El título de este trabajo lo he extraído con leves
modificaciones de un poema de Robert Frost titulado El pozo del buen desear. Entre paréntesis quiero antes que nada
agradecer las colaboraciones de Ramón Galán, pues me permiten reflexionar sobre
asuntos de método y estilo de trabajo.
En ese mismo poema Robert Frost dice: “Cuando
personas inteligentes me preguntan de dónde saco los poemas, me desespero”. Yo
no me desespero y responderé por él. Robert Frost saca sus poemas de todo: de lo que siente, piensa, ve, sufre, le
inquieta, estudia, del presente y del pasado, y de la tierra y del cielo. La
clave está en que aquello sobre lo que poetizas debes sentirlo y debes
pensarlo. Con el sentimiento te unes al objeto y con el pensamiento pones el
objeto o situación objetiva frente a ti. Te unes y te separas, y te mueves en
ese movimiento entre los extremos. Pero a lo que te unes y de lo que te separas es
lo mismo.
Les hablo ahora de la anterior serie titulada Las partes y el todo, lo simple y lo
complejo, y la armonía. Desde el principio planteo acotaciones y lo
expresaba así: no quiero ir más allá o no me meto donde no debo. Ramón Galán
habló del valor según la concepción de Marx. ¿En qué consiste su error? Lo
explico: el concepto de valor es un concepto abstracto y muy complejo. El
lector de la serie anterior como el de este trabajo no tiene por qué conocer la
teoría del valor de Marx; y si yo me viera en la necesidad de introducir el
concepto de valor en esta exposición, tendría que introducir una explicación de
por lo menos una página de extensión. De
manera que lo que necesito aclarar previamente es tan grande o mayor que la
exposición principal. Así que eso lo debo evitar.
Sin darnos cuenta nos aventuramos en una
dirección que nos aleja de la tarea central y cargamos la aventura teórica de
tantos detalles que perdemos claridad y precisión. De ahí el valor del verso de
Robert Frost, un poeta que me tiene entusiasmado y que no puedo evitar amarlo,
por todo lo que me da y por ese arte de hacer un poema de cualquier cosa.
Aprecio su inteligencia, su limpieza y su forma estética. Así que insisto en
ese principio metódico: con pocas cosas y harto más asequibles se ha contentado
mi corazón desde niño.
Les comento ahora una cosa que les toca de cerca a
Ramón y Jerónimo. Pues hay veces que se tienen las cosas muy cerca y no se
aprecian y valoran en sus justos términos. Y de ese modo no se aprende. Les
sugiero que contemplen las pinturas de Vicente Umpiérrez de quien ellos son
alumnos de música y que ha elaborado a lo largo de varios años. Dominan las
formas abstractas. Hay originalidad, fundamental y decisivo en la creación, se
sigue una línea de trabajo de manera que cuando ves un nuevo trabajo de Vicente
sabes que es de Vicente, hay refinado gusto estético, y hay perfecta armonía en
la combinación de las formas y del color. La luz está también muy bien trabajada.
Es una obra para los sentidos. Y los sentidos, al igual que el pensamiento, hay
que educarlos y refinarlos. De las obras pictóricas de Vicente como de la
decoración de su propia vivienda puedes decir: tiene gusto.
Hay que cambiar a nivel personal y en todos los
ámbitos de la vida si se quiere ser un buen artista o un buen pensador, o ambas
cosas, aunque se carezca de trascendencia mediática, que no es lo importante.
Dos puntualizaciones:
ResponderEliminarCada noche, antes de dormir, corro a mi encuentro con Robert Frost.
Las paredes de mi casa dan cobijo a tres cuadros de Vicente Umpiérrez.
Ramón
Hubiese sido más correcto decir "dos anotaciones" en vez de dos "puntualizaciones", puesto que tener no es equivalente a saber. Y aquí lo que había que destacar eran "pocas cosas" y "asequibles". Y si hice mención de los cuadros de Vicente Umpiérrez no era por tener o no tener esos cuadros sino por la necesidad de educar la sensibilidad, que puede estar muy educadas sin necesidad de esa posesión.
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