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miércoles, 28 de mayo de 2003

Reflexiones filosóficas-semiológicas

1.     Los conceptos y su vigencia. Hay dos razones que obligan a cambiar los conceptos que uno tiene sobre un determinado  objeto: una, que el objeto haya sufrido alguna modificación de orden cualitativo, y otra, que un nuevo análisis del objeto haya aportado aspectos nuevos no recogidos por el viejo concepto. Y como ninguna de estas dos razones se han producido, no veo la necesidad de cambiar los conceptos que he esgrimido en la Semiología del mundo animal.

2.     Los conceptos y su elaboración. Al igual que para ti la “Arqueología del saber” de Foucault representa un referente fundamental en este tema que nos ocupa, para mí lo representa “La actividad nerviosa superior” de Pavlov. Este famoso fisiólogo se aisló durante 10 años para estudiar la actividad nerviosa superior  de un determinado animal: el perro. De las múltiples conexiones que establece el organismo animal con su entorno seleccionó una sola: la conexión alimenticia. Y estudió dicho conexión, no en la compleja red de relaciones en la que hace su vida normalmente el perro, sino en sus factores más elementales: el propio perro, su audición, su segregación  salivar, la carne y el gong de la campana. Los conceptos con que explica la actividad nerviosa superior del perro no los definió previamente, sino que los elaboró a partir de los hechos observados. Se trata en este caso de seguir la pauta de la teoría del conocimiento materialista dialéctico: partir del conocimiento sensible, de lo particular, para llegar al conocimiento lógico, lo universal. Y esta es la pauta que yo he seguido en mi trabajo “Semiología del mundo animal”. Mi punto de partida son dos hechos particulares: cómo caza la víbora del desierto a una salamanquesa y cómo caza la serpiente cola de lombriz a una rana. En ambos casos  los depredadores emplean una táctica semiológica, de la cual doy una determinada explicación, y a partir de la cual elaboro la concepción de que bajo el punto de vista de la Semiótica los objetos del mundo son unidades de dos caras: cuerpo y apariencia.  Creo que si alguien quisiera poner en cuestión el rigor de mi estudio, a mi juicio debería atender a dos aspectos: uno, demostrar que mi análisis de los hechos es insuficiente o falso, y dos, probar que los conceptos que elaboro no brotan de los hechos observados sino que han sido introducidos de una manera forzada desde fuera.
3.     La representación religiosa. Soy profundamente ateo. Defiendo, siguiendo a Marx, que no fue Dios quien creó al hombre, sino el hombre a Dios. De manera que al estar hecho por los hombres, Dios fue concebido de modo antropomórfico. Así que todo lo que encontramos en Dios como propiedades extremas y absolutas, las encontramos en los hombres como propiedades limitadas y relativas. Dicho de otro modo: Dios es un hombre idealizado. Además de que en Dios sólo encontramos al hombre (y esto nada tiene que ver con la fe), también ocurre que todas las religiones tienen su propia representación de Dios y su teología. Lo único que hice en la exposición de mi trabajo es tener en cuenta la representación religiosa cristiana de la unidad del cuerpo y del alma, que es conocida por todo el mundo, como ejemplo analógico de la representación que yo tengo de los objetos de la semiología como unidad de cuerpo y apariencia. Y lo empleé además porque muchas cosas que se dicen del alma en su relación con el cuerpo, pueden decirse de la apariencia en su relación con el cuerpo. No quisiera terminar este apartado sin que escuchemos unas palabras de Marx a este respecto: “El hombre es el mundo de los hombres, el Estado, la sociedad. Este Estado, esta sociedad, producen la religión, una conciencia del mundo invertida, porque ellos son un mundo invertido. La religión es la teoría general de este mundo, su compendio enciclopédico, su solemne complemento, su pundonor espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su razón general de consolación y de justificación”. Dicho de forma operativa: en la religión encontramos teoría y razón, y no exclusivamente fe.
4.     La apariencia y la cosa en sí. A este respecto subrayo tres juicios tuyos: 1) la apariencia es resultado de la percepción, 2) la realidad es ella misma apariencia, y 3) sólo me adhiero al pensamiento de que, en sí misma, (la realidad) es incognoscible. Responderé a tus planteamientos juicio por juicio. Primer juicio: no creo que la apariencia sea un resultado de la percepción, sino uno de los tantos modos del ser de la realidad. Es cierto que la realidad existe para los órganos de los sentidos como apariencia, pero no lo es que sea resultado de la actividad perceptiva de los órganos de los sentidos. De todos modos este juicio tuyo, que la apariencia es resultado de la percepción, se contradice con tu segundo juicio, donde afirmas que la realidad es ella misma apariencia. Segundo juicio: tú mantienes que la realidad es ella misma apariencia, y yo afirmo que la apariencia es una parte de la realidad y no algo opuesto a la realidad. De modo que en este punto estamos totalmente de acuerdo. Tercer juicio: tú concibes la realidad de manera doble, como apariencia y como ser en sí misma, yo  por mi parte la concibo como unidad de apariencia y esencia en el ámbito de la teoría del conocimiento, y como unidad de cuerpo y apariencia en el ámbito de la Semiótica. Por lo tanto, estamos de acuerdo en dos puntos, que la apariencia es una parte de la realidad y que la realidad es una unidad doble, y estamos en desacuerdo en la concepción del otro lado de la realidad que no es la apariencia, que tú lo concibes como un ser en sí mismo y yo como esencia en un caso y como cuerpo en otro caso.
