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martes, 21 de julio de 2015

Los derroteros de la crisis financiera


Cuando en 2008 se desató la crisis financiera causando tanto destrucción de riqueza y empleo como lo hizo, algo tuvo de positivo: puso de manifiesto que la teoría económica convencional no era tan científica como se suponía. La llamada ingeniería financiera que todo el mundo alababa como el no va más de la aplicación de las matemáticas al mundo del dinero y obra de las mentes más lúcidas del momento, se manifestó como lo que era: un medio de esquilmar riqueza a los inversores y ahorradores. Desde las propias filas capitalistas se señalaba que los economistas no habían sabido pronosticar tamaño desastre. El carácter predictivo de la economía convencional quedaba en entredicho y sus conceptos caían en bancarrota. Se afirmaba desde las propias filas capitalistas que el capitalismo tenía que ser refundido. Pero al final de todo el proceso crítico,  la izquierda reformista se conformó con formular que la culpa de todo ese desastre la tenía la política económica neoliberal, esto es, la desregularización financiera y la codicia. Y la izquierda “radical” secundó ese pronóstico y asumió esos conceptos.  Aunque se hablaba, con carencia total de fundamentos, que Marx había renacido, que su teoría económica había cobrado de nuevo vigencia, lo cierto es que han sido los conceptos de la economía convencional los que han predominado.
 
Llegaron después las políticas económicas para remediar los duros efectos de la crisis. Volvió a dominar la política económica neoliberal, sobre todo entre los países miembros de la UE, aunque esta vez con la cara de la austeridad. Ahora la contradicción se situaba entre la política de la austeridad, contención del gasto estatal, y la política keynesiana, aumento del gasto estatal. Aunque se seguía hablando del renacimiento de Marx, los conceptos dominantes seguían siendo los de la economía convencional. Keynes, aunque algunos dan a entender lo contrario, era un defensor profundo del capitalismo. Lo que quería era un capitalismo que funcionara correctamente y no un capitalismo que atendiera las necesidades de los pobres. Todos los teóricos capitalistas quieren el pleno empleo o un paro muy reducido, no porque estén preocupados por el destino de las capas pobres de la población, sino porque bajo esas condiciones se logra un mayor crecimiento económico y con ello un mayor enriquecimiento de los capitalistas.  Keynes en el capítulo XVI de su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, expresa ese espíritu en los siguientes términos: “El engaño proviene de creer que el propietario de riqueza desea un bien de capital por sí mismo, cuando en realidad lo que efectivamente desea es su rendimiento probable”.
Llegó luego la etapa dura de la austeridad: Mucho paro y reducción del Estado del bienestar. La crisis esta vez alcanzaba de manera dramática a las capas jóvenes de la población. Aun cuando fueran titulados universitarios, no conseguían trabajo o si lo conseguían era muy precario. Sobrevino el momento de la indignación con sus grandes movimientos de masas. La corrupción se había extendido como una plaga y los políticos estaban de espalda a la población que sufría los efectos devastadores de la crisis. Llegó más tarde Podemos, la cristalización política del movimiento de la indignación, pero con una ideología política reaccionaria, sustitución teórica la contradicción entre izquierda y derecha por la falsa contradicción entre los de arriba y los de abajo, y una ideología económica socialdemócrata. Aunque algunos seguían hablando de Marx, como lo hace Pablo Iglesias, repitiendo lo que Marx escribía a Kugelmann el 12 de abril de 1871  en una valoración de la   Comuna de Paris, “tomar el cielo por asalto”, lo cierto es que el movimiento populista de Podemos ha enterrado por completo los conceptos fundamentales de Marx y ha instaurado la economía y la sociología vulgares. Y cuando se entierran los conceptos fundamentales de Marx, se entierra  la predilección por descubrir las conexiones internas de las cosas.
 

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