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lunes, 23 de mayo de 2005

Marx y la religión

La guerra de EEUU contra Irak ha puesto de manifiesto la importancia que tiene la religión en el mundo actual. Primero, porque es importante para los pueblos, y segundo, porque los mandatarios han visto en ella un arma política de gran alcance sobre la conciencia de las masas. De ahí que considere oportuno exponer las ideas de Marx sobre la religión, que extraigo de la introducción de su ensayo En torno a la crítica de la filosofía del derecho, y a las cuales les daré cierto desarrollo. La posición de Marx con respecto a la religión ha sido excesivamente simplificada y vulgarizada. Y se ha vuelto un tópico la frase “la religión es el opio del pueblo”. Cuando esta frase es el resultado, la conclusión, de un largo razonamiento. Se desconoce el razonamiento y, por lo tanto, la conclusión aparece como una frase lapidaria.


También sucede que entre los marxistas la concepción atea del mundo apenas ha tenido desarrollo o carece de desarrollo. A lo mucho que llegan los ateos es a demostrar que bajo el punto de vista científico es imposible la existencia de Dios. Pero la concepción de Marx sobre la religión no coincide con el problema de demostrar la existencia de Dios. El ateísmo actualmente existente, sobre todo en el campo de los marxistas y de los materialistas científicos, no es más que materialismo vulgar. No se trata, como cree una buena parte de la izquierda radical, de negar la religión porque es el opio del pueblo, sino de tener una concepción materialista de la religión. De todos modos, si alguien  quiere hacerse con una concepción atea del mundo y adquirir la mejor crítica que se ha elaborado  a la moral cristiana, no es a un marxista al que debe leer, sino a Nietzche. Pasemos entonces a exponer la concepción de Marx sobre la religión. Nos situamos en un periodo donde la crítica a la religión ya había obtenido decisivos resultados. Nos situamos en la época donde Dios ya había muerto, aunque lo volvieron a resucitar, como de continuo se hace.  Las ideas de Marx las pondré en negrita. Mis comentarios irán a continuación. A algunas ideas de Marx, para facilitar su entendimiento, les he practicado algunas leves modificaciones.
1.     El hombre buscaba en la realidad fantástica del cielo a un superhombre, al que llamó Dios. Pero lo único que encontró en ese superhombre, en ese Dios, fue el reflejo de sí mismo. Esta idea es muy importante para la filosofía materialista: hay que ver en Dios la imagen refleja del hombre. Apuremos más esta posición: hay que ver en Dios al hombre. No debemos buscar en Dios otra cosa que no sea el propio hombre. Los ateos burdos caen en el juego de los religiosos, que parten de que Dios es un ser que no es de este mundo y es anterior a este mundo, mientras que la posición marxista estriba en ver en Dios una imagen del hombre, de ver en Dios al hombre. Los idealistas separan a Dios del hombre, los sitúan en dos mundos apartes, mientras que los materialistas los unen, los conciben perteneciendo a un mismo mundo. Lo que se predica de Dios, su omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia, no son más que los predicados del hombre concebidos de forma absoluta. De ahí que no encontremos ninguna propiedad de Dios que no hallemos en el hombre. La diferencia estriba en  que las propiedades de Dios se conciben de forma absoluta.
2.     El fundamento de la crítica irreligiosa es: el hombre hace la religión; la religión no hace al hombre. Esta idea es también muy importante. La religión no puede ser concebida como algo extraño al hombre y a la mujer, como algo artificial, como resultado de un lavado de cerebro. Esta concepción se la dejamos al ateísmo vulgar. Si la religión es obra de los hombres y de las mujeres,  de la conciencia y de los sentimientos del hombre y de la mujer, debemos ver en ella al hombre y a la mujer. No se trata de negar la religión, sino de conocerla y descubrir la necesidad de su existencia. Hacemos más por la causa de la ciencia y de la emancipación humana demostrando la necesidad de la religión, que negándola y rechazándola. Como pequeña disgresión diré, para que nadie se lleve a engaño, que he encontrado en personas profundamente religiosas una concepción del mundo más materialista que entre muchos que se declaran marxistas. Aunque una persona no sea practicante de determinada  religión y no crea en Dios, esto no asegura que su concepción del mundo o de muchos asuntos del mundo no sea religiosa. De ahí que cuando practiquemos la crítica a la religión,  debamos extenderla a todo comportamiento religioso. Y no es fácil desprenderse de la conciencia y del  comportamiento religiosos. No está libre la izquierda radical, aunque se declare atea y materialista de pura cepa, de los pecados de la concepción religiosa del mundo.
