Conceptos
Reproducción ampliada. El capital se reproduce de una manera ampliada cuando la plusvalía, en vez de ser consumida por el capitalista, la emplea como capital adicional. Este año con un capital de 1000 millones de pesetas ha creado una plusvalía de 200 millones de pesetas. Al año siguiente, añadiendo la plusvalía obtenida al capital originario, invertirá 1200 millones de pesetas, con los que obtendrá a su vez una plusvalía de 240 millones de pesetas. A esto llamamos reproducción ampliada del capital, aumentar la escala en que se reproduce el capital, pasar de reproducir un capital de 1000 millones de pesetas a reproducir un capital de 1200 millones de pesetas.
Plusvalía capitalizada. Plusvalía empleada como capital.
Acumulación de capital. El capitalista puede hacer dos cosas con la plusvalía: gastársela en vivir la vida o invertirla como capital. Cuando hace esto último, cuando la invierte como capital, diremos que acumula capital. El capitalista de nuestro ejemplo ha acumulado al cabo de un año un capital de 200 millones de pesetas sobre la base de un capital originario de 1000 millones de pesetas.
¿Qué demostraremos en esta lección?
1) Que el creador de nuevo empleo es el trabajador y no el capitalista.
2) Que la apropiación por parte del capitalista de trabajo vivo no retribuido descansa sobre la propiedad de trabajo pasado no retribuido.
3) Que el derecho de propiedad sobre el trabajo propio se tergiversa de tal modo en el capitalismo que se convierte en lo contrario, presentándose, por el lado del capitalista, como el derecho a apropiarse de trabajo ajeno no retribuido, y por el lado del trabajador, como la imposibilidad de apropiarse de su propio producto.
Exposición
Supongamos que un hilandero haya desembolsado 1000 millones de pesetas, de los que 800 millones se han invertido en medios de producción y 200 millones en fuerza de trabajo. Produce anualmente 120 millones de kilos de hilo, que a 10 pesetas el kilo representa un valor total de 1200 millones de pesetas. Por lo tanto, la plusvalía quedará encerrada en el plusproducto de 20 millones de kilos de hilos, cuyo valor se realizará en el mercado y se transformará en 200 millones de pesetas.
Una suma de valor de 200 millones de pesetas es siempre una suma de valor de 200 millones de pesetas. En este dinero no se huele ni se ve que sea plusvalía. El carácter de plusvalía de un valor indica cómo llegó a su propietario, más no cambia en nada su índole de valor. De manera que si el capitalista quiere invertir los 200 millones de pesetas de plusvalía como capital, ha de hacer lo mismo que hizo con el capital originario y en la misma proporción: invertir el 80 por ciento en medios de producción, esto es, 160 millones, y el 20 por ciento en nuevos hilanderos, esto es, 40 millones de pesetas. Entonces empieza a funcionar el nuevo capital de 200 millones de pesetas en la hilandería y produce, por su parte, una plusvalía de 40 millones de pesetas.
Originariamente, el valor del capital se desembolsó en forma de dinero, en cambio la plusvalía existe como una determinada cantidad de hilo. Si se vende, si el hilo se transforma en dinero, el capital recuperará su forma originaria, la de dinero, pero la plusvalía verá transformada su forma originaria, de existir como hilo pasará a existir como dinero. Sin embargo, a partir de este instante, después de venderse todo el hilo producido, tanto el capital como la plusvalía son sumas de dinero, y su reconversión en capital se opera de la misma manera. El capitalista invierte ambas sumas, su capital originario de 1000 millones de pesetas y la plusvalía obtenida de 200 millones de pesetas, en la adquisición de medios de producción y fuerza de trabajo, que lo ponen en situación de empezar de nuevo la elaboración de su artículo, aunque esta vez sobre una escala ampliada.
El capital originario se formó mediante el desembolso de 1000 millones de pesetas. ¿De dónde los sacó su poseedor? De su propio trabajo y el de sus antepasados, responden los portavoces de la economía política, y su hipótesis parece, efectivamente, la única que concuerda con las leyes de la producción de mercancías. Las cosas son muy distintas con el capital adicional de 200 millones de pesetas. Conocemos exactamente su proceso de formación. Es plusvalía capitalizada. Desde su origen no contiene ni un átomo de valor que provenga del trabajo del capitalista, sino que todo ella no es mas que plustrabajo, esto es, el tributo arrancado a la clase trabajadora por la clase capitalista. Si con una parte de este tributo la clase capitalista compra fuerza de trabajo adicional, esto es, crea empleo, no por eso deja de ser el viejo procedimiento del conquistador que compra las mercancías al vencido con el dinero que antes le ha robado. Así es: con una parte del plustrabajo apropiado este año por el capitalista crea el nuevo empleo del año siguiente.
