Una cosa es el pensamiento y otra “el espíritu”. El
espíritu es el nombre colectivo que uso para nombrar un sinfín de fuerzas
subjetivas como, además del pensamiento, la conciencia, la inteligencia, la percepción, la representación, el
entusiasmo, la ilusión, el temor, la esperanza, la alegría, el ánimo, los
impulsos, la contención, el sentimiento, la planificación y muchas otras
potencias. En verdad los rendimientos intelectuales dependen de todas las
potencias y fuerzas espirituales y no solo del pensamiento. Pero como sucede
con todas las fuerzas naturales y sociales, hay que saber cuánto las tenemos desarrolladas
y capacitadas y cuánto control ejercemos sobre ellas. Aprendí por Nietzsche que
el conocimiento también es un instinto. Hay que saber que no solo nuestras
pasiones sino incluso nuestro pensamiento pueden estar fuera de control. Así que el control sobre nuestras fuerzas y
potencias subjetivas se vuelve decisivo en el rendimiento y éxito de nuestra
actividad intelectual.
Me veo en la obligación de aclarar algunos aspectos
del proceso de valorización por la insistencia de Ramón Galán al aplicar la
teoría del valor al caso de la transformación de una plancha de cartón en caja
de cartón. Según Ramón el valor del cartón antes de transformarse en caja se
presenta como totalidad. Y cuando se transforma en caja, el cartón se presenta
como parte del valor. Y concluye: “En este sentido y en términos de proceso, la
plancha de cartón es totalidad y parte”. Esto no es así. Cuando único se
presenta el valor del cartón como totalidad es cuando se compra: en el mercado.
También se presenta como totalidad cuando está en el almacén y se contabiliza
como existencia. Pero una vez que entra en el proceso de trabajo desde el
primer segundo es parte del valor. ¿Por qué? Porque desde el primer segundo la
fuerza de trabajo añade nuevo valor al cartón y no solo al final del proceso de
trabajo. Así que desde el inicio del proceso de trabajo tenemos dos valores: el
de la plancha de cartón y el de la fuerza de trabajo. Pero la cosa no queda
ahí: el proceso de trabajo se realiza en una nave o inmueble. Y por ese
inmueble hay que pagar un alquiler. Y el alquiler tiene dos partes: una parte
representa la amortización del valor de construcción y otra la renta del suelo.
Así que desde el primer segundo hay que incluir en el proceso de valorización
como valor transferido la amortización del valor de construcción. Pero hay más:
el inmueble tendrá instalaciones eléctricas, sanitarias (cañerías y desagües y
todos sus complementos) y telefónicas. Así que desde el inicio del proceso de
trabajo una parte de este valor tiene que ser transferido al producto final. Si afinamos más, tendríamos que considerar que
las instalaciones llevan un mantenimiento y se presentan como gastos que hay
igualmente que transferir al producto final. Y seguimos con más: hay consumo de
energía eléctrica, agua y telefonía que igualmente hay que transferir al
producto final. Pero resulta que la empresa en cuestión no se financia con recursos
propios sino que una buena parte de la inversión y del pago del circulante se
hace mediante créditos de inversión, leasing y pólizas de créditos. Y por todo
esto hay que pagar intereses y comisiones. De manera que desde el principio
debemos tener en cuenta que nuestro proceso de trabajo tiene que crear un valor
nuevo que cubra esos gastos. Con lo dicho basta. Observamos que el proceso de
valorización es mucho más complejo de lo que a primera vista puede parecer y
que desde el principio el valor de la materia prima es solo una parte del valor
y en ningún caso se presenta como totalidad.
¿Por qué razón cuando debatía con Ramón en la serie
titulada “El todo y las partes,…” no entré en este tema? Es evidente: porque
nos salíamos del tema principal y transformábamos el debate sobre el todo y las
partes en el debate sobre el proceso de valorización. Y el proceso de
valorización no solo es otro asunto sino que supone otra clase de lectores con
inquietudes intelectuales distintas. Por eso advierto y vuelvo a advertir: no
vayan más allá de lo debido y no se metan donde no deban. Otra cosa distinta es
si Ramón hubiera planteado que en otro marco de debate le gustaría dialogar y
confrontar ideas sobre el proceso de valorización desde los conceptos de
totalidad y parte.
(Todas estas ideas las adelanto para que Ramón y
Jerónimo en las reuniones que iniciaremos en enero del año 2020 vayan
preparados y pertrechados)
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