INTRODUCCION
La mayoría de
los textos que hablan de la teoría del
valor de Marx, tanto de sus defensores como de sus detractores, tienen el
inconveniente de carecer de la riqueza de detalles, rigor y orden presentes en
el texto de Marx. Predominan la confusión, la oscuridad y la especulación en
aquellos textos. Mi método de exposición es diferente porque sigo directamente
el texto de Marx y hablo con sus palabras. Acompaño al lector por todo el
texto, le reduzco el recorrido, y le indico los aspectos lógicos, filosóficos,
antropológicos y fenomenológicos presentes en sus distintas partes. Si el
lector estudia atentamente y con rigor mi trabajo, después podrá estudiar
directamente el texto de Marx con relativa facilidad. Según el propio Marx la
parte más difícil de El Capital está
en su primer capítulo, esto es, en la
exposición de la transformación de la mercancía en dinero. Y de esto trata el
presente trabajo.
EL VALOR
DE CAMBIO
FORMA GENERAL DEL VALOR
Crítica a Samuelson y Nordhaus
Crítica a la teoría de la utilidad de Jevons
Crítica
Conclusiones de la crítica
TEORIAS SOBRE EL INTERCAMBIO
VALOR Y PRECIO
1. Economía
marxista y economía convencional. Se tiene la idea de que la economía marxista, representada por El
Capital de Karl Marx, y la economía convencional pertenecen a mundos distintos.
Se presenta la economía de Marx como un cuerpo teórico especulativo, oscuro,
metafísico, poco práctico, mientras que a la economía convencional se le
presenta como un cuerpo teórico científico, riguroso y eminentemente práctico.
Cuando lo cierto es que El Capital de Karl Marx incluye los conceptos
principales de la economía convencional. En la filosofía presente en El Capital
no existe la contraposición entre apariencia y realidad, sino que la realidad
está constituida por apariencias y esencias. Es decir, que la apariencia es
parte de la realidad. Llamaremos categorías esenciales a aquellas categorías
que reflejan las esencias de la realidad, mientras que llamaremos categorías
aparentes a las categorías que reflejan las apariencias de la realidad.
Pongamos un ejemplo para dejar estas diferencias filosóficas bien claras. En la
economía convencional es fundamental el estudio de la categoría de precio, pero
también lo es en El Capital de Marx. ¿Dónde reside entonces la diferencia? La
economía convencional define el precio de acuerdo con su función práctica
(aparente), con su ser en la realidad (aparente) economía. Marx también analiza
la función práctica del dinero, pero añade algo más, siendo: explica la génesis
de la forma de precio, expone el proceso mediante el cual el valor sufre una
serie de cambios de forma desde las formas más simple a la forma compleja que
constituye la forma de precio. Ahí reside el componente fundamental de El
Capital: el análisis de las formas del valor. La categoría precio refleja una
apariencia de la realidad económica, mientras que la categoría valor refleja
una esencia de la realidad económica. El movimiento teórico de Marx va desde
las esencias a las apariencias, mientras que la economía convencional sólo se mueve en el ámbito de la
apariencia. Por lo tanto, no hay que ver en la economía convencional la negación
de la economía marxista, sino todo lo contrario: una parte necesaria de ella.
2. Lo
que se manifiesta y la forma de manifestarse. Pongamos una mesa a dos metros de un espejo. Si acercamos
la mesa al espejo, la mesa del espejo aumentará de tamaño. Si alejamos la mesa
respecto del espejo, la mesa del espejo disminuirá de tamaño. Esta
experiencia tan sencilla demuestra la necesidad científica de distinguir, en el
ámbito de las relaciones entre cosas, lo que se manifiesta de la forma de
manifestarse. El aumento de la figura de
la manzana del espejo es la forma en que se manifiesta la aproximación de la
mesa al espejo, mientras que la disminución de la figura de la mesa del espejo
es la forma de manifestarse el alejamiento de la mesa respecto del espejo. Así
que el aumento de la figura de la mesa del espejo no es sólo el aumento de la
figura de la mesa del espejo, sino también la forma fenoménica, la forma de
manifestación, del acercamiento de la mesa al espejo. Si en el mundo de las
relaciones físicas entre las cosas es necesaria esta distinción fenomenológica,
mucho más necesaria lo será en el mundo de las relaciones entre los hombres por
medio de los productos del trabajo. Así que cuando Marx estudia el precio como
forma fenoménica del valor, no está llevando a cambio ninguna aventura metafísica
ni dando un salto en el vacío. Sólo está teniendo en cuenta una necesaria
distinción científica. La gran dificultad que tienen los economistas
convencionales y los marxistas para comprender acertadamente El Capital de Karl
Marx, es que piensan en términos de lógica formal o en términos de lógica
dialéctica general, desconocen por completo la lógica fenoménica, que es la
quintaesencia del pensamiento dialéctico de Marx. Ignoran que el concepto de forma fenoménica
es la categoría lógica fundamental en El Capital.
LA FORMA DE MERCANCIA
Primer juicio: En
las sociedades capitalistas la riqueza se presenta como mercancía.
Forma lógica del juicio: A se presenta como B. Este es un juicio
de presentación, donde hay que distinguir el objeto que se presenta y en calidad
de que se presenta. Y en el ámbito lingüístico habrá que distinguir el nombre del objeto que se presenta del
sintagma con que expresamos en calidad de que se presenta. Aquí el objeto que
se presenta es la riqueza, y se presenta en calidad de mercancía. Esta forma de
juicio es muy usada en la vida cotidiana. Dirigiéndonos a un amigo y
señalándole a nuestro acompañante le decimos: “este es Juan Sánchez, marido de
Ana Ruiz, profesor de Lingüística de la Universidad de La Laguna, y un amigo de
la infancia”. “Juan Sánchez” es el nombre del objeto que se presenta, y “marido
de Ana Ruiz”, “profesor de Lingüística de la Universidad de La Laguna” y “un
amigo de la infancia” son sintagmas con los que expresamos en calidad de que
presentamos a dicho objeto. Cuando decimos que Juan Sánchez lo presentamos en
calidad de marido de Ana Ruiz, estamos presentando a Juan Sánchez como miembro
de determinadas relaciones sociales.
Contenido del juicio: En las sociedades esclavista y feudal
sólo una parte diminuta de la riqueza se producía como mercancía. Mientras que en las sociedades capitalista
toda la riqueza se produce como mercancía. Y en las sociedades socialistas, de
acuerdo con la experiencia de la Nueve Economía Política elaborada por Vladimir
Ilích y con las reformas económica emprendidas en China a partir de 1978, la
riqueza se tiene que seguir produciendo como mercancía. Entre los marxistas,
después de muerto Vladimir Ilích, se había confundido la forma mercantil de la
riqueza con la forma capitalista de la riqueza, y el socialismo se entendía en
ese sentido: como movimiento conducente a acabar con la forma mercantil de la
riqueza. En este consistió la esencia económica del modelo soviético de
construcción del socialismo y ahí residió su error y la fuente de su fracaso.
