Les transcribo unas palabras de Marx contenidas al inicio de la introducción de su trabajo titulado En torno a la crítica de la Filosofía del derecho: “El hombre, que solo ha encontrado en la realidad fantástica del cielo, donde buscaba un superhombre, el reflejo de sí mismo, no se sentirá ya inclinado a encontrar solo la apariencia de sí mismo, el no-hombre, donde lo que busca y debe necesariamente buscar es su verdadera realidad”.
La realidad fantástica
Este concepto me chocó. Yo siempre he opuesto la
realidad y la fantasía, de manera que al verlos unidos me creó un dilema. Pero
he dado con una solución. Partamos de un ejemplo que he expuesto muchas veces.
Ponemos una manzana delante de un espejo. Se duplica el mundo: en vez de una
manzana tengo dos: una fuera del espejo y otra en el espejo. ¿En qué se parecen
y en qué se diferencian? Se aparecen porque ambas tienen el mismo valor aparente o
valor referencial. No hay duda de que la manzana que está en el espejo es la misma
que está fuera del espejo. ¿En que se diferencian? En que la manzana que está
fuera del espejo tiene cuerpo de manzana y la que está en el espejo tiene
cuerpo de cristal.
Ahora recurro a Hegel. Hegel afirma que la
apariencia forma parte de la realidad. Esto es, la apariencia es también real.
Por lo tanto, la apariencia existiendo en cuerpo ajeno, a la que denominaremos
imagen, también es real. De forma generalizada podemos afirmar que todas las
imágenes, las que existen en los espejos, en las fotografías, en el cine y en
los sueños son realidad o constituyen parte de la realidad. Ahora me queda por
resolver el tema de la fantasía. Volvamos a nuestro ejemplo de la manzana y el
espejo. El diámetro de una manzana estándar es de aproximadamente 10 centímetros.
Supongamos que nosotros disponemos de un espejo que agranda la imagen; y vez de
reflejar una manzana de 10 centímetros de diámetro, la manzana que aparece en
el espejo tiene un diámetro de 1 metro. Ya tengo resuelto el problema de la
fantasía. La manzana del espejo sigue siendo real porque su apariencia, su
color y figura esferoide, es la de una manzana real. Sin embargo, su diámetro
la diferencia de modo radical de una manzana real. Por lo tanto, la manzana del
espejo es una realidad fantástica. Así que problema resuelto.
La imagen como apariencia en cuerpo propio
Es habitual en el mundo comercial y en el mundo de
la moda afirmar que un pan tiene una buena imagen, que un automóvil tiene una
buena imagen o que una persona tiene buena imagen. Yo me he resistido a aceptar
esa catalogación. No me parece correcto llamar imagen a la apariencia de una
cosa o de una persona. ¿Por qué? Porque por imagen en sentido estricto la
defino cuando la apariencia existe en cuerpo ajeno. No obstante, en la práctica
me he visto obligado a claudicar, porque no es habitual decir de un pan que
tiene buena apariencia, de un coche que tiene buena apariencia y de una persona
que tiene buena apariencia. Además, porque cuando afirmamos que una cosa o
persona tiene buena imagen, incluimos más cosas que cuando decimos que tiene
buena apariencia. Cuando hablamos de la buena imagen de una cosa estamos
incluyendo valores estéticos que no necesariamente incluimos cuando hablamos de
una buena apariencia. ¿Cómo puedo resolver este problema? ¿Cómo puedo legitimar
que es adecuado o correcto llamar imagen a la apariencia existiendo en cuerpo
propio?
Con Marx asimilé el concepto de soporte material. En
este sentido, en El Capital, Marx afirma que el valor de uso, además de
constituir el contenido material de la riqueza, es el soporte material del
valor. Así que reflexiono sobre el asunto que nos preocupa a raíz de esta forma
de plantear Marx las cosas. La manzana que existe en el espejo tiene cuerpo de
cristal, pero de esta misma manzana podemos tener una imagen existiendo en
cuerpo de plástico, o existiendo en una fotografía, en una película de vídeo,
en nuestros sueños y en nuestros recuerdos. Doy otro paso. Adoptaré un punto de
vista fenomenológico y afirmaré: Hasta ahora he considerado al cuerpo como lo
sustantivo y el color y la figura como lo adjetivo. Pero cambio de tercio: A
partir de ahora consideraré al valor aparente como lo sustantivo y al cuerpo
como lo adjetivo. Así que ahora me expresaré del siguiente modo, dándole la
palabra al propio valor aparente: La apariencia de la manzana afirmará que,
para los seres humanos, dependientes de la necesidad, el cuerpo es lo decisivo,
pero para sí misma no. ¿Por qué? Porque la apariencia de la manzana seguirá
siendo la misma mientras que su cuerpo varía: cuerpo de manzana, cuerpo de
cristal y cuerpo de plástico. Desde ese momento el cuerpo ya no figurará bajo
la contradicción de cuerpo propio y cuerpo ajeno, sino que cualquier cuerpo se
convertirá en su soporte material, incluido su cuerpo propio. Vistas así las
cosas, puedo considerar como imagen la apariencia existiendo en cuerpo propio,
esto es, siempre que lo conciba como un simple soporte material. Así que dilema
resuelto.
