“El
interés general o común no es cabalmente otra cosa que la universalidad de los
intereses egoístas”. Karl Marx.
El imperio del mercado es el imperio del valor de
cambio. Y el valor de cambio es la manifestación de la división del trabajo. Y
la división del trabajo concebida como interrelación e interdependencia
significa que todos dependemos de todos, que todos trabajamos para todos, que
todos satisfacemos las necesidades ajenas. Pero esta división del trabajo está
organizada de modo capitalista, de modo que en esto de todos trabajamos para
todos hay algunos que se llevan mucho más de lo que entregan. Los futbolistas
de élite trabajan para los demás, producen un espectáculo que satisface las
necesidades de entretenimiento y enajenación de la gente, pero ingresan a
cambio demasiado dinero. Eso implica que muchos trabajan para ellos o entregan
a cambio más de lo que reciben. Uno de los secretos del enriquecimiento de los
futbolistas de élite está en el modo de consumo, el hecho de que un solo
producto, un partido de fútbol, pueda
ser consumido de forma simultánea por millones de personas. Pero en el fútbol
todo lo irracional e injusto se ha vuelto natural. El traspaso de Neymar al PSG
ha costado 220 millones de euros y el propio Neymar ganará anualmente 30
millones de euros. Nadie se asombra y nadie hace nada, ni la izquierda llamada
radical, que de continuo equivoca sus blancos. Y la gente en general, dominada
por la ideología capitalista, admira la extrema riqueza y el exorbitante lujo. Sueñan
con ese mundo. Desean ese mundo. Pero para eso está el Estado, la
autoconciencia humana objetivada, para poner remedio a aquello que de modo
natural produce enormes perjuicios a las mayorías sociales. Así que como un
solo partido de fútbol es consumido por millones de personas, el Estado puede
hacer dos cosas: obligar a que la emisión de los partidos de fútbol sea gratis
o imponer una carga impositiva del 90 por ciento a los ingresos de los clubes
por los derechos televisivos.
Algunos se preguntan: ¿Quién decide el sueldo de
Neymar? Y los más listos, los que están en los pupitres de delante de la clase,
dicen con aparente seso: el mercado. Así el mercado, donde vendedores y
compradores se encuentran, se transforma en una persona que toma decisiones.
Ese tipo de respuesta, la afirmación de que es el mercado quien decide los
precios, pone de manifiesto que la persona que da esa respuesta está enajenada,
trata como a una persona lo que es el resultado de las relaciones de millones
de personas en estado de enajenación,
esto es, en estado de no controlar la relación social que han creado. Por eso
es importante el Estado, para que hable, actúe y represente los intereses de
los millones de consumidores del fútbol, y no que solo hablen los clubes de
futbol y las cadenas de televisión. Si el mercado es una relación entre
personas, dichas personas pueden decidir tener un mercado más justo, esto
es, más socialista y menos capitalista. Si tenemos una educación y sanidad públicas, y
esto genera tantos beneficios sociales que cualquier gran empresa lo considera
un requisito imprescindible en sus inversiones, ¿por qué el entretenimiento
futbolístico de las grandes masas tienen que estar en manos de crueles
explotadores?