Se confundía los mecanismos económicos para desarrollar la producción de
riqueza, donde la experiencia ha demostrado que el mercado es superior al plan,
con la forma de propiedad de la riqueza, donde la experiencia demuestra que
para los intereses de la mayoría la forma socialista es superior a la forma
capitalista. Hasta hace poco la electricidad se producía en España como
mercancía, pero no como capital. Las industrias productoras de electricidad
eran de propiedad del Estado. Pero con la ola de liberaciones, estas industrias
han pasado a manos privadas, y en vez de producirse la electricidad como un
bien socialista se produce como capital. El camino esencial del socialismo no
está en luchar contra la forma mercantil de la riqueza, sino en luchar por
cambiar su forma capitalista por su forma socialista. La lucha por el
socialismo es una lucha que se manifiesta fundamentalmente el ámbito de la
propiedad.
No obstante, el capitalismo ha evolucionado de tal manera que
todo, absolutamente todo, se quiere producir como mercancía. Así, aspectos de
la vida social como el deporte, la fama o la vida privada se producen en la
actualidad como mercancía. De manera que el camino del socialismo también se
manifestaría como una delimitación de qué aspectos de la vida se pueden
producir como mercancías y qué aspectos no. Hasta la Iglesia Católica ve en los
fabulosos sueldos que ganan los futbolistas de elite una enorme
injusticia. Pero también los enormes
ingresos que reciben las personas de famas en concepto de publicidad y en
concepto de ventas de exclusivas a revistas representan una enorme injusticia.
Por lo tanto, el camino del socialismo también exige que se acabe con la forma
mercantil que tienen esos aspectos de la vida mencionados anteriormente.
Como la riqueza en las sociedades capitalistas se presenta como
mercancía, Marx inicia su investigación analizando la mercancía. Pero la
mercancía es un objeto doble: valor de uso y valor. De ahí que lo primero que
hace Marx es proporcionarnos dos conceptos de valor de uso.
EL VALOR DE USO
Segundo juicio: El valor de
uso es una cosa que por sus propiedades satisfacen necesidades humanas de
cualquier clase. La índole de estas necesidades, ya surjan del estómago o de la fantasía no cambia nada las cosas. Tampoco se trata de saber
cómo esa cosa satisface la necesidad
humana, si directamente como medio de subsistencia, o de manera indirecta como
medio de producción.
Segundo juicio: El valor de
uso es una cosa que por sus propiedades puede ser útil en diversos aspectos. Es
obra de la historia descubrir estos diversos aspectos y, por lo tanto, los
múltiples modos de uso de las cosas.
Todos
los juicios cuyo operador verbal sea el verbo ser se denominan juicios
conceptuales. Y en todo concepto debemos distinguir dos lados: el objeto y el
contenido. Y en el ámbito lingüístico debemos distinguir también dos lados: el
nombre del objeto del concepto y el sintagma con que se expresa el contenido
del concepto. Así, en nuestro caso, ‘valor de uso’ es el nombre del objeto del
concepto, mientras que ‘cosa que por sus propiedades puede satisfacer
necesidades humanas’ y ‘cosa que por sus propiedades puede ser útil en diversos
aspectos’ son los sintagmas con que expresamos el contenido del concepto.
Forma lógica del contenido del juicio: una cosa que por ser A, puede ser B. Es muy
importante esta distinción, puesto que A y B no desempeñan el mismo papel ni
tienen el mismo valor en la elaboración del juicio de concepto. Una cosa no
puede ser B si no es A. Sin embargo, una cosa puede ser A sin ser
necesariamente B. Analicemos estas distinciones de manera concreta. Una cosa
puede ser útil sólo si tiene propiedades. Si la cosa no tiene propiedades, no
puede ser útil. Del mismo modo: una cosa puede satisfacer necesidades humanas
sólo si tiene propiedades. Si la cosa no tiene propiedades, no puede satisfacer
necesidades humanas. Una naranja puede satisfacer nuestra necesidad de
alimentarnos porque tiene propiedades nutritivas. Si no tuviera propiedades
nutritivas, no podría satisfacer nuestras necesidades alimenticias. Dicho en
palabras de Marx: la utilidad de una cosa no flota en el aire, condicionada por
las propiedades de la cosa no existe sin ellas. Dicho de otra forma: la
utilidad de una cosa reside en sus propiedades.
Valor ideológico del concepto de
valor de uso.
Fijémonos en el primer concepto de valor de uso, aquel que dice que es una cosa
que por sus propiedades satisface necesidades humanas. Por medio de este
contenido podemos definir lo que es un pobre y lo que es un rico. Un trabajador
que vive del salario mínimo tiene las necesidades básicas satisfechas, pero sus
necesidades superiores y sus necesidades de lujo no las tiene satisfecha. Son
personas que tienen tendencia a soñar, a pensar que un día puedan ganar una
suma de dinero por medio del juego, y así hacer feliz a su familia. Esperan un
golpe de suerte. Y disfrutan de soñar esa posibilidad. Un capitalista es una
persona que tiene las necesidades básicas, superiores y de lujo satisfechas.
Pero como las necesidades no cesan de multiplicarse, los capitalistas también
viven ansiosos con ganar más y más dinero. Un pobre, sobre todo las miles de
personas que mueren a diario de hambre, es una persona que no tiene ni tan
siquiera las necesidades básicas satisfechas. Representan la necesidad que se
ha enajenado completamente de los medios de satisfacción. Y la necesidad que se
ha enajenado completamente de los medios de satisfacción conduce a quien la
padece a la muerte. Los pobres del mundo, las personas que viven en el reino de
la necesidad pura y desde que nacen se dirigen ineluctablemente hacia el no
ser, no sueñan con un golpe de suerte, sino que su alma se abre de par en par
al mayor de los sueños humanos: la existencia de un Dios benefactor que les
asegure una vida después de la muerte, libres del infinito dolor que provoca el
hambre severa. Son estas personas donde las necesidades religiosas se abren
hueco y camino de una manera prodigiosa, porque a falta de pan y leche no queda
otro remedio que alimentarse de ideas.
Forma objetiva y subjetiva del
concepto de valor de uso. Cuando decimos que el valor de uso es una cosa que por sus propiedades
satisface necesidades humanas, estamos definiendo el valor de unos de una
manera subjetiva. ¿Pero qué significa elaborar el concepto de valor de uso de
una forma subjetiva? Significa que en la definición del objeto introducimos el
sujeto, y en el caso que nos ocupa esto queda perfectamente claro: las
necesidades y las satisfacciones son aspectos que residen en la persona, en el
sujeto, no en el objeto. Mientras que cuando decimos que el valor de uso es una
cosa que por sus propiedades puede ser útil, estamos definiendo el valor de uso
de una manera objetiva. ¿Pero qué significa aquí elaborar el concepto de valor
de uso de una forma objetiva? Significa
que en la definición del objeto no introducimos el sujeto, y en el caso que nos
ocupa esto queda perfectamente claro: la utilidad es un aspecto que reside en
la cosa, en el objeto, no en el sujeto.