El superhombre y el reflejo de sí mismo
Aquí he resolver la contradicción entre “la
apariencia de sí mismo” del ser humano y su “verdadera realidad”, esto es,
entre apariencia y realidad. También he de aclarar que afirmando Marx que Dios
es la apariencia del hombre, al mismo tiempo afirma que la apariencia de sí
mismo del ser humano, esto es, Dios, es “el no-hombre”. Desde hace muchos años
he señalado la importancia de considerar los conceptos de manera plástica y no
rígida. Un ejemplo: si afirmamos de una persona que es un colérico, no podemos
afirmar que siempre sea un colérico. Si consideramos que las cosas, los entes,
se desarrollan, hemos de tener en cuenta que no en todas las fases de su
desarrollo tienen el mismo aspecto. Y como los conceptos son el reflejo mental
de las cosas, estos no siempre tienen el mismo aspecto o se destaca el mismo
aspecto. Del mismo modo podemos afirmar que en un sentido Dios es la apariencia
del hombre, y en otro sentido, en una fase distinta del desarrollo del
concepto, podemos afirmar que Dios es el no-hombre.
En mis reflexiones sobre los modos de expresión siempre
he utilizado una sencilla manzana que coloco delante de un espejo. Es evidente
que desde que en vez de una manzana coloco un ser humano, la situación
experimental se complejiza, y más lo hace aún cuando el reflejo o imagen
refleja del hombre es Dios. Así que no podré proceder del mismo modo que cuando
situaba una manzana delante de un espejo, hasta el punto que incluso me veré
obligado a modificar por extensión el concepto de apariencia. Para ello introduciré
el concepto grados de realidad de la apariencia.
Hablemos de un héroe cinematográfico: Superman. Con
una mano era capaz de levantar un camión y cuando corría podía hacerlo más rápido
que un automóvil. Cuando en el espejo veíamos una manzana con un diámetro de un
metro, ya la apariencia de manzana había reducido su grado de realidad. Pero
ahora cuando observamos las proezas de Superman, la reducción del grado de
realidad de esa apariencia, porque a fin de cuentas Superman es un ser aparente,
es notablemente mayor. Ahora pensemos en Dios: un ser puramente espiritual, de
amor y bondad infinitas, con un ser ajeno al tiempo, que conoce de antemano
todo el futuro próximo y venidero de la humanidad, y que es omnisciente. En
este caso el grado de reducción de la realidad de este ser aparente ha llegado
al extremo. Pues bien, por esta razón, por esta pérdida tan extrema de
realidad, es lógico que Marx llame a Dios, en tanto apariencia del mismo ser
humano, no-hombre. De esta manera queda legitimado teóricamente el uso que hace
Marx de la contradicción entre apariencia y realidad, que nada tiene que ver
con el uso que hace Bertrand Russell de esa pareja de contrarios. Así que
rematamos: Todas las apariencias que existen en cuerpo ajeno siempre estarán
dotadas de un grado de realidad. En algunos casos el grado de realidad será
alto, en otros será mediano, y en otros el grado de realidad será muy bajo.
Cuando se da este caso, cuando el grado de realidad de una imagen es muy bajo,
en tal caso dicha apariencia se presentará como la negación del ser del cual dicha
apariencia es imagen. Así que si, por una parte, Dios, en tanto esencia enajenada
del ser humano, se presenta como la apariencia del ser humano, por otra parte,
en tanto pérdida extrema del grado de realidad de su apariencia, se presenta
como su negación. De ahí que Marx nos invite, una vez nos hemos desengañado de
la existencia de Dios, que busquemos la verdadera realidad del ser humano. No
en vano unos párrafos más adelante Marx hace la siguiente afirmación: “La
crítica del cielo se convierte con ello en la crítica de la tierra, la crítica
de la religión en la crítica del derecho, la crítica de la teología en la
crítica de la política”.
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