Cuando en 2008 se desató la crisis financiera
causando tanto destrucción de riqueza y empleo como lo hizo, algo tuvo de
positivo: puso de manifiesto que la teoría económica convencional no era tan científica
como se suponía. La llamada ingeniería financiera que todo el mundo alababa
como el no va más de la aplicación de las matemáticas al mundo del dinero y
obra de las mentes más lúcidas del momento, se manifestó como lo que era: un
medio de esquilmar riqueza a los inversores y ahorradores. Desde las propias
filas capitalistas se señalaba que los economistas no habían sabido pronosticar
tamaño desastre. El carácter predictivo de la economía convencional quedaba en entredicho
y sus conceptos caían en bancarrota. Se afirmaba desde las propias filas
capitalistas que el capitalismo tenía que ser refundido. Pero al final de todo
el proceso crítico, la izquierda
reformista se conformó con formular que la culpa de todo ese desastre la tenía la
política económica neoliberal, esto es, la desregularización financiera y la
codicia. Y la izquierda “radical” secundó ese pronóstico y asumió esos
conceptos. Aunque se hablaba, con
carencia total de fundamentos, que Marx había renacido, que su teoría económica
había cobrado de nuevo vigencia, lo cierto es que han sido los conceptos de la
economía convencional los que han predominado.
Llegaron después las políticas económicas para
remediar los duros efectos de la crisis. Volvió a dominar la política económica
neoliberal, sobre todo entre los países miembros de la UE, aunque esta vez con
la cara de la austeridad. Ahora la contradicción se situaba entre la política
de la austeridad, contención del gasto estatal, y la política keynesiana,
aumento del gasto estatal. Aunque se seguía hablando del renacimiento de Marx,
los conceptos dominantes seguían siendo los de la economía convencional.
Keynes, aunque algunos dan a entender lo contrario, era un defensor profundo
del capitalismo. Lo que quería era un capitalismo que funcionara correctamente y
no un capitalismo que atendiera las necesidades de los pobres. Todos los
teóricos capitalistas quieren el pleno empleo o un paro muy reducido, no porque
estén preocupados por el destino de las capas pobres de la población, sino
porque bajo esas condiciones se logra un mayor crecimiento económico y con ello
un mayor enriquecimiento de los capitalistas. Keynes en el capítulo XVI de su Teoría general de la ocupación, el interés y
el dinero, expresa ese espíritu en los siguientes términos: “El engaño
proviene de creer que el propietario de riqueza desea un bien de capital por sí
mismo, cuando en realidad lo que efectivamente desea es su rendimiento probable”.
Llegó luego la etapa dura de la austeridad: Mucho
paro y reducción del Estado del bienestar. La crisis esta vez alcanzaba de
manera dramática a las capas jóvenes de la población. Aun cuando fueran
titulados universitarios, no conseguían trabajo o si lo conseguían era muy
precario. Sobrevino el momento de la indignación con sus grandes movimientos de
masas. La corrupción se había extendido como una plaga y los políticos estaban
de espalda a la población que sufría los efectos devastadores de la crisis.
Llegó más tarde Podemos, la
cristalización política del movimiento de la indignación, pero con una
ideología política reaccionaria, sustitución teórica la contradicción entre
izquierda y derecha por la falsa contradicción entre los de arriba y los de
abajo, y una ideología económica socialdemócrata. Aunque algunos seguían
hablando de Marx, como lo hace Pablo Iglesias, repitiendo lo que Marx escribía
a Kugelmann el 12 de abril de 1871 en
una valoración de la Comuna de Paris, “tomar el cielo por asalto”,
lo cierto es que el movimiento populista de Podemos
ha enterrado por completo los conceptos fundamentales de Marx y ha
instaurado la economía y la sociología vulgares. Y cuando se entierran los
conceptos fundamentales de Marx, se entierra la predilección por descubrir las conexiones
internas de las cosas.
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