Tercer juicio: El valor de
uso se realiza únicamente en el uso o en el consumo. Esta distinción entre el ser de
una cosa y su realización es muy importante, y tanto en el ámbito económico
como en el ámbito filosófico. Esta distinción también se aplica al valor. Esta
distinción no es equivalente a la existente entre ser en potencia y ser en
acto. Aquí se trata sencillamente de
saber que es en la esfera del consumo donde se demuestra que un valor de uso es
tal valor de uso, si efectivamente es útil.
Cuarto juicio: Los valores
de uso constituyen el contenido material de la riqueza, cualquiera que sea su
forma social. Independientemente de que la riqueza se
produzca de forma esclavista, de forma feudal, de forma capitalista o de forma
socialista, el contenido material de la riqueza es el mismo: el valor de uso.
Con el concepto de valor de uso no podemos saber en que forma se produce la
riqueza. Samuelson y Nordhaus dicen en su libro ECONOMIA: “Dado que los deseos
son ilimitados, es importante que una economía saque el mayor provecho de sus
recursos limitados, lo cual nos lleva al concepto fundamental de eficiencia. Eficiencia
significa utilización de los recursos de la sociedad de la manera más
eficaz posible para satisfacer las
necesidades y los deseos de los individuos” (La negrita de esta última parte es mía). Si esto fuera
cierto, si la economía persiguiera satisfacer las necesidades y los deseos de
los individuos, es una evidencia que el capitalismo no es eficiente. Y por dos
razones: primera, porque una gran parte de la población está condenada sólo a
satisfacer las necesidades primarias, y segunda, porque cada minuto doce niños
mueren de hambre. Es evidente que Samuelson y Nordhaus definen lo que es una
economía en términos de valor de uso, esto es, una definición que sería común a
cualquier modo de producción, mientras que evitan definirla por su forma
social. Los economistas convencionales quieren definir la economía
independientemente de la naturaleza concreta de las relaciones de los hombres
en la producción.
El
concepto de valor de uso es también muy importante para el socialismo. El
socialismo en tanto modelo soviético se entendió como un socialismo pobre, como
un socialismo donde los trabajadores tienen limitado al mínimo sus necesidades
materiales y condenado totalmente sus necesidades de lujo, como un socialismo
de hombres de vida asceta. La reforma china impulsada por Deng Xiaoping buscaba
superar el socialismo pobre y conquistar el socialismo rico, el socialismo
donde los trabajadores tengan mayores riquezas y, por lo tanto, mayores
satisfacciones. ¿Y por qué esta demanda es justa? Porque la riqueza la producen
los trabajadores. El hecho de que en el modelo soviético los trabajadores
tuvieran un bajo nivel de vida no se debió a la existencia de una clase
capitalista que se apropiara de una enorme plusvalía, sino al hecho de que en
la economía total la industria pesada representaba el 70 por 100, mientras que
la industria ligera representaba el 30 por 100. Y la vida de las masas, el
consumo de la gente, su satisfacción diaria, depende también de que la
industria ligera ocupe un mayor peso en la economía total. Esta es una de las
direcciones que siguió la economía china, aumentar el peso de la industria
ligera, aumentar la cantidad, la calidad y la variedad de los bienes de consumo
de masas. Y este aumento del consumo, este enriquecimiento de los trabajadores
chinos, es interpretado erróneamente desde Occidente como el camino del capitalismo. Y no es así:
confunden el capitalismo con el socialismo rico. China no ha cambiado el
socialismo por el capitalismo, sino el socialismo pobre por el socialismo
rico.
EL VALOR
DE CAMBIO
El aparecer. La elaboración del concepto de valor de
uso por parte de Marx se divide en dos fases: primero expone cómo aparece el
valor de cambio a primera vista, y después expone cómo aparece cuando lo vemos
más de cerca. Y al mirarlo más de cerca, Marx nos demuestra que el valor de
cambio es un modo de expresión o forma fenoménica. Más adelante explicaré qué
es un modo de expresión o forma fenoménica.
Primera fase. El valor de cambio aparece primero como la
proporción en que los valores de uso de un tipo se cambia por los de otro. Pero
como esta proporción varía con el tiempo y el lugar, un valor de cambio
intrínseco a la mercancía se presenta como una contradicción en el adjetivo. Ilustremos esta idea. Se trata de imaginar un
mercado donde la seda se cambia por trigo, el hierro por papel, el oro por
zapatos, etcétera. Pero con respecto a la proporción en que se intercambian
estos valores de uso, ocurre lo siguiente: en un lugar 1 metro de seda se
cambia por 2 kilos de trigo, pero en otro lugar 1 metro de seda se cambia por 3
kilos de trigo; hoy 1 metro de seda se cambia por 2 kilos de trigo, pero mañana
en el mismo lugar 1 metro de seda se cambia por 1 kilo de trigo. Como el valor
de cambio de 1 metro de seda cambia con el lugar y con el tiempo, pensar que
ese metro de seda tiene un valor de cambio intrínseco se presenta como una
contradicción en el adjetivo. Puesto que la experiencia nos dice que el valor
de cambio es una pura relación externa entre valores de uso, que nada tiene que ver con propiedades
inmanentes o intrínsecas. Es así como se ve el valor de cambio a primera vista.
Segunda fase. Miremos el valor de cambio más de cerca.
Al mirar el valor de cambio más de cerca, observamos que una misma mercancía se
cambia por otras mercancías en las proporciones más diversas. Así, por ejemplo,
1 kilo de trigo se cambia por x betún, y seda, z oro, etcétera. Por lo tanto,
el trigo tiene múltiples valores de cambio y no uno sólo. Pero como x betún, y
seda y z oro son el valor de cambio de 1 kilo de trigo, entonces x betún, y
seda y z oro son valores de cambio sustituibles unos por otros o de magnitud
igual entre sí. De ahí deducimos dos cosas: una, que los valores de cambio válidos
de la misma mercancía expresan la misma cosa, y dos, que el
valor de cambio es un modo de expresión
(o forma fenoménica) de un contenido que debemos distinguir de él. Esta
es la conclusión a la que llegamos cuando miramos las cosas más de cerca: la relación
de cambio entre las mercancías es una relación de expresión. De modo que la
primera tarea a realizar a continuación será distinguir cuál es el contenido
que se expresa en la relación de cambio entre las mercancías.
Esta
conclusión tiene consecuencias muy importantes para la Semiótica, puesto que la
relación de expresión es la primera y la más básica de las relaciones
semióticas, que no debe confundirse con la relación referencial o con la
relación de significación. La relación que se da entre el espejo y los objetos
que refleja es una relación de expresión. También es una relación de expresión
la que se da entre los órganos de los sentidos y los objetos del mundo
exterior. Sólo hay que tener en cuenta que la relación de cambio entre los
valores de uso es un caso particular de forma fenoménica o modo de expresión.
Pero repito lo que es fundamental para la Semiótica: la relación de cambio
entre los valores de uso es una relación semiótica, en concreto, una relación
de expresión.
