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martes, 21 de junio de 2005

Valor de uso y signo

En mi mensaje anterior hablaba de la necesidad de distinguir  el ser de una cosa de su realización, al igual que el creador del ser de dicha cosa de su realizador. Así en un restaurante el cocinero es quien crea el valor de uso, quien le da su ser, por ejemplo, a una tortilla de papas, mientras que el cliente es quien realiza el ser de ese valor de uso consumiéndola. Se trataba de dejar claro que es en la producción donde se crean los valores de uso, y en el consumo donde se realizan. Al igual que también pretendía dejar claro que es en la producción donde se crea el valor y en el mercado donde se realiza. A este propósito Antonio Caro me formula varias preguntas que  pueden presentarse en forma de afirmaciones y que paso a enumerar. Una, hay que distinguir entre el valor de uso de la Coca Cola como producto y el valor simbólico de la marca Coca Cola. Dos,  el valor simbólico del que han dotado el marketing y la publicidad a la marca Coca Cola, la hace preferible para muchos adeptos a la misma que otras marcas cuyo producto está dotado de idéntico valor de uso. Y tres, el ser del valor de uso y  el ser del valor residen mucho más en el signo-marca de la Coca Cola que en su materia-producto.

Mi respuesta a estos tres planteamientos es la siguiente. Una, en la Coca Cola distingo tres partes: a) el contenido, la bebida refrescante; b) el envase, que funciona semióticamente como signo de la existencia del contenido; y c)  el nombre Coca Cola que funciona como signo identificativo del producto. Dos, los consumidores, por término medio, no eligen las mercancías por las marcas, sino por la correlación calidad precio. Esto no quita que en ciertos sectores pudientes o en ciertos momentos para consumidores de poco poder adquisitivo la marca sea lo prioritario. Y tres, en la Coca Cola concurren tres seres: el contenido, el envase y la marca. No cabe duda que bajo el punto de vista semiótico el ser de mayor peso, el más importante, es la marca. Pero bajo el punto de vista antropológico, bajo el punto de vista de la satisfacción de las necesidades, el ser de mayor peso, el más importante, es el contenido.

Creo, por último, que al igual que de determinaciones económicas no se pueden derivar conclusiones semióticas,  del mismo modo de determinaciones semióticas no se pueden derivar conclusiones económicas. El hecho de que para las grandes empresas monopolistas y transnacionales la publicidad sea una cuestión clave en su lucha por el dominio del mercado mundial, el hecho de que la marca del producto sea un factor importante en su venta, esto no tiene porque modificar para nada la naturaleza del valor en su sentido económico y tal y como fue expuesta por Marx. Vuelvo y repito: no se pueden derivar de determinaciones semióticas consecuencias económicas.

Producción y mercado - ser y realización

Creo que el debate sobre el capitalismo semiótico tiene muy poco de semiótico y mucho de económico. Creo igualmente que en la exposición del hecho económico hay poco rigor o los conceptos que se manejan no se definen con precisión. Se ha hablado de la explotación en el capitalismo, pero no se ha definido lo que es la explotación. Voy a por ello. Si tomamos la contabilidad de cualquier empresa y sumamos los beneficios, el alquiler, lo intereses y los impuestos y  dividimos la suma total  por los salarios más la seguridad social, tendremos la cuota de explotación de la fuerza de trabajo. Y esto concepto, por muy complejo que sea el capitalismo actual, no ha perdido ninguna vigencia.  La lucha entre trabajadores y capitalista está marcada por esa cuota: los obreros quieren salarios más altos, esto es reducir la cuota de explotación, y los capitalistas quieren congelar los salarios, esto es, conservar o aumentar  la  explotación.

miércoles, 8 de junio de 2005

El salto mortal de la mercancía o la necesidad del mercado

 “El salto del valor de la mercancía desde el cuerpo de ésta al cuerpo en oro es, como ya digo en otro sitio, el salto mortal de la mercancía. Claro que si le falla, no es la misma mercancía la que se estrella, sino su poseedor”. Karl Marx, El Capital.