Estamos hartos de oír que la clase capitalista es la que mediante la inversión de una parte de los beneficios crea nuevo empleo. Pero no estamos acostumbrados a oír que la clase obrera es la que con su plustrabajo de este año crea el capital adicional que el año siguiente empleará trabajo suplementario. La parte de los beneficios que los capitalistas invierten en crear nuevo empleo no es más que plustrabajo, trabajo no retribuido a los obreros, que aquellos se apropian sin entregar a cambio equivalente alguno. Por lo tanto, son los trabajadores los verdaderos creadores del nuevo empleo.
Aparentemente es el capitalista el creador del nuevo empleo, puesto que es el propietario de la plusvalía, pero esencialmente lo es el trabajador, puesto que es el creador de la plusvalía.
El supuesto de la acumulación del primer capital adicional de 200 millones de pesetas era una suma de valor de 1000 millones de pesetas, desembolsada por el capitalista y que le pertenece en virtud de su trabajo originario. Mientras que el supuesto del segundo capital adicional de 40 millones de pesetas, no es más que la acumulación proveniente de los 200 millones de pesetas, que representa trabajo ajeno, trabajo de los obreros y no del capitalista. Ahora, la propiedad de trabajo pasado no retribuido aparece como la única condición en que descansa la apropiación actual de trabajo vivo no retribuido en proporciones cada vez mayores. Cuanto más haya acumulado el capitalista, tanto mas podrá acumular.
El intercambio de equivalentes entre capital y trabajo, que se presenta como operación originaria, se tergiversa de tal modo que sólo se intercambia en apariencia, pues, en primer lugar, la parte de capital que se intercambia por fuerza de trabajo es una parte del producto del trabajo ajeno, del trabajo del propio obrero, y en segundo lugar, el obrero no sólo tiene que reponerla, sino que tiene que reponerla con un nuevo excedente.
La relación de intercambio entre capitalista y obrero deviene, pues, una mera apariencia inherente al proceso de circulación, pura forma, ajena de por sí al contenido, y que tan sólo lo mistifica. La constante compra y venta de la fuerza de trabajo es la forma. El contenido estriba en que el capitalista vuelve a cambiar siempre una parte del trabajo ajeno ya objetivado por una cantidad cada vez mayor de trabajo ajeno vivo.
Originariamente, el derecho de propiedad se nos presentaba basado en el trabajo propio. Al menos tenía que mantenerse esa hipótesis, puesto que sólo se enfrentaban poseedores de mercancías con derechos iguales, y el medio de apropiarse la mercancía ajena es enajenando la propia, y ambas, tanta la mercancía propia como la ajena, sólo pueden crearse mediante el trabajo. Ahora, sin embargo, la propiedad se presenta, del lado del capitalista, como el derecho a apropiarse trabajo ajeno no retribuido, y del lado del obrero, como la imposibilidad de apropiarse su propio producto. La disociación entre propiedad y trabajo deviene la consecuencia necesaria de una ley que partió aparentemente de su identidad.
Por mucho que el modo de producción capitalista parezca contravenir las leyes originarias de la producción de mercancías, no brota de la infracción sino de la aplicación de estas leyes. Una rápida mirada retrospectiva a la serie de fases del movimiento cuyo punto final es la acumulación capitalista, volverá a aclarar esto.
Primero hemos visto que la transformación originaria de una suma de valor en capital se realizó en completa conformidad con las leyes del intercambio. Uno de los contratantes vende fuerza de trabajo, y el otro la compra. El primero recibe en dinero el valor de su mercancía, de su fuerza de trabajo, cuyo valor de uso, el trabajo, viene así enajenado al segundo, al capitalista. El capitalista transforma ahora los medios de producción pertenecientes a él, con la ayuda de un trabajo que también le pertenece, en un nuevo producto que también le pertenece por derecho. El valor de este producto incluye: el valor de los medios de producción consumidos y, además, el equivalente del valor de la fuerza de trabajo y una plusvalía.
Esta plusvalía es posible porque la fuerza de trabajo posee menos valor del que crea su uso. Pero el obrero ha cobrado el valor de cambio de su fuerza de trabajo, y nadie lo ha engañado, aunque ha enajenado con ello su uso, como ocurre con toda compra y venta. El hecho de que esta mercancía especial, la fuerza de trabajo, tenga el peculiar valor de uso de suministrar trabajo, esto es, de crear valor, no puede afectar a la ley general de la producción de mercancías. Así, pues, si la suma de valor desembolsada no reaparece sencillamente en el producto, sino que se halla incrementada en una plusvalía, no proviene de que se haya engañado al obrero, que ha recibido el valor de su fuerza de trabajo, sino únicamente del consumo de ésta por parte del capitalista.
La originaria conversión del dinero en capital se opera, pues, en la más perfecta concordancia con las leyes económicas de la producción mercantil y con el derecho de propiedad derivado de ellas. Mas, a pesar de todo esto, tiene por resultado:
1) Que el producto pertenezca al capitalista y no al obrero.
2) Que el valor de este producto, además del valor del capital desembolsado, encierra una plusvalía que le ha costado algo al obrero, pero nada al capitalista, y que, sin embargo, pasa a ser propiedad legítima de éste.
3) Que el obrero ha conservado su fuerza de trabajo y puede volverla a vender, si es que encuentra comprador.
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