existen filosofías anticientíficas, las que objetan teorías
demostradas por la ciencia; tercero, hay filosofías científicas porque tienen a
la ciencia como motivo constante de reflexión.
La respuesta de Luís Camacho es pobre y poco precisa.
Podríamos decir que es poco científica. Las teorías científicas tienen dentro
de sus mínimos requisitos el rigor conceptual, y la respuesta del filósofo costarricense
no lo es. Y una precisión: Jean Piaget fue un gran psicólogo, no un gran
filósofo. Igual ocurre con Einstein. No conozco filosofías que se inspiren en
la literatura. No comprendo cómo puede ponerse como opción filosófica algo
inexistente. Dentro de los grandes y medianos filósofos de todos los tiempos no
hay filósofo alguno que se haya inspirado en la literatura. De todos modos creo
que Luís Camacho cae en el error de muchos intelectuales “científicos”: no
saben distinguir el saber del saber específico de las ciencias naturales,
puesto que cuando Luís Camacho habla de las ciencias se refiere muy
especialmente a las ciencias naturales; y dentro de estas muy especialmente a
la lógica matemática y a la física. La literatura no es ciencia pero sí es
saber. Se pueden conocer muchos aspectos de la vida de los seres humanos por
medio de la literatura. Una profunda y extensa elaboración de la concepción del
mundo necesita de la literatura. El ser humano no solo es un científico de la
naturaleza, es muchísimas cosas más, y entre ellas un escritor de historias
humanas. Las ciencias más excelsas, la matemática y la física, no representan
toda la diversidad y complejidad de la existencia humana. El ser no puede
reducirse a dos o tres de sus modalidades, sino que debe exponerse en toda su
diversidad, complejidad y devenir histórico.
Tampoco existen filosofías dedicadas a objetar las
teorías científicas. Las teorías idealistas, que tal vez puedan ser
consideradas las más alejadas del espíritu científico, puesto que no toman como
punto de partida el conocimiento sensible o la experiencia sensible, han tenido
la gran virtud, según reconoce el propio Marx en Tesis sobre Feuerbach, de haber desarrollado y comprendido muy
profundamente el lado subjetivo de las cosas. Y la lógica matemática y la
física en nada sirven para comprender el lado subjetivo de las cosas. La
subjetividad debe ser objeto de la ciencia. Y lo es de la psicología y de la
sociología. Lo cierto es que los autoproclamados filósofos científicos tienen
muy pocos conocimientos de las ciencias sociales e históricas. Recientemente se
ha discutido en el foro Filosofía y
Pensamiento sobre el determinismo social. Es también un problema
científico. Pero el modo en que se estudia y se resuelve teóricamente este
problema no es el modo en que la lógica matemática y la física resuelven sus
problemas específicos.
Afirmar que la filosofía científica es aquella que
tiene a la ciencia como motivo constante de reflexión implica declarar que la
filosofía carece de objeto propio. Por el modo en que ha respondido Luís
Camacho, subscribiendo lo ha afirmado por Piaget, la filosofía se presenta como
un saber que tiene como objeto a otros saberes ya elaborados, de manera que
carece de mirada propia sobre la realidad. No me parece un gran acierto afirmar
después como él lo hace que hay aspectos específicos de la vida humana que la
ciencia no cubre y la filosofía sí, como son los valores y todo lo relacionado
con la ética. Creo que el gran objeto de la filosofía es el propio saber, pero
no solo el saber lógico matemático y físico sino todas las formas del saber.
Como también creo que el objeto fundamental de la filosofía es la contradicción
entre el ser y el pensamiento, que hoy día como en tiempos de Aristóteles sigue
desgarrando la vida humana.
Cuando a Luís Camacho le preguntan cuál es su ideal
de sociedad, formula la siguiente respuesta: “El mejor de los mundos es el que
tenga la mayor diversidad de entidades y culturas, con la mínima complejidad de
regulaciones”. Quien sepa leer tras las
palabras, esto es, quien sepa conectar las palabras de Luís Camacho con el
mundo actual, se percatará que el filósofo costarricense es neoliberal. Cualquier
pensador mínimamente sensible sabrá que uno de los problemas más graves de los
últimos treinta años es la extrema desigualdad social. De manera que el mejor
de los mundos posibles será aquel donde haya la menor desigualdad. Otro aspecto
del mundo actual es el enorme padecimiento humano que ha generado la crisis
financiera desatada en 2008 y cuyo rasgo más criticado ha sido la falta de regulación
de los mercados financieros. Y justamente cuando la desregularización
financiera ha sido señalada como una de las causas principales del enorme dolor
humano que se ha padecido en los últimos siete años, Luís Camacho afirma que el
mejor de los mundos es aquel que tenga “la mínima complejidad de regulaciones”.
Tras su apariencia neutral de “filósofo científico” ha salido a relucir la piel
de los lobos financieros.
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