Del aparecer al representar. Hemos visto que el valor de cambio es un
modo de expresión y que, por lo tanto, la primera tarea a realizar es
distinguir o descubrir el contenido expresado.
Pero para distinguir este contenido hemos de pasar del aparecer del
valor de cambio a representarlo por medio de una ecuación. Tomemos una de las
relaciones de cambio vistas anteriormente, por ejemplo, 1 metro de seda se
cambia por 2 kilos de trigo. Esta relación de cambio se puede representar por
medio de una ecuación, donde se equiparan 1 metro de seda con dos kilos de
trigos. Así tenemos que 1metro de seda = 2 kilos de trigo. ¿Qué nos dice esta
ecuación? Que en dos cosas diferentes, en 1 metro de seda y en 2 kilos de
trigo, existe algo de común y de la misma magnitud. Hay que tener en cuenta que
la base de la ecuación es seda = trigo.
Por lo tanto, lo primero que hay que hacer es descubrir lo que hay de común en
la seda y en el trigo. Y para saber lo que hay de común en la seda y en el
trigo, tendremos que restar o abstraer lo que hay de diferente en el trigo y en
la seda.
Del representar al proceso
de abstracción. Surge el
problema de saber qué debemos abstraer en la relación de cambio. Y esto sólo
nos lo puede decir la propia relación de cambio entre los valores de uso. Lo
que caracteriza el valor de cambio es precisamente la abstracción del valor de
uso. Al analizar la ecuación vemos que la seda y el trigo son valores de uso
cualitativamente diferentes, tienen distintas propiedades y distintas
utilidades. Y de lo que se trata es de saber qué tienen de común la seda y el
trigo. Por lo tanto, de la seda y del trigo debemos restar o abstraer su valor
de uso, para ver cuál es el resto que obtenemos. Si a la mercancía le restamos
su valor de uso, sólo nos queda la propiedad de que es un producto del trabajo.
(Mercancía – valor de uso = producto del trabajo) (M – VU = Pt). Si en esta
ecuación despejamos la mercancía, obtenemos que la mercancía es el valor de uso mas el producto del trabajo.
(M = VU + Pt). Esta es la primera conclusión a la que llegamos, que la
mercancía es un objeto doble: es valor de uso y es producto del trabajo. Pero
el proceso de abstracción no es tan simple como aparece en este primer paso.
Detallemos el proceso de abstracción. Si de la seda restamos o abstraemos su
valor de uso, abstraemos las propiedades
y la utilidad de la seda. Pero la utilidad de la seda es obra del trabajo útil
del tejedor. De manera que en la utilidad de la seda está representado el
trabajo útil del tejedor. Por lo tanto, si de la seda hacemos abstracción de su
utilidad, hacemos abstracción del trabajo útil del tejedor. Lo mismo ocurre con
el trigo: al hacer abstracción de la utilidad del trigo, hacemos
abstracción del trabajo útil del
agricultor. Miremos ahora a la seda y al trigo después de haber llegado a esta
fase de abstracción: se han disuelto sus propiedades sensibles, han
desaparecido las propiedades y las utilidades que los diferenciara, pero
también han desaparecido el trabajo útil del tejedor y el trabajo útil del
agricultor. ¿Qué nos queda entonces? Sólo nos queda el hecho de que en la seda y en el trigo se ha gastado
fuerza de trabajo humana (gasto de nervios, músculos, cerebro, etcétera) sin
tener en cuenta la forma de su gasto. Ahora la seda y el trigo sólo
representan el hecho de que en ellos se ha gastado fuerza de trabajo humana sin
tener en cuenta la forma de su gasto, esto es, sin tener en cuenta si se gasta
en forma de tejeduría o en forma agrícola. Dicho de otro forma: la seda y el
trigo representan el hecho de que en ellos se ha acumulado trabajo humano
abstracto, esto es, gasto de fuerza de trabajo humana sin tener en cuenta la forma de su gasto. Lo
que nos dice ahora la ecuación, después de haber realizado el proceso de
abstracción, es lo siguiente: en un 1 metro de seda se ha gastado la misma
cantidad de fuerza de trabajo humana que en 2 kilos de trigo. Como
cristalizaciones de esta sustancia
social común a ellas, como cristalizaciones de trabajo humano abstracto,
son valores, valores de mercancías. Por lo tanto, un valor de uso o un bien
sólo tiene valor porque se ha cristalizado en él trabajo humano abstracto.
Forma lógica del juicio. El valor de una mercancía es el trabajo humano abstracto acumulado en
ella. A es B. Esto es un juicio de concepto, donde debemos distinguir el nombre
del objeto del concepto, ‘el valor’, y
el sintagma con que expresamos el contenido del concepto, ‘trabajo humano
abstracto acumulado’. Lo único que hay que destacar aquí es que este concepto
no ha sido obtenido de modo inmediato, recurriendo a la percepción, como
ocurría en el caso del concepto de valor de uso, sino que lo hemos obtenido
mediante un proceso de abstracción. Aunque el punto de partida fue también un
hecho perceptivo, el aparecer del valor
de cambio.
La medida del valor. Habíamos dicho un valor de uso tiene valor
porque se ha objetivado en él trabajo humano abstracto. ¿Cómo medimos entonces
la magnitud del valor de una mercancía? Mediante la cantidad de trabajo
acumulado en la mercancía. ¿Y cómo medimos la cantidad de trabajo acumulado en la
mercancía? Mediante la duración del trabajo. ¿Y cómo medimos la duración del
trabajo? Mediante unidades de tiempo: horas, días, semanas, meses, etcétera. Y
dicho en camino inverso: por medio de unidades de tiempo (horas) mido la
duración del trabajo; y mediante la duración del trabajo mido el trabajo
acumulado o la fuerza de trabajo humana gastada. Entre los marxistas y no
marxistas es habitual confundir la sustancia del valor con su medida. La
sustancia del valor es la cantidad de trabajo cumulado en la mercancía o el
trabajo gastado en su producción, mientras que la duración del trabado es el
medio por el que medimos dicho gasto.
Trabajo individual y trabajo
social. Si el valor de una mercancía viene
determinado por la cantidad de trabajo gastado en su producción, cuanto más
holgazana y menos diestra sea una persona, más valor tendrá su mercancía,
puesto que consume más tiempo en su elaboración. Pero el trabajo que constituye
la sustancia del valor de las mercancías es trabajo humano igual, gasto de la misma
fuerza de trabajo. Toda la fuerza de trabajo de la sociedad que se representa
en los valores del mundo de las mercancías rige
aquí como una sola y la misma fuerza de trabajo, aunque conste de numerosas
fuerzas de trabajo individuales. Es aquí importante el concepto de regir. Es
cierto que la fuerza de trabajo es individual, pero también es evidente que
todas las fuerzas de trabajo son iguales en el sentido de que todas representan
gasto de nervios, músculos, cerebro, etcétera. De ahí que la fuerza de trabajo
representada en los valores de las mercancías rija como una y la misma fuerza de trabajo.