3.     La religión es la autoconciencia y autosentimiento del hombre que no se ha adquirido a sí mismo o se ha perdido a sí mismo. Desde el momento en que al hombre le sea necesario imaginar en un cielo fantástico un superhombre, un verdadero hombre, un hombre en el que todo es amor, el hombre que tiene esta imaginación se ha perdido a sí mismo. Busca en la fantasía lo que debe buscar en sí mismo. No quiere crear en la tierra lo que quiere y se imagina  en el cielo. No quiere que Dios se haga hombre y mujer, no quiere que Dios sea todos los hombres y todas las mujeres. Es incapaz de imaginar que pueda existir un mundo en la tierra donde los hombres y las mujeres actúen por amor, que busquen el bien y la felicidad mutua. Lo que los religiosos quieren para el cielo, los irreligiosos lo quieren para la tierra. La igualdad entre los hombres que los religiosos esperan que exista en un cielo fantástico, los marxistas quieren crearlo en la tierra. Eso es la religión: la autoconciencia  y autosentimiento del  hombre que no quiere hacer de sí mismo un superhombre, un verdadero hombre, no estas carroñas de hombres que en la actualidad desolan  el mundo y lo empobrecen hasta la muerte. Esta conciencia y este sentimiento los marxistas debemos tomarlo  de la religión: la conciencia y el sentimiento de que el hombre se ha perdido a sí mismo. Y el número de personas que mueren de hambre a diario en el mundo es una muestra palpable de hasta qué punto el hombre se ha perdido a sí mismo.
4.     El hombre y la mujer no son seres abstractos, agazapados fuera del mundo. El hombre y la mujer son el mundo de los hombres y de las mujeres, el Estado, la sociedad. Este Estado, esta sociedad, producen la religión, una conciencia del mundo invertida, porque ellos son un mundo invertido. ¿Por qué la religión es una conciencia del mundo invertida? Porque siendo Dios una creación de los hombres y de las mujeres,  las cosas aparecen de forma invertida:  el hombre y la mujer se presentan como una creación de Dios. ¿Y por qué la sociedad burguesa es un mundo invertido? Porque siendo el trabajo el creador de todas las formas de plusvalía, el beneficio, el interés y la renta del suelo, las cosas se presentan de forma invertida: el capitalista aparece como el creador de todas las formas de plusvalía. Hay además otra razón: en la representación religiosa la vida del hombre se concibe de forma doble: en la tierra  los hombres son diferentes  por su posición, fortuna y cultura, mientras que en cielo todos los hombres son iguales. Circunstancia análoga sucede en el capitalismo democrático: en la sociedad los hombres son diferentes por su posición, fortuna y cultura, mientras que en el Estado todos los hombres son iguales. Por eso Marx llama al comportamiento del miembro de la sociedad burguesa comportamiento religioso, porque los hombres y las mujeres de la sociedad burguesa llevan una doble vida: como miembros de la sociedad civil son seres prácticos, profanos, ricos y pobres, cultos e incultos, pero como miembros de la comunidad política, como miembros del Estado, llevan una vida ideal e imaginaria:  todo hombre y toda  mujer son iguales a cualesquiera otros hombres y mujeres. Para que se vea esta idea aún más clara añado lo siguiente:  El Estado social y democrático de derecho se comporta de forma idealista con la sociedad civil, desde el momento que hace abstracción de las grandes y profundas diferencias que hay entre los hombres y las mujeres. Así trata Dios a todos los hombres y a todas las mujeres: como a iguales. Eso mismo hace el Estado de derecho. Y lo que el capitalismo hace realidad en el Estado y los creyentes en un cielo fantástico, la igualdad entre los hombres y las mujeres, los marxistas quieren hacerlo realidad en la sociedad civil.
