Según Feuerbach “La religión tiene su propia
condición de dilema o contradicción entre querer y poder, desear y alcanzar,
intención y resultado, representación y realidad, pensar y ser”. Si querer
fuera poder, como mantienen los idealistas burgueses, nadie creería en Dios. Tú
quieres que tu amigo sea libre de una enfermedad mortal, pero ese poder no
reside en ti, reside en la medicina y en sus avances, en la situación económica
del enfermo y en el desarrollo de la Seguridad Social. Pero si estos recursos no
son suficientes para liberar a tu amigo de la enfermedad mortal, tú recurres a
Dios y a su bondad. Y esto que ocurre con la enfermedad mortal, ocurre con la
insatisfacción de las necesidades básicas y con las desgracias. Son ellas las
que impulsan a los seres humanos a creer en Dios. Luego querer no es poder.
Por muy pobre que sea una persona, siempre soñará
con hacerse rico. Y esta posibilidad existe. Los juegos de azar –la lotería
primitiva, el euromillón– representan
esa posibilidad. Siempre hay casos individuales donde esa posibilidad –hacerse
rico– se realiza, mientras que para la mayoría no se realiza. Quienes afirman
que el dinero no hace la felicidad mienten. En una sociedad donde todo es
mercancía, esto es, donde todo se adquiere mediante el dinero, la base de la
felicidad es el dinero. La satisfacción de las necesidades básicas, como comer
y alojarse bajo un techo, y de las necesidades superiores, tener una buena
educación, acceder a la cultura y viajar,
solo son posibles mediante el dinero. El dinero es el poderoso medio que
está entre el querer y el poder, entre el deseo y el cumplimiento, entre la
representación y la realidad. El dinero es el Dios material de nuestras vidas.
Hasta la religión, en tanto institución y actividad, solo son posibles mediante
el dinero. Solo donde el dinero, el Dios material, no llegue, se recurre a la ayuda del Dios
espiritual. Ante la llegada en tropel del todo poderoso dinero, el Dios
espiritual se mantiene arrinconado. Y en
estos casos la religión se reduce a una costumbre. Por esa razón los pueblos
pobres son fervorosamente religiosos y los pueblos ricos son fríamente
religiosos; o transforman los actos religiosos, que deberían suponer un
recogimiento espiritual, en fiestas, como sucede en España.
Hay otra dimensión donde también se plantea la
contradicción entre el querer y el poder: el éxito en la vida. Pero en estos
casos la ideología burguesa se instala en el individualismo. En el ámbito
futbolístico tenemos el gran ejemplo. Querer ser un gran futbolista, esto es,
enriquecerse de manera desproporcionada, solo es posible para los casos
aislados, solo es posible para una minoría de individuos privilegiados, para la
inmensa mayoría querer ser una gran futbolista no es poder ser un gran
futbolista. La ideología burguesa no plantea la contradicción entre el querer y
el poder en el ámbito de la colectividad, sino en el ámbito de la
individualidad. Porque siendo cierto que en el ámbito de la individualidad y en
los casos aislados querer es poder, en el ámbito de la colectividad no lo es.
En las sociedades capitalistas la visión colectiva de la felicidad y del éxito
no predomina, sólo predomina su visión individualista. Por eso, el
individualismo, entendiendo por individualismo la ideología que oculta el lado
colectivo del fracaso personal, es un mal social. Un mal social que genera
frustración, desesperanza y tristeza. Y es la parte de la sociedad que vive bajo el azote de esa
desesperanza quienes se refugian en el Dios espiritual, y son más proclives a
las fantasías religiosas: aquello que yo no puedo, lo puede Dios. Es una pena y
una tristeza profunda que uno de los grandes productos sociales de la humanidad,
el dinero, se convierta en la fuente principal de las divisiones sociales; y su
escasez sea fuente de las fantasías religiosas.
Estoy de acuerdo: el voluntarismo individualista es una media verdad y, como toda media verdad, una mentira doblemente peligrosa.
ResponderEliminarPero decir que el sentimiento religioso (o el sentido de lo Trascendente) se debe principal o exclusivamente a la impotencia humana para lograr algo es inexacto, una falsa generalización; pues, si bien e cierto que para la mayoría de gente la religión es una forma de comercio con la divinidad (yo te soy devoto a cambio de tal o cual favor), han habido y habemos personas que vemos lo Trascendente de otra forma, como Algo que da sentido a la existencia y confiere dignidad a las criaturas. En fin, no lo vemos como al genio de la lámpara.