LA FORMA DEL VALOR
Partimos del valor de cambio y llegamos a la conclusión de que era
un modo de expresión o forma fenoménica. Surgió entonces la necesidad de
descubrir cuál era el contenido de ese modo de expresión y llegamos a la
conclusión de que era el valor. Después analizamos el valor. Ahora tenemos que
retornar a la forma del valor, esto es, al valor de cambio. El valor concebido
como la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir una mercancía
es el valor en su forma natural. Tenemos que representárnoslo como una
propiedad inmanente a la mercancía. Y como es inmanente carece de forma
objetiva. En palabras de Marx: “De ahí que se le puedan dar las vueltas que se
quiera a una mercancía, mas como cosa de valor permanece inasequible”. Las
mercancías sólo poseen objetividad del valor en tanto son expresión de la misma
unidad social, del trabajo humano. Por lo tanto, su objetividad de valor es puramente
social. De manera que la objetividad del
valor sólo pueda presentarse en la relación de cambio de una mercancía con
otra. Todo el mundo sabe que las todas las mercancías tienen una forma de
valor que contrasta con sus multicolores formas naturales, y que es común a
todas: el dinero. Así se hace en economía: el valor de todos los bienes y
servicios se expresa en dinero. Se trata, según Marx, de demostrar la génesis
del dinero, esto es, de seguir el desarrollo de la forma del valor desde su
figura más simple hasta la deslumbrante forma del dinero. Podemos también
expresar esta tarea en términos hegelianos: se trata de que el valor, que
existe de forma inmanente y unido al valor de uso, se independice del valor de
uso, se objetive y se sustantive frente a él.
FORMA SIMPLE, FORTUITA O INDIVIDUAL DEL
VALOR
1 metro de seda = 2 kilos de trigo. Esta ecuación, con la que
representamos la relación de cambio entre esas dos mercancías, puede
transformarse en una pregunta y en una respuesta. Pregunta: ¿cuánto vale 1
metro de seda? Respuesta: vale 2 kilos de trigo. De esta manera hacemos más
evidente que las dos mercancías no desempeñan el mismo papel. La seda desempeña
un papel activo, porque es la mercancía
que expresa su valor. Mientras que l trigo desempeña un papel pasivo,
puesto que es la mercancía que sirve de material de expresión de la otra
mercancía. Pues bien, de la mercancía que expresa su valor, diremos que existe
en forma relativa de valor, y de la
mercancía que sirve de material de expresión diremos que existe en forma equivalente de valor. Por lo
tanto, la forma del valor o valor de cambio incluye dos formas de valor: la
relativa y la equivalente. Baudrillard erróneamente concibe la relación de
cambio entre las mercancías sólo como una relación de equivalencia. Es obvio
que una mercancía necesita expresar su valor, pero no puede expresar su valor
en sí misma. No podemos decir que 1 metro de seda vale 1 metro de seda, pues
así estamos expresando lo contrario, que 1 metro de seda no es más que 1 metro
seda. La seda sólo puede expresar su valor de forma relativa, esto es, en otra
mercancía. Por lo tanto, la forma
relativa de valor presupone que otra mercancía se halle frente a ella en forma
equivalente. Y a la inversa, ninguna mercancía puede estar en forma equivalente
sin otra mercancía no se encuentra frente a ella en forma relativa. Por lo
tanto, forma relativa de valor y forma equivalente de valor son dos momentos
que se pertenecen el uno al otro, donde cada uno existe por medio del otro, y
que se excluyen polarmente. Es evidente que la ecuación 1 metro de seda = 2 kilos de trigo incluye la contraria: 2
kilos de trigo = 1 metro de seda. Pero si hacemos eso, será entonces el trigo
la mercancía que esté en forma relativa de valor, mientras que la seda se
encontrará en forma equivalente. Pero nunca podrá suceder que una misma
mercancías este simultáneamente bajo las dos formas.
Consecuencia semiótica. La relación de cambio entre mercancías
constituye un caso particular de modo de expresión. Así que sobre la base de
este caso particular podemos atrevernos a definir lo que es un modo de
expresión en general. Hay modo de expresión cuando dos objetos entran en una
relación de expresión, donde uno de ellos es el objeto que se expresa y el otro
sirve de material de expresión.
Contenido de la forma
relativa del valor.
Volvamos a nuestro ejemplo. 1 metro de seda se cambia por 2 kilos de trigo.
Recordemos que esta relación de cambio se puede representar por medio de una
ecuación: 1 metro de seda = 2 kilos de trigo. Pero para comparar estas dos
magnitudes de cosas distintas, hay que reducirlas a la misma unidad. Deben ser
concebidas como objetos de la misma índole, y pueden concebirse así porque
efectivamente son de la misma índole, esto es, valores. Así que la base de la
ecuación es seda = trigo. Las dos mercancías desempeñan papeles distintos. Sólo
se expresa el valor de la seda. ¿Y cómo? Mediante su relación con el trigo en
calidad de equivalente suyo. En est relación el traje figura como forma de existencia del valor. Esta noción es
muy importante para comprender el análisis de las formas del valor. Así que
entremos en detalles. Empecemos con un ejemplo del mundo religioso. Nosotros
podemos considerar a Jesucristo como un personaje histórico real sin más, como
podemos considerar el trigo como un valor de uso sin más. Pero de acuerdo con
la representación religiosa cristiana podemos ver en Jesucristo, no sólo ni
fundamentalmente un personaje histórico, sino la forma de existencia sensible
de Dios. Así se presenta Jesucristo ante el cristiano: como Dios hecho hombre.
Dios es una sustancia espiritual y, por lo tanto, es imperceptible. Necesita,
por lo tanto, volverse sensible, objetivo, perceptible. Y Jesucristo representa
esa objetivación sensible. En suma, a Jesucristo lo podemos concebir de dos
modos: en sí mismo, en tanto personaje histórico de carne y hueso, y como forma
fenoménica de Dios. (Una de las grandes hipocresías de los católicos es haberse olvidado por completo de
Jesucristo en tanto personaje histórico, cuya práctica social enseña lo que
debe hacer un cristiano para conquistar el reino de los cielos, recordándolo
sólo como forma fenoménica de Dios, a quien acuden cuando llega la enfermedad y
la muerte). Del mismo modo el valor de la seda es una sustancia social y, por
lo tanto, es imperceptible. Necesita objetivarse, volverse sensible. Y así, en
su relación de cambio con la seda, el
trigo existe como forma sensible del valor de la tela. No figura como valor
de uso, sino que su valor de uso figura como forma de existencia del valor, del
mismo modo que Jesucristo figura como forma de existencia de Dios. Lo mismo
ocurre con la palabra: podemos concebirla en si misma, como valor referencial
sonoro, o como significante, esto es, como forma de existencia sensible del
significado.
