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lunes, 14 de junio de 2010

Vladimir Ilích Ulianov y la dialéctica

“La dialéctica como conocimiento vivo, polifacético (cuyo número de facetas aumenta siempre), de innumerables matices  en el modo de abordar la realidad y de aproximarse a ella (con un sistema filosófico que, de cada matiz, se desarrolla en un todo): he aquí el contenido inconmensurable, rico, de la dialéctica en comparación con el materialismo metafísico,…”.  En torno a la dialéctica. Vladimir Ilích Ulianov.


Antecedentes

Primero. He leído  con atención los dos artículos de Jordi Soler Alomá titulados “Sacristán contra Marx” y publicados en Rebelión en días pasados, donde defiende a Marx de las críticas de Sacristán. He de manifestar, en primer lugar, que estoy de acuerdo con buena parte de su crítica. No obstante, aunque es un asunto colateral en su exposición, no estoy de acuerdo con su valoración de Hegel y de Vladimir Ilích Ulianov. De Hegel he de decir que, a mi juicio, es uno de los filósofos más importantes de todos los tiempos, y que la riqueza categorial, nivel de abstracción y profundidad de su pensamiento no tienen parangón.  Y con respecto a Vladimir Ilích Ulianov he de decir que es el marxista más importante del siglo XX, que su nivel teórico era de un gran nivel, que su conocimiento de las obras de Marx era muy profundo, y que tenía un sentido práctico que nadie ha podido igualar.
Segundo. El 25 de abril del año en curso Jordi Soler Alomá publicó un artículo titulado Mario Bunge, publicado también en Rebelión, donde criticaba al filósofo argentino por su valoración de Marx. A su vez Mario Bunge ha publicado el 23 de julio de 2010, igualmente en Rebelión, un artículo titulado “Respuesta al Dr Soler Alomá”, del cual he extraído la siguiente cita:
“Dialéctica: He sostenido que las llamadas leyes de la dialéctica, tales como fueron formuladas por Engels y Lenin, son falsas en la medida en que son inteligibles. La primera “ley”, de la lucha y la unidad de los opuestos, es falseada por la existencia de cosas simples, tales como los electrones y los fotones. Y no todas las complicadas, tales como los seres vivos y las empresas, están divididas en mitades que “luchan” entre sí. Por ejemplo, que yo sepa, el Doctor Soler no es esquizofrénico. La segunda “ley”, de la negación de la negación, es incomprensible mientras no se aclare qué se entiende por “negación” ni por “sublación” en el plano óptico. Dudo que mis nietos sepan que son dobles negaciones de su abuelo. Finalmente, la tercera “ley” dialéctica, la de la “transformación de la cantidad en cualidad”, no tiene sentido en esta formulación, ya que toda cantidad física es cantidad de algo (agua, hierro o lo que fuere) que posee ciertas cualidades (propiedades)”.

Propósito

He seleccionado un texto de Vladimir Ilích Ulianov titulado “Una vez más acerca de los sindicatos, el momento actual y los errores de los camaradas Trotski y Bujarin” y he estudiado con detenimiento dos de sus secciones: “Política y Economía. Dialéctica y eclecticismo” y “Dialéctica y eclecticismo. Escuela y aparato”. Y lo que haré a continuación será exponer de forma sucinta la lección sobre dialéctica de Ilích Ulianov, donde se podrá comprobar dos cosas: una, que no se menciona ni por asomo las tres leyes de las que habla Mario Bunge, probándose que la dialéctica no se reduce a aquellas tres leyes generales, por lo demás muy mal comprendidas y explicadas, y dos, que Ilích Ulianov estaba dotado de grandes habilidades teóricas y de un gran sentido práctico. (Advierto al lector que las ideas que expondré a continuación son en general de Vladimir Ilích Ulianov, con pequeñas modificaciones y ampliaciones).

Marco histórico

Ilích Ulianov escribió este folleto en enero de 1921. En ese entonces se debatía en el seno del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) el papel y las tareas de los sindicatos en la construcción del socialismo. Ilích Ulianov no era partidario de los debates desgajados de las necesidades prácticas, de los debates puramente teóricos y abstractos; y a su juicio el debate que planteaba Trotsky tenía esos rasgos. Debe saberse que en ese entonces los obreros hacía muy poco habían tomado el poder en sus manos y su experiencia sobre la construcción económica era muy pobre y muy deficiente. De manera que para Ilích Ulianov el problema de la instrucción de los obreros en el terreno de la producción estribaba en lo siguiente: uno, comprobar con prudencia y sentido práctico lo que habían hecho los mil obreros que en ese entonces ocupaban cargos directivos en la producción, dos, corregir con más prudencia y sentido práctico aún la labor de dichos obreros, y tres, avanzar sólo cuando  estuviera plenamente demostrada la utilidad del método dado, del sistema de dirección dado y de la selección del personal dada. Y a este propósito Ilích Ulianov formulaba las siguientes ideas críticas contra Trotski: “Precisamente todas las  tesis,  todo el folleto-plataforma del camarada Trotski son de tal naturaleza que, con sus errores, han desviado la atención y las fuerzas del partido del trabajo útil de producción hacia controversias vacías, sin contenido”. En esto consistía la esencia de la crítica formulada por Ilích Ulianov a Trotski: no enfocar los problemas bajo el punto de vista de las necesidades de la práctica de la producción, sino bajo el punto de vista abstractamente teórico.