5.     La religión es la teoría general de este mundo, su compendio enciclopédico, su lógica bajo forma popular. Vemos, por lo dicho aquí por Marx, cuánto simplifican los marxistas las cosas cuando hablan de la religión. La presentan como una forma de alienación y poco más, como si los trabajadores no estuvieran alienados y como si los marxistas, por la gracia de Dios, estuvieran exentos de la alienación. La alienación significa la pérdida de sí mismo, la falta de identidad, el sometimiento a poderes y fuerzas extrañas. Y los marxistas, desgraciadamente, andamos por este mundo bastante perdidos, con una gran falta de identidad, y sometidos a las fuerzas y poderes capitalistas de forma brutal. Los marxistas no deberíamos, en parte, ser tan simples, y en parte, pensar que estamos libres de los pecados de la humanidad. Pensemos ahora en lo dicho por Marx: la religión es una teoría general del mundo. ¿Por qué las ideologías viven un claro periodo de decadencia y la religión un periodo de robustecimiento? Porque la religión es una teoría general del mundo y la ideología marxista, para hablar de la que nos ocupa, ha dejado de ser una teoría general del mundo. También dice Marx que la religión es el compendio enciclopédico del mundo. Qué distinta es esta posición, que encuentra en la religión un saber enciclopédico sobre el mundo, que la que es habitual entre la izquierda radical: el rechazo y la negación de la religión. Sólo se trata de darse cuenta que en la religión también hay saber sobre el hombre y la mujer, sobre sus padecimientos, sufrimientos, anhelos y esperanzas. Y los marxistas necesitan asimilar este saber. Los textos religiosos no son obras de Dios ni del Espíritu Santo, son obras de los hombres y de las mujeres que hablan del mundo de los hombres y de las mujeres. Por último, dice Marx: la religión es la lógica del mundo bajo forma popular. Qué diferente es cómo concibe Marx la religión, como lógica del mundo, de como la concibe el ateo vulgar: como una irracionalidad. Así que los marxistas haremos bien en cuidarnos de presentar la religión como fruto de la irracionalidad, y admitir y saber que la religión es un reflejo lógico del mundo. Se trata de comprender que en la religión hay también lógica, y algo más importante: la lógica del mundo.
6.     La religión es el pundonor espiritualista del mundo, su entusiasmo, su sanción moral, su solemne complemento, su razón general de consolación y de justificación. Vemos que la religión aporta muchas cosas que necesita la gente para vivir con cierta dignidad y para que su vida tenga  sentido. La gente necesita tener un sentimiento vivo de su dignidad personal, entusiasmarse con lo que hace, disponer de una moral para evaluar lo que es bueno y lo que es malo, disponer de un complemento que le permita trascender de las limitaciones de su vida diaria,  y de una razón que la consuele ante las desgracias   y que justifique su existencia. Las personas más desgraciadas y más limitadas hallan en la religión un alivio, un respiradero, que da sentido y entusiasmo a su vida. Todo esto lo aporta la religión a la gente. Mientras que los marxistas estamos en este terreno muy atrás, vivimos ajenos a  estos aspectos de la vida, desconociendo su importancia  y su valor. De ahí que en este campo de la vida los marxistas tengan todavía que aprender mucho de los hombres religiosos. Qué diferente es la postura del ateo vulgar, que niega y rechaza la religión, que la de Marx, que nos invita a aprender de ella.