Las tres particularidades
del contenido de la forma equivalente del valor. Hemos visto que la seda al expresar su valor
en el trigo, le imprime a este último su forma de valor particular, la de
equivalente. Pues bien, la primera particularidad de la forma de equivalente es
ésta: el valor de uso se convierte en
forma fenoménica del valor. Para ilustrar esta primera particularidad Marx
recurre a un ejemplo muy interesante. Una manzana es pesada y tiene, por lo
tanto, peso. Pero no se puede ver ni tocar el peso de la manzana. Por lo tanto,
a la manzana le pasa lo que a la seda, que no puede expresar su peso en sí
misma, sino que tiene que expresarlo en otro cuerpo. Tomemos entonces diversos
trozos de hierro cuyo peso se ha determinado previamente. Para expresar el peso
de la manzana lo ponemos, por medio de una balanza, en relación con los trozos
de hierro. En esta relación el hierro figura como un cuerpo que sólo representa
peso. Dicho en términos fenomenológicos: en esta relación el cuerpo del hierro
se presenta como forma fenoménica del peso.
Si la manzana y el hierro no fueran amabas pesadas, la una no podría
servir de expresión del peso de la otra. Si ponemos la manzana y el hierro en
el platillo de la balanza, vemos que en cuanto peso son lo mismo y que en
cierta proporción pesan lo mismo. Del mismo modo el trigo en su relación en su
relación con la seda figura como cosa que sólo representa valor. Por lo tanto,
se ha demostrado que la primera particularidad de la forma equivalente estriba
en que el valor de uso se convierte en forma fenoménica del valor.
Intrínseco y extrínseco. Dice Marx: “Las propiedades de una cosa
no surgen de su relación con otras cosas, sino que más bien se limitan a actuar
en tal relación”. La propiedad de ser pesada de la manzana no brota de su
relación con el hierro, sino que la tiene independientemente de esa relación.
Tampoco la magnitud del peso de la manzana viene determinada por su relación
con el hierro, sino que es independientemente de esa relación. Es la magnitud
del peso de la manzana quien determina la cantidad de hierro que expresa esa
magnitud. Lo mismo sucede en la relación de cambio entre las mercancías. La
propiedad de ser valor de la seda no brota de su relación con el trigo, sino
que la tiene independientemente de esa relación. Tampoco la magnitud del valor
de la seda viene determinada por su relación con el trigo, sino que viene
determinada independientemente de esa relación. Es la magnitud del valor de la
seda quien determina la cantidad de trigo que expresa esa magnitud. En suma, del mismo modo que no podemos
confundir el peso de la manzana cono su expresión por medio del hierro, tampoco
debemos confundir el valor de la seda con su expresión por medio del trigo. Es
evidente, por lo tanto, que el valor de la seda es intrínseco a la seda.
Segunda particularidad de la
forma de equivalente. El
cuerpo de la mercancía que sirve de equivalente, el trigo, por una parte, es
producto de un trabajo útil determinado, el de agricultura, y por otra parte,
en su relación con la seda figura como
encarnación de trabajo humano abstracto. Por lo tanto, este trabajo
concreto deviene expresión del trabajo humano abstracto. Tanto en forma de
tejeduría, trabajo útil que crea la seda, como en forma de agricultura, trabajo
útil que crea el trigo, se gasta fuerza de trabajo humana. Nada de esto es
misterioso. Lo que sucede es que en la relación de la seda con el trigo las
cosas se presentan al revés. Para expresar que el tejer constituye el valor de
la seda en su propiedad general de trabajo humano, se le contrapone la
agricultura en calidad de forma sensible de realización de trabajo humano
abstracto. Por lo tanto, la segunda particularidad de la forma de equivalente
estriba en que el trabajo concreto se convierte en forma fenoménica del trabajo
humano abstracto.
Tercera particularidad de la
forma de equivalente. Al
figurar este trabajo concreto, el agrícola, como expresión de trabajo humano indiferenciado, posee la forma de igualación con el otro trabajo, el
de tejeduría. Y por eso, aunque trabajo privado, es trabajo en forma social directa. Así, pues, la tercera
particularidad de la forma de equivalente consiste en que el trabajo privado
devenga forma del trabajo social directo.
Resumamos las tres particularidades de la forma de equivalente:
primera, el valor de uso se convierte en forma fenoménica del valor,
segunda, el trabajo concreto deviene
forma sensible de realización del trabajo humano abstracto, y tercera, el
trabajo privado deviene forma del trabajo social directo.
Insuficiencia de la forma
simple del valor. Marx
llama a la forma simple del valor forma germinal del valor. ¿Por qué? Porque
esta forma tiene que experimentar aún una serie de metamorfosis, esto es, una
serie de cambios de forma. La forma acabada del valor sería aquella donde la tela
pudiera representar, por una parte, su igualdad cualitativa con el resto
de las mercancías, y por otra parte, su proporcionalidad cuantitativa con el
resto de las mercancías. Pero en la forma simple del valor este objetivo no se
logra, pues la seda lo único que representa es su igualdad con el trigo.
FORMA DESARROLLADA (O TOTAL) DEL VALOR
En la forma desarrollada del valor no vemos ya el intercambio
fortuito y ocasional entre una mercancía individual y otra mercancía
individual, sino lo que vemos es que una sola mercancía se cambia con una serie
de otras mercancías. Esta forma del valor corresponde históricamente a un
estadio donde en el mercado hay un intercambio habitual y regular de distintas
especies de mercancías. Representado por medio de ecuaciones tenemos: 1 metro
de seda = 2 kilos de trigo, o 1 metro de seda = 20 gramos de oro, o 1 metro de
seda = 4 kilos de café, etcétera.
1.
Forma relativa desarrollada del valor. El valor de una mercancía, el de la tela,
se expresa ahora en todas las mercancías presentes en el mercado. Se refleja,
como en un espejo, en cualquier otra mercancía. El valor se presenta así por
primera vez como cristalización de trabajo humano indiferenciado. ¿Por qué?
Porque el trabajo que crea el valor de la tela equivale a cualquier otra
trabajo humano, tenga la forma natural que tenga. Ya se objetive el trabajo
humano en forma de trigo, o en forma de
oro, o en forma de café, en todos los
casos equivale al trabajo que crea el valor de la tela. El hecho de que la tela
pueda expresar su valor en cualquier
otro valor de uso, implica que al valor le es indiferente en el valor de uso
que exista. Una misma magnitud de valor, por ejemplo, 8 horas de trabajo social
medio, puede existir en forma de 1 metro de seda, de 2 kilos de trigo, de 20
gramos de oro, de 4 kilos de café, etcétera. En este estadio de desarrollo, el
que corresponde a la forma relativa desarrollada del valor, el valor ha logrado
dar un paso más en su independencia del valor de uso.
2. Forma
particular de equivalente. En
este estadio todas las mercancías desempeñan la forma de equivalente, puesto
que todas sirven para expresar el valor de la tela. Así que cada una de estas
mercancías es una forma particular de
equivalente junto a otras formas particulares de equivalentes. A la forma
relativa desarrollada del valor de una mercancía corresponde la forma de
equivalente particular del resto de las mercancías. También es importante
señalar que los trabajo útiles, concreto, contenidos en todas las mercancías,
figuran como formas particulares de
realización del trabajo humano puro y simple.
