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miércoles, 5 de marzo de 2025

La interrelación entre percepción y concepto

 

Cuando estudiamos psicología del conocimiento, lo hacemos estudiando de forma separada cada función psicológica: sensación, percepción, atención, memoria, lenguaje y pensamiento. Pero en la realidad estas funciones no se dan en el sujeto de forma separada, sino de forma conjunta e interrelacionada. Siempre hay que tener en cuenta que el desarrollo de una de las funciones psicológicas modifica a las otras funciones psicológicas. Por ejemplo, una aguda y detallada memoria modifica los rendimientos de la percepción y del concepto. Otro ejemplo: las emociones mejoran el rendimiento de la memoria. Pero además de estas funciones psicológicas superiores, en el sujeto se dan también otras fuerzas subjetivas de nuestra actividad mental o espiritual: la voluntad, los intereses, las necesidades, la ambición, la disciplina, la sensibilidad, las ilusiones, los sueños, la naturalidad, la espontaneidad, el nerviosismo, la empatía, la sociabilidad, la delicadeza, la finura, la elegancia y un largo etcétera.

martes, 4 de marzo de 2025

Cuando la realidad desborda al concepto

 

Recientemente un círculo de pensadores debatía acerca del sentido práctico. Al momento empezó el periodo de etiquetación: nombramos a personas a las que considerábamos muy prácticas y a personas que considerábamos poco prácticas. Pero al instante yo hice una advertencia: Todo hay que relativizarlo. Podemos catalogar a la persona A de poco práctica, pero resulta que   en otros ámbitos no considerados por nosotros resulta que la persona A tiene un sentido práctico muy desarrollado. Y al revés: puede que una persona B a la que catalogamos como muy práctica, solo lo sea en ámbitos muy reducidos. Puede resultar que su pareja o su hija caiga enferma y necesite hospitalización y la persona B se muestre muy torpe o poco resolutivo. Así que siempre hay que relativizar. Hay que evitar ponerle etiquetas a las personas que nos haga creer que son válidas en todas las ocasiones y que lo son para siempre. Es una forma muy cómoda y poco comprometida encapsular al otro bajo una etiqueta. Como si la persona en cuestión no cambiara dependiendo de las situaciones y de la época de su vida. Es un error no ver que todas las personas cambian y que nosotros seguimos teniendo de ellos la misma representación. En este caso somos poco perceptivos y no captamos los pequeños cambios que se producen en el otro. Tendemos a ser metafísicos: empleamos los mismos esquemas de hace años. No vivimos en la época feudal china, donde nada cambiaba en el cielo ni en la tierra durante siglos.