La crítica a la unilateralidad

En el debate sobre el papel de los sindicatos en la construcción del socialismo, Zinóviev defendía que lo sindicatos son escuela de comunismo, mientras que Trotski defendía que son un aparato técnico administrativo y de dirección de la producción. Bujarin criticó a ambas posiciones de unilaterales: A  Zinóviev lo criticó por no haber tenido en cuenta la condición de aparato técnico administrativo de los sindicatos, y a Trotski por no haber tenido en cuenta su condición de escuela de comunismo. Y concluyó: “No veo bases lógicas de ningún género que demuestren que no es justo ni lo primero ni lo segundo: son justos ambos enunciados y la unión de ambos enunciados”.  A pesar de que  Bujarin aparenta tener razón, Ilích Ulianov señala que el error teórico de Bujarin consiste en que sustituye la dialéctica del marxismo por el eclecticismo. Y añade: aunque Bujarin habla de bases lógicas, todo su razonamiento prueba que su punto de vista está sustentado en la lógica formal  y no en la lógica dialéctica.

Un ejemplo analógico como base del debate

Con el fin de hacer más popular y comprensible lo que en el PCUS se debatía, Bujarin puso el siguiente ejemplo analógico: Dos individuos se preguntan uno a otro qué es el vaso que hay encima de la mesa. Uno dice: “Es un cilindro de cristal y maldito sea quien afirme que no es así”. Y el otro dice: “El  vaso es un recipiente que sirve para beber y maldito sea quien afirme que no es así”. Lo que observa Bujarin, y observaría en principio todo el mundo, es que ambas afirmaciones no se contradicen, que la verdad de una no niega la verdad de la otra, que bien mirado es tan verdadera la primera como la segunda afirmación y es igualmente verdadera la suma de las dos. Y de eso modo, aparentemente, estamos superando la unilateralidad y optando por la multilateralidad.

Lógica formal y eclecticismo

La lógica formal, y no puede ser de otro modo, se basa en definiciones formales. En las definiciones formales todo el mundo suele guiarse por lo más habitual y por lo que más salta a la vista. Y si al proceder de este modo, se toman dos o más definiciones distintas y se unen de forma enteramente casual, tendremos una definición ecléctica del objeto. Tengo una primera definición de vaso como cilindro de cristal, y tengo una segunda definición de vaso como recipiente que sirve para beber. Si las uno, recipiente cilíndrico de cristal que sirve para beber, obtengo una definición ecléctica. ¿Son falsas las definiciones eclécticas? No, las definiciones eclécticas son verdaderas, lo que le sucede es que son limitadas, indican diversos aspectos del objeto y nada más.  En el diccionario de Julio Casares de la Real Academia de la Lengua Española podemos leer la siguiente definición de vaso: “Recipiente de  metal, vidrio u otra materia, por lo común de forma cilíndrica, que sirve para beber”. Nos encontramos aquí con una definición formal, con una definición que capta al objeto de forma aislada, separado del mundo, sin interconexiones, sin mediaciones y sin historia.

La exigencia de la multilateralidad

Vladimir Ilích reconoce que el vaso es, indiscutiblemente, un cilindro de cristal y un recipiente que sirve para beber. Dicho de otro modo: No niega que lo dicho desde el punto de vista de la lógica formal sea verdad. Pero señala que hay que ser mucho más multilateral y en este sentido afirma que, además de esas propiedades, el vaso tiene multitud de otras propiedades, cualidades y mediaciones con todo el mundo restante. El vaso es un instrumento pesado que puede ser utilizado como instrumento arrojadizo, como pisapapeles o para alojar una mariposa capturada,  también puede tener un valor estético por estar tallado o pintado, o tener un valor histórico por ser un vaso, por ejemplo, de la corte de Carlos I de España. Y con respecto a las mediaciones se puede afirmar estas otras cosas: el vaso no es un objeto dado, sino que viene mediado por el trabajo del fabricante de vasos;  a su vez el fabricante de vasos no puede fabricar vasos sin la mediación de la industria que fabrica sus herramientas de trabajo y la materia prima; e igualmente todos los vasos que obran en nuestro poder están mediados por los actos de compra y venta.  Por este camino llegamos a la comprensión de que el vaso es un objeto altamente mediado por el mundo circundante. Esto forma parte de las exigencias de la multilateralidad, que es la primera de las exigencias de la lógica dialéctica.

