Antes de celebrarse el referéndum en Grecia estuve
tentado de elaborar un artículo crítico contra Syriza. Pero me autocensuré.
Pensé: dejemos primero que los hechos hablen por sí mismos y luego formularé mis conjeturas. Creo que en el seno
de la izquierda radical no existe la libertad de pensamiento o está muy mermada.
Parece como si solo estuviera permitido criticar a la derecha. En su tiempo
quien criticaba el socialismo soviético era tildado de pro imperialista. Hoy
día nadie desde la izquierda radical se atreve a criticar la política y la
economía puesta en práctica por el gobierno de Maduro. Si alguien lo hiciera,
le tacharían de antidemocrático y de que está alineado con EEUU. Criticar al
grandísimo Marx es considerado en el seno de la izquierda radical legítimo,
pero criticar a Pablo Iglesias o a Tsipras está mal visto. Tradicionalmente en
los partidos comunistas y por extensión en los partidos de la izquierda radical
se esgrimía como bandera identitaria la autocrítica, pero en la práctica ha
sido pura consigna. En la actualidad perdura esa circunstancia ideológica. Este
es uno de los mayores defectos de la izquierda radical: no existe la libertad
de pensamiento o está muy mermada. Parece que el posible éxito electoral de Podemos nos obliga a quienes militamos
en la izquierda radical a estar callados y a secundar las consignas que nos
vienen desde arriba. Me siento incómodo con el ambiente ideológicamente tan
enajenado que existe en la actual izquierda radical. Se han instalado las
consignas de la sociología vulgar y parece que todos estemos obligados a
secundarlas. Uno de los participantes en la presentación de la agrupación
electoral Ahora en Común decía que no
se trata de la contradicción entre la izquierda y la derecha sino de la
contradicción entre los de arriba y los de abajo. No soporto la sociología
vulgar. Me parece veneno para la conciencia. ¿No es evidente que el
pseudoconcepto de casta ha dejado ya de tener valor? Es evidente que sí. Pues
lo mismo pasará con la totalidad de los pseudoconceptos de la sociología vulgar
de la cual parece alimentarse en la actualidad gran parte de la izquierda
radical. ¿Alguien cree que con este nivel ideológico tan bajo la izquierda
radical puede llegar lejos? Yo creo que no. Y Syriza es el ejemplo.
¿El hecho de que Podemos
pudiera ganar las elecciones aseguraría un buen futuro para el socialismo
en España o para los intereses de la clase trabajadora? Yo afirmo con
rotundidad que no. No basta con el “sí se puede”. En términos éticos no me fío
de Pablo Iglesias. El modo en que se dirige a IU es inadmisible. La
consigna “Yes we can” –en español “si se
puede”– viene de EE.UU. Justamente una
nación que no es ejemplo de democracia ni de socialismo. También es una nación
muy afectada por la religión y la filosofía idealista. Lo cierto es que aunque se grite “sí se
puede”, en la realidad muchas cosas no se pueden. Ha sucedido con las promesas
de Obama –que a fin de cuentas bajo el punto de vista de las conquistas
sociales de la UE no es gran cosa–, y ha sucedido con las promesas de Syriza.
Tanto Syriza como Podemos deberían distinguir el querer
del poder. Deberían detallar qué es lo que quieren y cuánto de lo que quiere se
puede. El problema de Podemos es que
ni tan siquiera quiere definir lo que quiere. Por el fin, la conquista del
poder político, son capaces de sacrificar los más mínimos principios
ideológicos como la diferencia entre izquierda y derecha. Pablo Iglesias afirma
que bajo el predominio de esa contradicción es imposible que Podemos o cualquier otra formación
política popular pueda ganar las elecciones. Quieren ignorar que la diferencia
entre izquierda y derecha es la expresión política de la diferencia económica
entre socialismo y capitalismo, entre trabajo y capital. Y la diferencia entre
socialismo y capitalismo es una diferencia que atraviesa toda la historia desde
el siglo XIX hasta nuestros días. Por el deseo ciego de conquistar el poder
político, Pablo Iglesias y Monedero son
capaces de oponerse a las ciencias sociales e históricas. Y quieren encima que
los intelectuales que hemos militado desde siempre en la izquierda radical les
secundemos. Quieren ponernos de ejemplo, no al partido bolchevique de los
tiempos de Lenin, sino al Partido Socialista Unido de los tiempos de Chávez y
Maduro, quieren que abracemos no el marxismo sino el populismo.
Grecia está peor que hace cinco meses: recesión
frente a crecimiento, déficit frente a superávit primario y corralito frente a
estabilidad financiera. La actitud de Varufakis como la del propio Tsipras al
frente de Syriza debe ser catalogada de aventurerismo político. Han perjudicado
al pueblo griego. Ninguna de las pretensiones programáticas de Syriza han
podido ser cumplidas. Las condiciones propuestas por Tsipras después del
referéndum a la troika son un 63% más duras que las que habían antes del
referéndum. No ha podido evitar subir el IVA, privatizar empresas del Estado y
recortar las pensiones. Es duro, muy duro. Pero si hubiera firmado hace cinco
meses, las condiciones económicas de Grecia hubiesen sido mejores. Syriza
confundió el querer con el poder. Lo que
anunciaba que podía hacerse era en verdad lo que quería hacer. El problema que
tenía que resolver Syriza no era un problema de soberanía del pueblo griego,
sino en todo caso un problema de la soberanía de todos los pueblos que
constituyen la Unión Europea. Algunos dicen que Tsipras obtuvo una victoria
pírrica, yo afirmo que lo que obtuvo fue una victoria simbólica. A la izquierda
radical le encanta los símbolos y se envuelve tanto en ellos que pierde la
cordura y el sentido de la realidad. Me duele que el aventurerismo político de
Syriza lo pague el pueblo trabajador griego.
Cuando pienso que Krugman aconsejaba al pueblo
griego que votara que “no” para propiciar
la salida de Grecia del euro, comprendo hasta qué punto el intelectualismo
reformista venido de fuera, de EEUU, puede ser nocivo. Creo que aunque Krugman
quiera defender a los pobres, debe saber que él no es pobre. Lleva una vida muy
acomodada. Tiene altos ingresos. Creo igualmente que el error de muchos voceros
de Podemos que hablan siempre en
defensa de los pobres, es el mismo que el de Krugman: ellos no son pobres. Es
más: toda la clase obrera no es pobre. La demagogia actual tiene mucho que ver
con el empeño de algunos políticos populistas de hablar en nombre de los pobres
y olvidarse del pueblo trabajador que no es pobre. Los indignados del 15 M
gritaban, refiriéndose a los partidos de aquel entonces, “ustedes no nos
representan”. Pues yo digo que Podemos y
Syriza a mí no me representan. IU sí.
Pues, de acuerdo con lo repetido hasta la saciedad por IU, Syriza es muy IU, así que no veamos ahora a IU como la vanguardia bolchevique, porque no lo es (ni siquiera el PCE, desgraciadamente).
ResponderEliminarPor lo demás, de acuerdo en general, salvo en que ahora estén peor que hace cinco meses, o que de haber aceptado la claudicación hace 5 meses, "porque era lo único que se podía", los griegos estarían mejor hoy. Ahí creo que se ha pasado usted de frenada.