La realidad tiene su peso. La crisis económica
desatada en 2008 ha tenido consecuencias dramáticas para mucha parte de la
población española. Dicha crisis generó movimientos sociales de envergadura.
También generó mucho descontento en partes de la población que no se movilizan. Dichos movimientos sociales han cristalizado
en partidos políticos como Podemos, Ciudadanos, Ganemos y otros. Pero todas
estas formaciones que al principio eran aparentemente revolucionarias, se han
ido mediatizando tanto que han terminado por perder todo su sentido originario.
Cuando oyes hablar a sus líderes, no van más allá de los tópicos de siempre. El
sistema los ha engullido antes de que queden configurados dentro del sistema de
gobierno del Estado español. Hay muchos periodistas que se han convertido en
sus portadores y defensores, haciendo que la ideología de esas formaciones
nuevas sea aún más superficial de lo que es en boca de sus líderes.
Afirma Ada Colau, y Pablo Iglesias la secunda, que en España se está produciendo una
revolución democrática. Pero eso es una perversión y un cambio del significado
profundo del sintagma “revolución democrática”. Es imposible que haya
revolución democrática si no hay un cambio significativo en el sistema de
Estado. Y hay cambio profundo en el sistema de Estado cuando sean otras las
clases dominantes que las actuales. No creo que la llegada de Podemos y Ganemos
al gobierno provoque ningún cambio sustancial en las clases presentes en el
sistema de Estado. En España no se está produciendo ninguna revolución
democrática. Lo único que se está produciendo es la formación de partidos
políticos nuevos que tienen la posibilidad de convertirse en partidos del
gobierno. El ejemplo de Syriza ilustra que la llegada de un nuevo partido al
gobierno no implica cambio alguno en el sistema de Estado y, por consiguiente,
no se abre un proceso de revolución democrática. Tal vez sería aconsejable que
los líderes de Podemos y Ganemos leyeran la historia de la revolución soviética
y la de Nueva Democracia en China para que supieran el significado profundo y
verdadero del sintagma “revolución democrática”.
Las palabras que usan los líderes de Podemos y de
Ganemos son en ocasiones muy sonoras, pero su contenido conceptual es muy
pobre. Escuché a Ada Colau en La Sexta y
pude comprobar que su preparación teórica, sobre todo en temas económicos, es
muy deficiente. El mundo de hoy es demasiado complejo. La globalización está
provocando cambios de mucha envergadura en el mundo económico. La ausencia de
un Estado global ha permitido que el sistema financiero genere unas
desigualdades en el mundo como jamás se habían conocido. Las ciencias naturales
se han desarrollado de una manera vertiginosa en los últimos treinta años y sus
consecuencias técnicas económicas nos darán un mundo muy distinto al actual. Pero cómo será este nuevo mundo está
sobre todo en manos de las grandes compañías industriales y del complejo poder
financiero. Si los líderes políticos de los nuevos partidos no tienen
profundidad teórica y desprecian los conceptos y las diferencias claras, no
podemos esperar nada que pueda darnos un mundo mejor. Su visión del mundo es
demasiado local y demasiado unilateral. El desprecio por las diferencias
ideológicas profundas por parte de los líderes de Podemos, Ganemos y Ciudadanos
está provocando que los movimientos sociales pierdan su papel como fuerza
material para transformar el mundo. La reducción de las expectativas del
movimiento social del 15 M, que siempre fue ambiguo y lo sigue siendo en la
actualidad, ya es de sobras conocido. Un tertuliano de La Sexta lo decía: la decisión de votar a Podemos y a Ciudadanos
debe fundamentarse en el hecho de que están libres de corrupción. Lo
accidental, la corrupción, ha terminado por ocultar lo sustancial: el cruel
sistema capitalista de explotación en su nueva dimensión globalizadora. Pero
este tertuliano iba aún más lejos: “Desde el PP le piden a Podemos y a
Ciudadanos que se definan, y ¿por qué? No hay porque definirse. Un liberal
puede estar a favor del derecho al aborto”. Es obvio que la pérdida de
profundidad teórica en las nuevas formaciones políticas ha llegado a sus
niveles más bajos. Este contertulio, como sucede con muchos líderes, militantes
y simpatizantes de Podemos y Ciudadanos, confunde las conquistas sociales de la
civilización, que corresponde a todas las clases sociales incluidas las
dominantes de todos los tiempos, con las diferencias de clase que hacen que
cambien los sistemas económicos. No llega un tiempo nuevo. Nos hemos estancado
y en muchos sentidos hemos dado pasos hacia atrás. El derrumbe de IU es la expresión
política de que la conciencia de clase ha llegado a sus niveles más bajos. Las
vanguardias de izquierda que se han sumado al carro de Podemos y Ganemos, en su
mayoría oportunistas, no quieren un mundo nuevo, quieren sencillamente llegar
al poder. Y no podrán traer un mundo nuevo a los trabajadores puesto que
sencillamente llaman mundo nuevo a algo que no lo es. Han terminado por ser
víctimas de la enajenación capitalista, donde todo se presenta invertido, y
convierten así a la política en la causa de la corrupción, convierten a la
imagen en la causa de las deformaciones graves de la realidad. Por alguna razón
el empirismo y el neopositivismo han sido las filosofías dominantes frente al
marxismo y al hegelianismo durante el siglo XX y lo que llevamos del XXI. La
apariencia lo es todo, mientras que la esencia no es más que una palabra
carente de significado.
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