Al leer toda la serie de estos trabajos he
comprobado que no he redondeado. Primero quiero hablarles de un problema
metodológico que Ramón y Jerónimo conocen bien. Nunca hay que perder de vista
el objetivo y no hay que desviarse mucho del camino, por muy atractivos que nos
resulten los parajes adyacentes. Nos podemos desviar un poco, pero al momento
tenemos que retornar al camino principal y no perder de vista el objetivo final.
Solo así nuestro discurso estará animado de un sentido inmanente. Por eso
cuando puse el ejemplo de la caja desmontada y después montada, añadí: no
quiero ir más allá. Como yo soy el autor de esta serie, yo sé a donde quiero
llegar. Conozco los estímulos que me llevaron a esta reflexión y conozco la
base conceptual en la que me apoyo. Y combino siempre elementos sensibles con
elementos teóricos.
Los estímulos provienen fundamentalmente de los
escaparates de los comercios dedicados a la Navidad y la decoración interna de
dichos establecimientos. Soy un amante de los Belenes y de la decoración
navideña en general. Este año, al menos en El
Corte Inglés, he observado más armonía que nunca. El Belén me ha encantado
y aprecio mucho el trabajo de los artesanos. Aprecio siempre el trabajo del “urbanista”.
Cada vez me atrae más esta área del trabajo de los arquitectos. Hay muchos
teóricos que descuidan este lado de la sensibilidad y piensan con poco riqueza
perceptual en esta materia.
Por el lado teórico me apoyo en los conceptos
teóricos elaborados por Heinrich Wölfflin sobre el Renacimiento y Barroco.
Además he tenido la suerte de visitar Roma, cuna del Barroco, y Florencia, cuna
del Renacimiento. Uno de los rasgos del Renacimiento es la ligereza frente a la
pesantez propia del Barroco. Este aspecto se aprecia sobre todo en las
esculturas. El otro rasgo de las obras del Renacimiento es que de un solo
vistazo puedes captar el conjunto de la
obra, sea una obra arquitectónica, escultórica o pictórica, mientras que en las
obras del Barroco tienes que mirar cien veces y cada vez observas un aspecto
nuevo. Es muy rico, pero muy recargado. Yo adoro el arte y, por consiguiente,
adoro tanto el Renacimiento como el Barroco. Pero eran esos dos aspectos
conceptuales del Renacimiento los que estaban en mi cabeza cuando inicié la
serie de estos trabajos: la ligereza y ver de un solo vistazo el conjunto.
He insistido en el trabajo anterior que cuando se
elaboran conceptos, esto lo aprendí de Marx, el ejemplo ilustrativo debe
obedecer al concepto. Y para eso hay que tener muy claro los contenidos
conceptuales que guían la reflexión teórica. Sin el predominio de esos
contenidos conceptuales no hay orden, no hay unidad y no hay luz. Seríamos
víctimas de la contingencia. No sabríamos a donde nos dirigimos. Mis reflexiones
han buscado aconsejar a los pensadores y artistas que cuando construyan
totalidades empleen el menor número de partes posibles y que estas partes sean
lo más simples posibles. Solo así conservarán la unidad, el orden y la armonía.
Les pongo ahora el ejemplo. En la decoración interna
de El Corte Inglés hay unos pequeños
árboles de Navidad cubiertos someramente de blanco –de nieve –. Introduzco ahora
el concepto de partes propias y partes añadidas. Y afirmaré que esos pequeños
árboles son el todo. No indago sobre sus partes propias. Así no me meto donde
no debo. Y esos pequeños árboles “nevados” estaban decorados con un solo
elemento: bayas rojas unidas a ramas lineales. Aquí tenemos el caso de un todo
con sus partes propias con un solo elemento añadido. Me resultó ligero y
armonioso. Así culmino esta serie. Y aconsejo: no vayan más allá de lo que
marca el contenido conceptual y vivan la
experiencia sensible de la Navidad. Solo así unirán el concepto con la
sensibilidad y en su exposición teórica habrá claridad, orden y unidad.
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