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lunes, 16 de diciembre de 2019

El todo y las partes, lo simple y lo complejo, y la armonía (4)


Este es el último trabajo de esta serie. Una advertencia: los conceptos de la lógica pura, como el todo y las partes, tienen la característica de ser extremadamente extensos y, por consiguiente, muy abstractos. Cuando los aplicamos, como hizo Ramón Galán, al proceso de valorización, muy poco o nada nos pueden aportar en esa materia. Esto hay que tenerlo muy claro. De ahí que esos ejemplos solo sirvan para ilustrar el concepto, no para indagar en la naturaleza del proceso de valorización. De ahí también que una vez ilustrado el concepto debamos volver al contenido del concepto que estamos indagando.


El problema a resolver era si el todo puede tener una definición distinta a las sumas de las partes. Si el todo fuera solo la unión o suma de las partes, el todo carecería de definición propia. Como ejemplo ilustrativo suelo pensar en los edificios, con todas sus plantas, sus viviendas y todos los elementos que constituyen la vida habitual en un hogar. El número de partes a tener en cuenta se multiplica de forma casi infinita. Lo primero que debemos advertir es que las partes del edificio son de clases muy diferentes. Así que lo mejor será fijarse solo en los elementos estructurales: los cimientos, las columnas, las paredes, el techado y las puertas y las ventanas. No necesito más elementos para obtener una definición del todo que no sea la suma de las partes. Y es esta: la interrelación entre las partes, su posición y su orden son rasgos de la totalidad. El edificio se empieza con los cimientos y no con el techo; tenemos aquí una determinación de orden como rasgo de la totalidad. Las columnas se erigen sobre los cimientos y las plantas se apoyan en las columnas; tenemos aquí una determinación de interrelación con un determinado y preciso sentido. Y por último, las ventanas van en un lugar y las puertas van en otro; tenemos aquí una determinación de posición como rasgo del todo. Seguro que se podrán establecer más determinaciones del todo ajeno al concepto de suma de las partes, pero con las dichas son suficientes. De este modo hemos logrado el objetivo: demostrar que cuando un todo tiene una sola parte, el todo no es igual a la parte.


1 comentario:

  1. Querido Francisco:
    Espero que a pesar del hecho, de que este cuarto trabajo sea el último de la serie, según decisión tuya, no menoscabe mi derecho a la réplica sobre la crítica que has realizado en torno a las afirmaciones que he expuesto bajo la forma de comentarios. En este sentido quiero hacer algunas puntualizaciones.

    1. En tu primer trabajo afirmas: “Cuando un todo tiene una sola parte, afirmaremos que es un todo simple”. En ese instante, me asalta la duda: ¿Existe un todo formado por una sola parte? Este y no otro debe ser el objeto del debate. Yo entiendo que ese hecho no es posible, que no puede existir un todo formado por una sola parte. No he sido yo el que se ha alejado del objeto del debate. En tu segunda intervención introduces un matiz: trasladas la cuestión a si existen diferencias entre las partes y el todo, en el caso de que el todo esté formado por una sola parte. Es decir, das por hecho la existencia de un todo formado por una sola parte. Precisamente, es esto último, lo que hay que demostrar.
    Incluso, en este cuarto trabajo afirmas alejándote de la cuestión inicial:”El problema a resolver era si el todo puede tener una definición distinta a las sumas de las parte”. Yo en ningún momento he planteado ese problema, nunca he hablado sobre las sumas de las partes. Entre otras cosas porque, en este caso, ante esta nueva cuestión yo afirmo que la suma de las partes puede ser distinta al total cuando las partes que configuran el total no son partes disjuntas o excluyentes.

    2. Cito textualmente lo que afirmaste en el segundo trabajo de la serie: “Supongamos que una caja de cartón sea el todo. Pensemos primero en la caja de cartón sin montar. Después la montamos. No se ha añadido parte alguna.” (El subrayado es mío). Esa afirmación no es cierta porque desde el punto de vista del valor se ha añadido una parte nueva. Eso implica que el valor total de la caja no está formado por una sola parte. El cartón deja de ser una totalidad y pasa a formar parte de la caja. No puse el ejemplo con el fin de indagar sobre la naturaleza del proceso de valorización.
    3. Cuando abordé la caja de cartón desde punto de vista geométrico era para poner de manifiesto que la caja, desde el punto de vista de las relaciones partes - total, era mucho más compleja que la plancha de cartón. Por lo tanto, implicaba un total más complejo al estar formado por más partes, con distintas funciones y relaciones entre ellas. Eso suponía que caminar de lo simple a lo complejo, es decir, en dirección contraria al punto de llegada: encontrar un todo formado por una sola parte.

    4. En su momento no abordé el caso de la ventana porque resultaría muy extenso mi comentario. Si a un lateral de la caja, un total ya de por sí complejo, le añades una ventana, lo único que logramos es establecer una diferencia específica entre laterales. Cuanta más diferencia más complejidad. Ahora, una categoría lógica o concepto, se desdobla en dos partes. Un género da lugar a dos especies: El género laterales se desdobla en las especies de laterales sin ventanas y laterales con ventanas. Un todo aún más complejo. En todo caso, no entiendo como el todo de la caja está constituido únicamente por la parte correspondiente a la ventana. En palabras tuyas: “Ahora tenemos un todo, la caja montada, con una sola parte: la ventana”

    4. Por último, en este cuarto trabajo concluyes: “De este modo hemos logrado el objetivo: demostrar que cuando un todo tiene una sola parte, el todo no es igual a la parte”. Sigo sin verlo. Sigo sin ver la concatenación de los juicios con la conclusión final. Decirte lo contrario sería mentirte. Pero conociendo y reconociendo tu valía y altura intelectual, me imagino que es mi incapacidad la que me impide ver esa conexión. Sabes que soy lento y que necesito tiempo. En cualquier caso, agradezco tu crítica por aquello de “que en mi mejor enemigo, reconozco a mi mejor amigo”.

    ¡Un abrazo y gracias de nuevo Francisco!

    Ramón Galán.

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