Pero hay más sabios. Son aquellos que dicen que el
PSG rentabilizará la compra de los servicios de Neymar. Argumentan que ha sido
“el genio” de Florentino Pérez quien ha
visto en la publicidad y en la venta de camisetas la fuente de la enorme
riqueza de los grandes clubes de Europa. Y así con esos ingentes ingresos por
publicidad, ventas de camisetas y derechos televisivos, las principales figuras
del fútbol mundial se han transformado en dioses, en seres intocables, que
rezuman riqueza y poder por todos los poros. Pero habría que acabar con ellos,
bajarlos del pedestal, convertirlos en personas corrientes; y eso solo se
lograría superando al enajenación mercantil capitalista, esto es, hablando del
mercado no como una cosa dotada de voluntad sino como un encuentro entre seres
humanos unidos por la división del trabajo y donde nadie se debería llevar
demasiado, donde el esfuerzo y trabajo de uno como es el caso de Ronaldo y
Messi, no pueda equivaler al esfuerzo y
trabajo de un millón de personas que vivan del salario base. Los precios de las
camisetas, al ser precios de monopolio, deberían ser precios intervenidos por
el Estado, y los contratos de publicidad, que permiten a los Messi y Ronaldo
ingresar injustamente grandes sumas de
dinero, también tendrían que ser intervenidos por el Estado. El 90 por ciento
de esos ingresos deberían ser de propiedad pública. Y si esto se lograra a
nivel europeo, e incluso a nivel mundial, los futbolistas no se convertirían en
dioses engreídos y extremadamente egoístas. Aquí hablamos del egoísmo
capitalista y no del egoísmo a secas. El egoísmo a secas significa que una
persona piensa más en sí mismo que en los demás, mientras que el egoísmo
capitalista significa que una persona se apropia para sí lo que es fruto de los
demás. Lo que sucede es que este fenómeno, que una persona use en beneficio
propio los frutos y conquistas sociales, es normal y legal en el sistema
capitalista. Y la mentalidad capitalista es de sobra la mentalidad dominante en
el mundo.
Pero alejémonos de los periodistas y empresarios que
viven la enajenación positiva y que no son más que unos apologistas de un
sistema generador de injusticias, desigualdades y cruel explotación de masas,
vayamos al encuentro de aire limpio y ganemos en visión profunda y
transcendental. Recurramos a Marx, como hacemos siempre que necesitamos
descubrir la esencia del capitalismo y de la economía mercantil, vayamos a sus
Grundrisse. Y allí, en la sección titulada ¿Cómo
se manifiesta la ley de la apropiación en la circulación simple?,
escuchemos sus sabias y poderosas palabras. Se pregunta Marx: “¿Cómo comprueba
el individuo que su trabajo privado es un trabajo general y su producto un
producto social general?” Y responde: “Por el contenido particular de su
trabajo, del valor de uso particular de éste, que es objeto de la necesidad de
otro individuo, el cual ofrece a cambio de él, como equivalente, su propio
producto. Es decir, por el hecho de que su trabajo representa una
particularidad dentro de la totalidad del trabajo social, una rama particular
que lo complementa”. Aquí se manifiesta el carácter profundamente dialéctico
del pensamiento de Marx. ¿Cómo compruebo que mi trabajo privado es un trabajo
general? Por la particularidad, esto es, por la particularidad confirmo lo contrario
de la particularidad: la generalidad. Y esto es así porque aquí lo general significa
totalidad. Y el fútbol es solo una rama particular del trabajo, no la
totalidad. Los futbolistas solo nos satisfacen una necesidad, no la totalidad
de las necesidades. Pero hay más, no nos satisfacen una necesidad básica ni una
necesidad fundamental, sin embargo, esta rama del trabajo, la actividad
futbolística, se ha enseñoreado sobre la población y hemos dejado que así
suceda. Ronaldo, Messi y Neymar necesitan del trabajo de los demás, necesitan
de la totalidad del trabajo social, sin los cuales no podrían realizar su vida.
Pero sucede que el trabajo social al tener forma capitalista ha permitido que
estos individuos se enseñoreen sobre la sociedad y la explote. Así se expresa Marx
en torno a esta dialéctica del trabajo social: “Solo produzco para mí al
producir para la sociedad, cada uno de cuyos miembros trabaja, a su vez, para
mí en otro círculo”.
