Cuando estudiamos psicología del conocimiento, lo hacemos estudiando de forma separada cada función psicológica: sensación, percepción, atención, memoria, lenguaje y pensamiento. Pero en la realidad estas funciones no se dan en el sujeto de forma separada, sino de forma conjunta e interrelacionada. Siempre hay que tener en cuenta que el desarrollo de una de las funciones psicológicas modifica a las otras funciones psicológicas. Por ejemplo, una aguda y detallada memoria modifica los rendimientos de la percepción y del concepto. Otro ejemplo: las emociones mejoran el rendimiento de la memoria. Pero además de estas funciones psicológicas superiores, en el sujeto se dan también otras fuerzas subjetivas de nuestra actividad mental o espiritual: la voluntad, los intereses, las necesidades, la ambición, la disciplina, la sensibilidad, las ilusiones, los sueños, la naturalidad, la espontaneidad, el nerviosismo, la empatía, la sociabilidad, la delicadeza, la finura, la elegancia y un largo etcétera.