Siempre que
leo Filosofía me preocupa el análisis del lenguaje en que se expresan las ideas
filosóficas. Es una preocupación que me viene de mi convicción de que la
filosofía analítica, el positivismo lógico y el análisis del conocimiento,
desarrollados en el siglo XX, revolucionaron el saber filosófico y decidieron
que lo primero que hay que hacer en Filosofía es conseguir proposiciones con
sentido, huyendo de tautologías, falsas identidades y confusiones gramaticales,
como sustantivar verbos, como el ser, adverbios, como la nada, o confundir ser
con estar, ser con existir, o equiparar mitos con razones. En ese sentido, me
ha encantado leer tu tesis sobre Spinoza y Dios. Umpiérrez, tu filosofía, a
pesar de hablar de abstracciones, sustancia, Dios, entes, atributos, modos, se
entiende porque empleas un lenguaje con sentido. Y así, el saber filosófico
puede ser útil, no importa si práctico; pero real, es decir, conforme a la
realidad, aunque sea formal.
Por eso, no
estoy de acuerdo con tu segunda proposición, la que explica por qué el saber
filosófico es el menos útil de los saberes “porque es el saber más alejado de
la realidad”. Estoy de acuerdo en que es el menos práctico, pero ¿por qué el
menos útil? ¿Es correcto identificar lo útil, o lo práctico, con lo real?
Reaccionar
de modo formal es analizar el lenguaje. No estoy de acuerdo con que se
descalifique el modo formal. Hay que delimitar los conceptos de causa y efecto.
Si la causa se causa a sí misma, ¿qué es primero, la causa o el efecto? ¿O son
simultáneos? Para que no se produzca el absurdo, hay que partir de la base de
que la causa es de alguna manera anterior al efecto. Por lo mismo, y a pesar de
que lo haya dicho el mismo Hegel, “podemos pensar en algo que sea causa de sí mismo” es una proposición sin sentido,
porque “causa de sí mismo” es impensable.
Tu
exposición es una lección digna de un gran filósofo. El método inductivo parte de un axioma (proposición no
demostrada), la existencia de los entes, y llega a la formación del concepto.
Va de lo particular a lo general. El método deductivo sigue el camino
contrario, de lo general –concepto- se dirige a lo particular –entes-. Como van
en sentido contrario sus puntos de partida y de llegada son los mismos, aunque
en diferente orden. El que fue punto de partida se convierte en punto de
llegada. Y aquí está la falacia. Si el inductivo deja sin demostrar la
existencia de los entes e induce el concepto general, ¿por qué el deductivo
parte del punto de llegada del inductivo y deduce la existencia de los entes, que,
¡vaya casualidad! resulta que había quedado sin demostrar? Por lo tanto, del
concepto de Dios, por más Spinoza que se sea, no se deduce su existencia, ya
que esa existencia era solo un axioma, y sigue sin demostración.
No
obstante, no sé a que viene tu última proposición. ¿Hay que deducir que “Si alguien quiere convencerse de
que es imposible que Dios exista, entonces debe leer a Spinoza, o sería mejor establecer que
leyendo a Spinoza uno no se convence de la existencia de Dios, lo cual no
quiere decir que no exista?
Un
afectuoso saludo.
Santiago
Martínez
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