3.
Defectos de la forma desarrollada del
valor. Primer defecto: La expresión relativa del
valor de la mercancía es incompleta. ¿Por qué? Porque su serie no se cierra.
Con cada nueva mercancía que entra en el mercado, tenemos otra nueva expresión
relativa del valor de la tela. Segundo defecto: Como la forma natural (forma de valor de uso) del trigo, del oro,
del café, etcétera es una forma particular de equivalente junto a muchas otras,
no existen más que formas limitadas de equivalentes que se excluyen mútuamente.
Y tercero: El tipo de trabajo útil contenido en cada equivalente particular de
mercancía es una manifestación
particular y no exhaustiva del trabajo humano. Se podría decir que el valor
de la tela tiene su forma de manifestación completa en el conjunto de esas
formas particulares de manifestación, en el del trigo, oro, café, etcétera.
Pero así carece de forma fenoménica
unitaria.
FORMA GENERAL DEL VALOR
Recordemos que la forma total o desarrollada del valor contiene la
serie de ecuaciones siguientes:
1 metro de seda = 2 kilos de trigo
1 metro de seda = 20 gramos de oro
1 metro de seda = 4 kilos de café
Si un mercader expresa el valor de su mercancía, de la tela, en
una serie de otras mercancías, en el trigo, el oro y el café, entonces los
dueños de estas otras mercancías expresan el valor de las suyas en la tela. Así
que invirtiendo la serie de estas ecuaciones tenemos:
2 kilos de trigo = 1 metro de seda
20 gramos de oro = 1 metro de seda
4 kilos de café = 1 metro de seda
Al invertir aquellas ecuaciones ha cambiado el carácter de la
forma de valor. Las mercancías expresan
ahora su valor de una manera simple y unitaria. ¿Por qué las mercancías
trigo, oro y café expresan sus valores de una manera simple? Porque lo hacen en
una sola mercancía. ¿Y por qué lo expresan de manera unitaria? Porque lo hacen
en una y la misma mercancía. Hay que tener en cuenta que un grupo de mercancías
puede expresar su valor, por ejemplo, en la tela, y otro grupo de mercancías
puede hacerlo en cabezas de ganado. Las
mercancías expresarían ahora su valor de una manera simple, porque lo hacen en
una sola especie de mercancías; pero no expresarían su valor de manera
unitaria, porque un grupo lo hace en la tela y otro grupo en cabezas de ganado.
Recuento de las distintas
formas del valor. La
forma individual del valor corresponde al estadio histórico donde los productos
del trabajo se transforman en mercancías mediante el cambio fortuito y ocasional. Esto es una época en la evolución de
la humanidad donde las distintas comunidades apenas tenían contactos entre sí.
Sólo una parte muy pequeña de los productos del trabajo, tanto en términos de
variedad como de cantidad, se cambiaban como mercancías. Bajo esta forma, la de
la forma individual del valor, la tela sólo es capaz de distinguir su valor de
su propio valor de uso, pero no lo distingue de la totalidad de los valores de
uso o de cualquier valor de uso. La forma desarrollada del valor corresponde al
estadio histórico donde los productos del trabajo se transforman en mercancías
mediante el cambio regular y habitual.
Éste era el caso donde 1 metro de seda se cambiaba por 2 kilos de trigo, por 20
gramos de oro, por 4 kilos de café, etcétera. Ahora la tele ya es capaz de
distinguir su valor de cualquier valor de uso. ¿Y por qué? Porque al poder
expresar su valor en el trigo, en el oro, en el café y en cualquier otra
mercancía, demuestra que al valor le es indiferente el valor de uso en el que
exista. Siendo cierto que en este estadio el valor se ha distinguido por
completo del valor de uso, no obstante, las mercancías carecen de una expresión
común de los valores. La forma general del valor corresponde al estadio
histórico donde un producto de trabajo
determinado, por ejemplo, el ganado, se cambia de forma habitual por el resto
de las mercancías. Ahora los mercaderes se hacen con la costumbre de
expresar el valor de sus mercancías en una sola de ellas, en el ganado. Éste
era el caso donde 2 kilos de trigo, 20 gramos de oro y 4 kilos de café se
cambian por 1 metro de tela. Ahora todas las mercancías expresan su valor mediante su igualdad con la tela, y
así adquieren una expresión común para sus valores.
Lo individual y lo social. En la forma individual del valor era un asunto privado de la tela darse
una forma de valor en otra mercancía individual, por ejemplo, en el trigo. En
la forma desarrollada del valor seguía
siendo un asunto privado de la tela en una serie de mercancías
particulares: trigo, oro, café, etcétera. En cambio, en la forma general del
valor es un asunto social de todas
mercancías darse una forma de valor. Surge como obra común del mundo de las
mercancías. Como todas las mercancías expresan su valor en la tela, ésta
adquiere la forma general de equivalente. Y cualquier mercancía nueva que entre
en el mercado tiene que imitar al resto de las mercancías: expresar su valor en
la tela. Todas las mercancías existen ahora en forma de algo igual a la tela. De este modo todas las mercancías,
por una parte, aparecen como seres cualitativamente iguales, en tanto valores,
y por otra parte, como magnitudes de valores comparables. También sucede que el trabajo útil, concreto, privado, que
produce la tela, esto es, la tejeduría, se presenta como forma universal de manifestación del trabajo humano.
2. Relación de desarrollo
entre la forma relativa del valor y la forma de equivalente. En la forma individual del valor, donde
teníamos la ecuación 1 metro de tela = 2
kilos de trigo, ya se daba la oposición entre la forma relativa de valor y la
forma de equivalente. Pero en este
estadio de evolución de la forma de valor dicha oposición aún no está fijada.
Según leamos la ecuación de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, la
tela estará en forma relativa de valor o en forma de equivalente. Tampoco en la
forma desarrollada del valor la oposición queda fijada. Pues todas las
mercancías están alternativamente en forma relativa desarrollada del valor y en
forma de equivalente particular. Sólo con la llegada de la forma general del
valor la oposición entre forma relativa de valor y forma equivalente de valor
queda fijada. Ahora una sola mercancía, la tela, se encuentra en forma de
equivalente general, quedando el resto de las mercancías excluidas de esta
forma. A su vez el resto de las mercancías están en forma relativa de valor,
quedando excluida de esta forma la mercancía que sirve de equivalente, esta es,
la tela.
CRITICA A JEAN BAUDRILLARD
El libro de Baudrillard Crítica
a la economía política del signo es de arriba abajo una enorme
especulación. No define previamente los conceptos guías de su discurso, inventa
nuevas categorías que no elabora, carece del más mínimo rigor, y lo confunde y
lo mezcla todo. Para demostrar que lo que digo es cierto, he seleccionado una
parte de una de las secciones de su libro, Más
allá del valor de uso, y la someteré a crítica. Las palabras de Baudrillard
las escribiré en bastardilla y las entrecomillaré.