5.     La realidad en sí misma. Está de sobra reconocer que en su desarrollo las investigaciones semióticas  tropiezan inevitablemente con problemas filosóficos, más especialmente con problemas gnoseológicos, y que es necesario resolverlos. De ahí que debamos admitir que la Semiótica encuentra en la Filosofía algunos de sus fundamentos. Tu representación de la realidad como unidad de apariencia y de ser en sí  coincide con la representación de Kant. Al igual que coincides con Kant en tu postura gnoseológica respecto de la realidad en sí o cosa en sí: caracterizándola como incognoscible. A este respecto te diré primero lo que opino  de acuerdo con Hegel, y después de acuerdo con Engels. Si Kant afirma que la cosa en sí no puede ser conocida por los sentidos ni por la razón, ¿cómo supo de su existencia? ¿Cómo puedo saber que algo existe sin conocerlo? De ninguna manera, sólo por fe. No en vano Hegel opinaba que la cosa en sí de Hegel era un pensamiento vacío o la nada.  Engels, por su parte, respondió a la cosa en sí de Kant de la siguiente manera: “Si podemos demostrar la exactitud de nuestro modo de concebir un proceso natural, reproduciéndolo nosotros mismos, creándolo como resultado de sus mismas condiciones, y si, además, lo ponemos al servicio de nuestros propios fines, daremos al traste con la “cosa en sí “ inasequible de Kant. Las substancias químicas producidas en el mundo vegetal y animal siguieron siendo “cosas en sí” inasequibles hasta que la química orgánica comenzó a producirlas unas tras otras; con ello, “la cosa en sí” se convirtió en una cosa para nosotros,...”.
6.     El espejo y la manzana. En vez de poner a un hombre mirándose en un espejo, o a un hombre mirando una manzana, quité al hombre de por medio de ambos extremos.  Si en vez de un complejo ojo pongo un espejo, paso de lo complejo a lo simple. Si en vez de poner un complejo hombre  pongo una manzana, paso igualmente de lo complejo a lo simple. Y esto es lo que busco: analizar los fenómenos semióticos más sencillos que existan. Y la relación de reflejo que existe entre una manzana y un espejo es un caso de fenómeno simple, o al menos más simple que si introdujéramos al hombre de por medio. A este respecto lo único que señalé en mi mensaje anterior es que el estudio semiótico de esta relación aparece publicado en el Archivo de Semioticians bajo el título “Reflexiones sobre semiótica”. Otra cosa sería que tú me emplazaras a que yo diera una explicación sobre los modos de expresión, que es el capítulo donde se estudia la relación entre el espejo y la manzana. Emplazamiento que yo aceptaría gustoso.
7.     Conocimientos fundamentados. No sé si me equivoco, pero creo que en el párrafo 4 de tu mensaje me hablas un poco irónicamente. Creo que esta falta de entendimiento mutuo se debe, en parte, a las diferencias de estilo, y en parte, a las diferencias de actitud ante la vida. No soy agnóstico ni escéptico. No dudo que el mundo pueda cambiarse ni dudo que sea posible conocerlo. No temo al error ni el error me lleva a la duda y a la ambigüedad. Soy firme y resolutivo, tanto en el acierto como en el error. No me ato a las ideas que tengo como si no pudieran experimentar cambios, sino que las cambio en el campo de las batallas teóricas. Me da lo mismo lanzarme a un sosegado lago que a un río salpicado de rápidos. Siempre me lanzo, aunque corra el riesgo de ahogarme. Y si me tengo que retirar de un campo de batalla, me retiro; pero no para abandonar sino para recuperar fuerzas y lanzarme de nuevo a la batalla.  Así que firmeza y resolución es lo que encuentras en mis afirmaciones, y no la autocomplacencia de quien lo tiene todo fundamentado. De todos modos la noción de fundamento se relaciona con la noción de consecuencia, y de lo que se trata es de que si lo que uno afirma lo dice porque sí, como si se lo sacara de la manga, o como consecuencia de ciertos fundamentos teóricos y prácticos. De manera que creo que tú, al igual que yo, tienes también los conocimientos bien fundamentados. Cosa distinta es que no compartimos los mismos fundamentos.
8.     Propiedades naturales. En mi mensaje anterior yo afirmé que por valor corporal entendía el valor que tenía un objeto para un sujeto derivado de que poseía  un cuerpo, esto es, un conjunto de propiedades naturales. A este respecto tu planteas lo siguiente: ““conjunto de propiedades naturales” es un fantasma, ya que siempre estará mediado por el discurso ( o semiosis icónica, indicial o simbólica) que construye a tal conjunto...” La captura y el posterior consumo de la salamanquesa por parte de la víbora del desierto está mediado por un proceso semiológico. En este punto coincido contigo. Pero no coincido contigo en que por esta razón, por la mediación de un proceso semiológico, las propiedades naturales de la salamanquesa se transformen en unos fantasmas. La salamanquesa sirve de medio de subsistencia de la víbora porque tiene unas determinadas propiedades nutritivas: proteínas,  minerales, grasas, etcétera. Y a eso llamé valor corporal de la salamanquesa, al valor que tenía la salamanquesa derivado de que poseía un cuerpo, esto es, un conjunto de propiedades nutritivas.
9.     Creo, por último, que los debates, las diferencias, los encontronazos, los tropiezos, son motivo de alegría. A mí me hacen mover los pensamientos, fundamentarlos mejor, valorar con más rigor las consecuencias de lo que digo, y adaptar mi discurso a las condiciones concretas del auditorio que en este momento me escucha. Creo también, y esto es una idea en la que insisto mucho, que de este modo fortalecemos el interés común de Semioticians y lo volvemos más atractivo para quienes nos escuchan. Pues estamos aquí para eso: para hacer de la Semiótica un saber cada vez más científico y más útil.

      3 de julio de 2003.

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