Marx, más adelante, dice algo decisivo: “Los
individuos producen dentro de la sociedad y para ella, como individuos
sociales, pero al mismo tiempo esto se revela simplemente como un medio para
objetivar su individualidad. Y como no se hallan circunscrito dentro de una
comunidad natural ni, por otra parte, encuadran la comunidad como algo
conscientemente común, necesariamente tiene que existir frente a los sujetos
independientes como algo también independiente, externo y fortuito, como algo
que existe frente a ellos en forma de cosas”. Esta cosa es el valor de cambio o
dinero. Y ahora aclaro: Messi, Ronaldo y Neymar producen dentro de la sociedad,
como individuos sociales; solo son lo que son en sociedad, fuera de ella no son
nada. Dejados a su merced, en una isla abandonada, no sabrían incluso que
pudiera existir algo llamado fútbol. Pero en la sociedad en la que vivimos,
dominada por el sistema capitalista, sistema enajenador donde los haya, este
carácter social de sus personalidades se presenta como un medio para objetivar
su individualidad. Y en vez de mostrar su reconocimiento a la sociedad que los
ha creado, Messi, Neymar y Ronaldo invierten la relación, exigiendo a la
sociedad que agradezcan la existencia de su individualidad y de su actividad,
como si lo que produjeran fuera fruto del aspecto privado de su individualidad
y no de su aspecto social. El problema es que Messi, Neymar y Ronaldo no tienen
conciencia de comunidad, no saben que lo que son lo son por la comunidad, y en
vez de mostrar su agradecimiento a la comunidad la toman como medio para
objetivar su individualidad. Puro endiosamiento.
Todos somos distintos porque todos realizamos
trabajos distintos para satisfacer la necesidad social. Pero todos medimos
nuestro esfuerzo con algo externo y común: el dinero. Todos los esfuerzos y los
trabajos se hacen iguales en tanto se expresan en dinero. El dinero es la
expresión de nuestro ser social, nuestro ser social objetivado, el valor de
cambio desarrollado, la manifestación como cosa tangible de la enorme y rica
división del trabajo. Pero por la forma capitalista de la producción sucede que
hay personas como Messi y Ronaldo que su trabajo de un año se cambia por el
trabajo de un millón de trabajadores que viven del salario mínimo. La
totalidad, la rica división del trabajo social, aquello mediante lo cual
podemos vivir de una manera plena y variada, se convierte gracias a su forma
capitalista en un cruel sistema de explotación, donde unos pocos se apropian de
ingentes cantidades de riqueza mientras los muchos apenas satisfacen sus
necesidades básicas.
Pensemos en Nasser Al-Khelaïfi, presidente del PSG y
de BeIN Sports, uno de las 100 personas más ricas del mundo, con un patrimonio
valorado en 16.000 millones de euros, con el brazo por encima de Neymar,
comentándole: Nos has costado muchísimo dinero, pero serás la estrella del PSG
y tal vez, que digo tal vez, seguro que serás el mejor jugador del mundo en dos
o tres años, tus camisetas valdrán oro, tus contratos publicitarios también
valdrán oro, así que tú mismo te harás de oro. Piensa que el mercado mundial
está a nuestros pies, la actividad futbolística no cesa de crecer, y la alianza
entre los clubes de futbol, las cadenas televisivas y las grandes compañías por
medio de la publicidad cada día es más fuerte. El Estado no podrá nada contra
nosotros. Sabes que los políticos, con sueldos de mierda, viven bajo la
tentación y las picaduras de la corrupción, y no son bien vistos por los
ciudadanos. Así que no podemos temerles. Debemos olvidarnos de ellos e ir a lo
nuestro. Piensa en la siguiente imagen: contempla un pueblo pobre y arrasado
por la guerra; así y todo verás a los niños jugando al fútbol; y qué no daría
un niño como ese por tener una camiseta de Neymar. ¡¿Qué me dices?! Hay que
pensar en grande. Hay que ver negocio en todo. Así que alégrate. De todas las
enajenaciones de masas la futbolística es la más poderosa. ¡El mundo es
nuestro!
Aquí sí estoy de acuerdo. Lo mismo pasa con las estrellas de cine. Pero creo que no son las estrellas del deporte ni del séptimo arte los directamente culpables: ellos sólo se aprovechan de un sistema creado por la codicia de las elites y mantenido por la alienación de las masas.
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