Siempre les insisto a mis alumnos que tienen que renovar sus conceptos y actualizarse. Si no lo hacen, los conceptos quedan anquilosados, viéndose desprovistos de movimiento y evolución. También les recuerdo que hay que volver a los clásicos o incorporar nuevos clásicos. Así que en las reuniones del Cekam iniciamos de nuevo el estudio de una obra de Vygotsky: La imaginación y el arte en la infancia. En esa obra Vygotsky usó de forma regular una obra de Ribot: La imaginación creadora. Me hice con ese libro y ya le he dado una primera lectura y he tomado muchas anotaciones. Gracias al estudio de esas dos obras, he renovado, ampliado y fortalecido mi saber sobre psicología del conocimiento.
Tuve un sueño que les voy
a relatar. Mi sobrina Inés me recordó, con cierta incomodidad, que necesitaba
que le devolviera los ocho millones de pesetas que hacía años me prestó. Me
quedé atónito. No recordaba que ella me hubiera dado ese préstamo. Pero si ella
lo decía, sería verdad. Pensé al momento en mis ahorros. Tenía que saber
cuántos euros representaban esos ocho millones de pesetas. Le dije que usara la
calculadora que figura en la pantalla del ordenador. Pero no aparecía. Este
hecho no es casual: yo siempre hago uso de ella en mi portátil, pero mi pareja
nunca hace uso de ella por un tema puramente accidental que carece de
importancia contar. Después le dije que hiciera uso de la calculadora, de esas
que se alimentan por luz. Pero, no puedo explicar las razones, tampoco
funcionó. Me dije: pues nada, lo calculo a mano. Pero cuando escribía los
números, uno tras otro se desmoronaban y quedaban reducidos a polvo. Después me
desperté o el sueño cesó.
Durante todo el tiempo
estuve recordando cuántas pesetas representaban un euro. Me rondaba la cabeza
una cifra aproximada a 376 pesetas. No obstante, yo sentía que esa cifra no era
correcta. Un euro vale 166,386 pesetas. Cuando en 2002 España inició su
andadura en el euro, yo llevaba varios meses cambiando los datos de los
programas de facturación y dando instrucciones a los empleados para que no
cometieran errores con la nueva moneda. Lo cierto es que en vigilia esa cifra,
166,386, estaba y está muy fresca en mi memoria, pero en el sueño no había
manera de recordarla con exactitud. El sueño lo viví con mucha angustia: no solo porque me quedaría sin mis ahorros,
sino que encima me quedaría deudor. Y esa angustia, ese sufrimiento, se
expresaba además en la imposibilidad de hacer los cálculos. Los sueños son
caprichosos, pero si su finalidad es amargarte la vida, más caprichosos se
vuelven.
¿Qué hay de realidad, qué
de imaginación y qué de fantasía en el sueño? Es real los préstamos entre
familiares, es real que hay que devolverlos y es real que España inició su
andadura en el euro en el 2002. También es real que se pueden hacer cálculos
con una calculadora electrónica y con bolígrafo y papel. Hay más cosas reales
en ese sueño, pero no es necesario mencionarlas todas. ¿Qué hay de imaginario
en el sueño? Que yo le debiera ese dinero a mi sobrina, el valor en pesetas en
euros que yo tenía en mente y que no pudiera usar la calculadora del ordenador
ni la que funcionaba mediante luz. ¿Qué hay de fantástico en el sueño? Que los números escritos en el folio se
desmoronaran.
¿Por qué diferencio
imaginación de fantasía? Imaginación es aquello que estando presente en el
sueño y no siendo verdad, no obstante, sí puede ser verdad en acto. Yo no le
debía esa cuantiosa suma de dinero a mi sobrina, pero en la realidad, en acto,
es posible que ella me pudiera haber prestado ese dinero en esa cantidad o en
otra cantidad menor. Pero lo que de ninguna manera sería verdad en acto sería
que los números escritos con bolígrafo sobre papel se desmoronaran. Así que por
imaginación entiendo aquello que no siendo verdad en sueño puede serlo en acto,
y por fantasía entiendo aquello que no solo no es verdad en sueño sino tampoco
en la realidad o acto.
Por último, en el sueño
también son verdades mis estados emocionales: mi angustia y mi miedo a perder los
ahorros. Hay dos funciones básicas en la imaginación: la disociación y la
asociación. Siempre que tenemos una experiencia, con mayor o menor cantidad de
percepción e ideación, nunca recordamos la totalidad de los aspectos presentes
en dicha experiencia. De ahí que de forma natural se produzca en toda
experiencia la disociación. Mientras que la asociación es la libertad que tienen nuestras funciones psicológicas superiores, memoria e imaginación entre otras,
para unir las imágenes que se quieran. ¿Cómo se produce la asociación? Por
diversos medios: por contigüidad y por parecido. Pero en mi caso la unión la produjo
la emoción: la angustia y el temor. Una última cuestión: ¿Cómo debemos entender
el sentido del sueño? En que cada parte o momento del sueño, todos extraídos de
la memoria, desempeñan un papel funcional y se despliega temporalmente de forma
adecuada en el sueño. Todo eso es lógica, aunque sea la lógica del sueño.
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