Primero las cosas cobran vida en el reino de la
existencia y después viene solícito el pensamiento a saber qué son. Los seres
humanos no se reúnen previamente para decidir entre todos qué tipo de
relaciones sociales quieren establecer, sino que primero se establecen esas
relaciones sociales y después los seres humanos se preguntan por qué pasa lo
que pasa. Esta circunstancia, que primero las cosas son y después se piensa qué
son, es la causa que impide controlar la generación de la enajenación. (Por
enajenación entenderemos que los seres humanos no controlan ni dominan las
relaciones sociales que crean). Y esto ocurre sobre todo en el mundo
capitalista, donde se invierte la relación racional y justa entre lo individual
y lo social y se sustituye por una relación perversa: en vez de que en la
actuaciones individuales prime el interés social, y tendríamos así una sociedad
socialista, ocurre lo contrario: los productos sociales se utilizan como un medio
para la realización del interés individual, teniendo así una sociedad
capitalista. Esta relación perversa entre lo individual y lo social, esta relación que convierte lo social en medio del interés individual y que es
engendrado por el mundo mercantil-capitalista, es la principal fuerza
económico-social que fortalece la enajenación de las grandes masas sociales.