7.     La religión es la fantástica realización de la esencia humana, porque la esencia humana carece de verdadera realidad. La lucha contra la religión es, por tanto, indirectamente, la lucha contra aquel mundo que tiene en la religión su aroma espiritual. La mayoría de la población es religiosa. La gente tiene necesidad de pensar que existe un mundo donde hay paz y no guerra, felicidad y no dolor, armonía y no desequilibrio, amor y no odio. Y si la gente tiene la necesidad de realizar fantásticamente la esencia humana, será porque la esencia humana carece de verdadera realidad, esto es, porque en el mundo de los hombres y de las mujeres hay dolor, penurias, sufrimientos, guerra y odio. De ahí que la lucha contra la religión sea indirectamente la lucha contra la necesidad de la religión, que la lucha contra la necesidad de la religión   sea la lucha contra el mundo que necesita de la religión, y  que la lucha contra el mundo que necesita de la religión sea la lucha contra la guerra, la opresión, el dolor  y la pobreza. Vemos, por tanto, el fondo materialista, el fondo real, que hay en la representación fantástica de la esencia humana.
8.     La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el estado de ánimo de un mundo sin corazón, porque es el espíritu del estado de cosas carentes de espíritu. La religión es el opio del pueblo. Es obvio que vivimos en mundo sin corazón o al que le falta muchísimo corazón. En lugar de corazón lo que hay en el mundo es un infinito egoísmo. Y el pueblo trabajador, a quien el dinero sólo de da para escapar, vive agobiado por los problemas que no cesan de lloverle del cielo. De ahí la tristeza y la resignación que rodea la vida del pobre, del desafortunado, del desgraciado. Y la religión es su suspiro, su aliviadero, su esperanza.  Y al igual que la gente se da a la bebida para olvidar las penas o para hacerlas más llevaderas, también se da a la religión por los mismos motivos.
9.     La superación de la religión como la dicha ilusoria del pueblo es la exigencia de su dicha real. Exigir sobreponerse a las ilusiones acerca de un estado de cosas vale tanto como exigir que se abandone un estado de cosas que necesita de ilusiones. El ateo vulgar lucha contra las ilusiones religiosas de la gente y la invita a abandonarlas para abrazar la ciencia. Pierde de vista que la existencia de un pueblo con ilusiones religiosas supone la existencia de unas condiciones de vida que hace que ese pueblo necesite de esas ilusiones.  Por lo tanto, si exigimos al pueblo que supere la dicha ilusoria que supone la religión, debemos exigir la dicha real de ese pueblo. Y para lograr la dicha real, es necesario liquidar el estado de cosas inhumanas que hace de la religión una necesidad.
10.           La crítica no arranca de las cadenas las flores imaginarias para que el hombre soporte las sombrías y escuetas cadenas, sino para que se las sacuda y puedan brotar las flores vivas. Muchos hombres y mujeres del mundo viven encadenados a la miseria, a la necesidad y al sufrimiento. La religión les aporta unas flores imaginarias que hacen que esas cadenas no sean tan dolorosas. El ateo vulgar no puede pretender arrancar esas flores imaginarias para que dichos hombres y mujeres soporten las sombrías y escuetas cadenas de la necesidad y del sufrimiento. La verdadera tarea humana sería arrancar esas flores imaginarias con el fin de que se liberen de dichas cadenas. De manera que habría que pensar el modo en que se puede liberar a esos hombres y mujeres de ellas.
