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viernes, 23 de mayo de 2003

La izquierda y la derecha

Se dice que la izquierda es la defensora de la propiedad pública mientras que la derecha lo es de la propiedad privada. Pero esto no es cierto. Todas las economías del mundo son mixtas. Y por muy de derechas que sea un partido, como puede ser el caso del Partido Popular en España, no transformará toda la economía pública en privada. La diferencia entre la izquierda y la derecha es puramente cuantitativa en este respecto. Ahora vivimos en una época de liberalización y una parte de la economía estatal se ha vuelto privada. Y esta liberalización, al menos en Europa, puede ser llevada a cabo tanto por un partido de derecha como por un partido de izquierda. Lo que le interesa ver a la izquierda es que es la propia economía  capitalista, desde principios del siglo XX, quien se vio abocada a hacer público muchos sectores de la economía. Así que la propiedad estatal es un fruto del propio capitalismo y no un deseo de los socialistas.


Se dice que la izquierda es defensora de un mercado intervenido por el Estado y que la derecha es defensora de un mercado libre. Esto tampoco es cierto. El libre mercado sólo es cierto para las pequeñas y medianas empresas, para los negocios de ámbito regional; pero en lo que afecta a la gran economía mundial, el mercado es monopolista. Los grandes sectores estratégicos de la economía mundial están en manos de un puñado de grandes empresas que ejercen una actividad monopolista. La globalización, al menos en su inicio, es obra del gran capital financiero, esto es, del capital monopolista que ejerce la hegemonía entre los capitalistas.

Se dice que la izquierda es partidaria de la planificación mientras que la derecha es partidaria del mercado. Esto tampoco es cierto. El plan es un invento de las grandes empresas, que abastecen a mercados enormes y distantes, viéndose obligados a planificarlo casi todo. Ninguna gran empresa actúa en el mercado de manera ciega, circunstancia que si le ocurre al pequeño capitalista. La experiencia ha demostrado que el mercado, aunque sea monopolista, es un mecanismo superior al plan. Mucha gente de izquierda sigue sin reconocer esta verdad, y así le va. Y esto se debe a que confunden la forma mercantil de la riqueza con su forma de capital.

El problema de la extrema pobreza es el problema de la extrema riqueza. Samuelson y Nordhaus, economistas de derecha, no explican la extrema riqueza de algunas personas como fruto del trabajo propio, sino como fruto de la casualidad, de la herencia y de la suerte. Ya nadie cree que la extrema riqueza de unos pocos sea obra del trabajo. Sí lo cree así el pequeño capital y la clase media. Pero a estos sectores sociales  les gusta soñar y creer en la armonía universal del trabajo y del capital. Pero como no se tomen medidas radicales, la oposición entre pobreza y riqueza será cada vez más abismal y deshumanizante. Todo el mundo sabe, hasta los más ricos, que el mundo no puede seguir así: si el mundo sigue empobreciéndose al ritmo en que lo está haciendo, hasta los ricos ya no podrán vivir felices ni seguros. Y una medida para frenar esta situación es la siguiente: al igual que hay un salario mínimo, suficiente para que el trabajador lleve una vida mínimamente digna, debería establecerse un tope máximo al ingreso personal, por encima del cual denotaría que hay apropiación  de riqueza ajena.

8 de octubre de 2003.

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