El camino hacia la concreción o la dependencia de los aspectos de las cosas

Ilích Ulianov señala que la segunda exigencia de la dialéctica es que el objeto sea tomado en su desarrollo, en su automovimiento, en su cambio. Con respecto al vaso no es fácil ver este aspecto, sí lo es con respecto a los seres vivos o a los seres del mundo vegetal. No obstante, señala Ilích Ulianov que el vaso no es inmutable, que cambia su destino y sus nexos con el mundo circundante. Y de ese modo transitamos de las definiciones formales que vinculan aspectos de forma puramente casual, a las definiciones dialécticas que tienen en cuenta el caso concreto, la función concreta que debe desempeñar el vaso. Si se necesita un vaso para beber, no es necesario que sea de cristal ni necesariamente tiene que ser cilíndrico del todo. No obstante, el fondo no debe estar resquebrajado y los bordes del vaso no deben estar agrietados para así evitar que corte los labios. Si necesito el vaso como pisapapeles o elemento arrojadizo, no importa que el fondo esté resquebrajado aunque si necesito que tenga cierto peso y, por tanto, no puede ser un vaso de papel o de plástico. Si el vaso tiene valor estético o histórico no importa que el vaso sea metálico, tenga el peso que quiera y ya no sea útil para beber. Si lo necesito para albergar una mariposa, necesito que tenga unas determinadas dimensiones y que el fondo esté un poco resquebrajado de manera que el insecto no se asfixie. Supongamos, por último, que una profesora que da clase a niños de cuatro años le escribe a la Consejera de Educación del Gobierno Autónomo de Canarias solicitándole vasos. Sin duda que los vaso no pueden ser de cristales, al menos que sean absolutamente irrompibles, lo más adecuado es que sean de papel o de plástico. De ese modo la profesora se asegura  de los posibles y más que probables accidentes. Como podemos observar en todos estos ejemplos, dependiendo de la función que desempeñe el vaso serán necesarias unas u otras cualidades. Y esto no es más que la expresión de  la exigencia de la concreción.

La práctica del género humano

La tercera exigencia de la dialéctica es que en la definición del objeto se incluya la práctica del género humano bajo dos condiciones: una, como criterio de la verdad, y dos, como determinante práctico del vínculo del objeto con lo que necesita el hombre.  El vaso no es un objeto dado, es un objeto mediado por un largo proceso de desarrollo y evolución. Seguramente antes de que apareciera el vaso tal y como ahora lo conocemos, desempeñaron la función de recipiente  del agua multitud de otros objetos de la naturaleza. Pensemos en las hojas de los árboles que de forma natural hacían de recipiente del agua. Tal vez deben ser considerados como los primeros vasos que existieron en la historia de la humanidad. Debemos suponer que a lo largo de cientos y miles de años el vaso fue determinando su configuración adecuada a las necesidades humanas: su tamaño, su forma y su peso. Sólo se trata de destacar que todo objeto está determinado históricamente y que no viene inmediatamente dado.

Verdades abstractas y verdades concretas

A este respecto Vladimir Ilích dice lo siguiente: “En cuarto lugar, la lógica dialéctica enseña que la verdad abstracta no existe, la verdad es siempre concreta, como le gustaba decir, después de Hegel, al difunto Plejánov”. No se trataba, como hacía Bujarin, de dar definiciones generales  sobre el papel de los sindicatos  en la construcción del socialismo, de lo que se trataba era de saber las condiciones concretas que concurrían en el socialismo soviético de enero de 1921: la situación interna del PCUS y sus luchas fraccionarias, la preparación de los obreros de aquel entonces que desempeñaban papeles dirigentes en la economía, la ideología de los especialistas imprescindibles para dirigir la economía y su afiliación de clase, el grado de desarrollo industrial, el abastecimiento de las zonas rurales, la experiencia acumulada y un largo etcétera. Y sobre el estudio de todos estos aspectos que constituían lo concreto de la situación de aquel entonces, definir las políticas económicas más adecuadas para dicha situación. El gran error de Bujarin es que ofrecía definiciones satisfactorias bajo el punto de vista de la lógica formal, pues informaba sobre aspectos del objeto, pero no bajo el punto de vista dialéctico o concreto. De manera que sus propuestas teóricas resultaban muy escolásticas y poco prácticas.

Conclusión

Creo haber demostrado lo que anuncié al inicio de este trabajo: que la dialéctica no se reduce a las leyes generales de las que hablaba Bunge –la ley de la unidad de los contrarios, la negación de la negación y la transformación de la cantidad en cualidad-, y que Vladimir Ilích Ulianov tenía unas enormes habilidades teóricas y un sentido práctico que ya lo quisieran para sí los más destacados marxistas del mundo actual.

27 de julio de 2010.







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