11.           La crítica de la religión desengaña al hombre y a la mujer para que piensen, para que actúen y organicen su realidad como un hombre y una mujer desengañados y que han entrado en razón, para que giren en torno a sí mismos y a su sol real. La religión es solamente el sol ilusorio que gira en torno al hombre y la mujer mientras éstos no giran en torno a sí mismos. Observemos, antes que nada, el gran contenido humanista que tienen las ideas de Marx. Las ideas de la izquierda radical están tan llenas de política que el resto de los aspectos de la vida humana apenas tienen reflejo en dichas ideas. No se cae en la cuenta que el contenido de la religión, no su teología sobre la existencia de Dios y sus misterios, tiene que ser adquirida y asimilada por la izquierda radical, para que así su ideología se llene de un contenido humanista que la haga atractiva para la gente. Los hombres y las mujeres vivían engañados:   creían que existía un cielo donde habitaba un superhombre y donde todos después de la muerte irían a vivir con él. Pero han sabido que era un sueño ilusorio y  viven el desengaño. Se trata ahora, después de vivir el desengaño, que entren en razón  y actúen y organicen su vida en torno a sí mismos, pero que lo hagan del modo en que se lo imaginaban en el cielo. ¿No imaginaron un cielo donde los hombres y las mujeres eran todos iguales y vivían en paz? Pues bien, que actúen y organicen la vida en la tierra del modo en que lo habían imaginado en el cielo. Se trata de que el hombre y la mujer giren en torno a su sol real y no alrededor de un sol imaginario.
12.           La misión de la historia consiste, pues, una vez que ha desaparecido el más allá de la verdad, en averiguar la verdad del más acá. Y, en primer término, la misión de la filosofía, que se halla al servicio de la historia, consiste, una vez que se ha desenmascarado la forma de santidad de la autoenajenación humana, en desenmascarar la autoenajenación en sus formas no santas. La crítica del cielo se convierte con ello en la crítica de la tierra, la crítica de la religión en la crítica del derecho, la crítica de la teología en la crítica de la política.  Por autoenajenación entendemos el hecho de que el hombre y la mujer terminan dominados por sus propias creaciones. Han creado la religión y terminan dominados por la religión. Esta es la forma santa o religiosa de autoenajenación. Han creado el capital, una relación de producción determinada, y terminan dominados por el capital. Esta es una forma no santa de autoenajenación. Pero la forma de autoenajenación humana que representa el capital, como dice Marx, hay que desenmascararla. Y para esto se necesita mucha ciencia. Y esa ciencia se encuentra en El Capital. ¿Por qué es necesario la crítica al derecho? Porque también es una forma de autoenajenación humana. Al igual que en el cielo fantástico todos los hombres son iguales, el Estado de derecho declara que todos los hombres y las mujeres son iguales, a pesar de las abismales diferencias que existen entre ellos. ¿Y porque es necesario la crítica a la política? Porque la política es el modo en que se encubre y se perpetúa la dominación y explotación del hombre por el hombre. Por lo tanto, de acuerdo con todo lo dicho hasta aquí, la crítica del cielo se convierte en la crítica de la tierra, desenmascarada la verdad del más allá hay que desenmascarar la verdad del más acá.
13.           A modo de conclusión. Es una verdad histórica que los marxistas y los cristianos han compartido intereses políticos comunes. También es cierto que los marxistas y los cristianos podrían hacer un frente común contra la degradación  moral que vive el ser humano a manos de la televisión basura y otras formas bárbaras de educación de masas. También podrían hacer un frente común en la denuncia de las injusticias sociales más indignas, como la que se produce cuando vemos que ciertos deportistas, periodistas, artistas y ejecutivos perciben unos ingresos monetarios claramente desorbitados. En este terreno todavía los marxistas y los cristianos tienen que crear un espacio común, con capacidad política para transformar ciertas parcelas de la vida humana. Pero lo que deben hacer especialmente los marxistas es aprender del contenido humanista de la religión. Bajo esta dimensión  han sido y son muy pobres, y han estudiado y analizado la religión, con toda la historia, cultura y saber que representa,  de un modo simplista y vulgar. Así que sí lo marxistas quieren crecer, fortalecerse y conquistar la hegemonía ideológica, entonces deben cambiar la actitud hacia la religión, deben ser más profundos y más autocríticos. Piensan que la autoenajenación y el comportamiento religioso no les alcanza. Pero esto es un error que deben con urgencia enmendar.
     25 de marzo de 2005.



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