1. “Sabemos
que la mercancía es a la vez valor de cambio y valor de uso”.
Esto es literalmente falso. La mercancía es valor de uso y valor. El
valor de cambio es la forma fenoménica del valor. Esta distinción, la existente
entre el valor y la forma (fenoménica) del valor, es fundamental en El Capital de Karl Marx. Pero esta
distinción, como tantas otras, la ignora Baudrillard.
2. “El
valor de uso es siempre concreto y particular, en tanto que el valor de cambio
es abstracto y general”.
Esta es una de las mañas especulativas predilectas de Baudrillard, toma afirmaciones
que hace Marx sobre determinaciones del objeto del concepto y se las aplica al
objeto en su totalidad. Lo que plantea Marx es lo siguiente: el trabajo tiene
un carácter doble: por una parte, es una actividad productiva conforme a un
fin, y por otra parte, es gasto de fuerza de trabajo humana. En tanto
actividad productiva conforme a un fin
lo denomina trabajo concreto, y en cuanto gasto de fuerza de trabajo humana lo
denomina trabajo humano abstracto. ¿Qué significa para Marx la expresión
“trabajo humano abstracto”? Considerar el trabajo en tanto gasto de fuerza de
trabajo sin tener en cuenta la forma en que se gasta. Es decir, que lo de
abstracto y concreto se dice del trabajo, no del valor y del valor de uso. Por
otro lado, el valor de cambio de una determinada mercancía, por ejemplo de 1
metro de tela, es otra mercancía determinada, 2 kilos de trigo. Y el trigo, en
tanto valor de cambio de la tela, es totalmente concreto. Pero bueno,
Baudrillard es así, hace afirmaciones sin haberlas reflexionado ni sopesado en
lo más mínimo. La intuición y los significados generales de las palabras guían
su pensamiento.
3. “Naturalmente,
no podría haber valor de cambio sin que hubiera valor de uso; los
dos están emparejados, pero no existe implicación de los dos en sentido
absoluto”. Esta es la segunda forma especulativa predilecta de Baudrillard
y la de todos los filósofos especulativos: hablar siempre de forma general, no
decir nunca nada en concreto. Subsanemos este defecto para saber en concreto de
que estamos hablando. Una cosa puede ser valor de uso sin ser valor: el aire
que respiramos, por ejemplo, es una
valor de uso pero no es un valor, puesto que no es producto del trabajo. Una
cosa no puede ser valor si no es valor de uso: si hacemos una porquería, algo
inútil, habremos gastado fuerza de trabajo pero no habremos creado valor.
Puesto que sólo crea valor aquel trabajo que crea cosas útiles para otros. Y si
su producto es inútil, también será inútil la fuerza de trabajo gastada en su
producción. El valor sólo puede existir en un valor de uso: Quien gasta fuerza
de trabajo sólo puede hacerlo objetivándolo en un producto. Hay más aspectos
concretos de la lógica o relación entre valor de uso y valor, pero con los
mencionados basta.
4. “El
valor de uso no se halla implicado en la lógica del valor de cambio, que es una
lógica de la equivalencia”. Esto no es cierto. La lógica del valor de
cambio es una lógica fenoménica. Y en esta lógica fenoménica las dos mercancías
enfrentadas no desempeñan el mismo papel: una de ellas, la que expresa su
valor, está en forma relativa de valor, y la otra, la que sirve de material de
expresión del valor, está en forma de equivalente. Por lo tanto, la forma
equivalente de valor supone la forma relativa. Y viceversa.
5. “Aunque
esté continuamente recobrado por el proceso de producción y de cambio, el valor
de uso no se inscribe realmente en el campo de la economía mercantil: tiene
su finalidad propia, incluso restringida”. ¡Que manera tan tortuosa, oscura
y general de expresarse tiene Baudrillard! Si el valor de uso constituye el
contenido material de la riqueza, independientemente de su forma social, esto
es, de si se produce como mercancía o
no, entonces el valor de uso se “inscribirá” realmente en la economía mercantil
y en la economía no mercantil. Si la mercancía es tal mercancía porque se
produce en vista del valor, y el valor sólo existe en el valor de uso, es
evidente que una economía que produce en vista del valor debe “inscribir” el
valor de uso como su condición básica. Baudrillard es víctima, como el marxismo
de la época en que redacto su libro, de la confusión entre la forma mercantil
de la riqueza y su forma de capital. En esa época la lucha por el socialismo se
entendía como la lucha por acabar con la forma mercantil de la riqueza. En eso
residió el error básico del modelo soviético del socialismo.
6. “Resulta,
por lo tanto, que el “fetichismo de la mercancía” no actúa sobre la mercancía
definida a la vez como valor de cambio y valor de uso, sino sobre el valor de
cambio únicamente”.
Baudrillard le atribuye a Marx ideas y formas de pensar que no son suyas.
Cuando hablamos del valor de cambio, en su origen, hablamos de la proporción en
que los valores de uso de un tipo se cambian por los de otro. Sabemos que en la
relación de cambio entre dos mercancías, una de ellas se encuentra en forma
relativa de valor y la otra en forma equivalente. Y también sabemos que uno de
los contenidos de la forma equivalente de valor es el siguiente: que el valor
de uso del trigo, por ejemplo, en su papel de equivalente frente a la tela,
deviene forma fenoménica del valor. El fetichismo de las mercancías, en verdad,
tampoco tiene nada que ver con las determinaciones del valor: porque es
evidente que cualquier clase de trabajo es gasto de nervios, músculos, cerebro,
etcétera, y porque es obvio que la cantidad de trabajo es distinta de la
calidad. ¿De dónde proviene entonces el carácter fetichista de la mercancía? De
la forma del valor, esto es, de que el valor de uso se presente como forma
fenoménica del valor. Así que es totalmente disparatado, caprichoso, lo que
dice Baudrillard.
7. “El
valor de uso, en este análisis restrictivo del fetichismo, no aparece como
relación social, ni por lo tanto como lugar de fetichización”. Baudrillard no expone previamente qué entiende
Marx por fetichismo de la mercancía en sus mínimos detalles, ni expone lo que
entiende el propio Baudrillard. Y así pues a especular, a aparentar que se está
diciendo algo con fundamento cuando en verdad todo carece de fundamento. No hay
en el discurso de Baudrillard ni un lugar donde uno pueda decir que pisamos
firme. No cabe duda que las pirámides de Egipto son unos gigantescos valores de
uso, y que fueron creados por el trabajo y muerte de decenas de miles de
esclavos. Es obvio que sin la relación social entre los propios esclavos, sin
la colaboración y la división del trabajo entre ellos, las pirámides no
existirían. También es obvio que su trabajo no era a favor de ellos mismos,
sino a favor de los esclavistas. Y es obvio, por último, que la relación social
entre los esclavistas y los esclavos no tiene nada de fetichista, pues está
claro como la luz del sol que los primeros se apropiaban del trabajo de los
segundos. Uno de los aspectos fetichistas de la mercancía estriba en que desde
que los productos del trabajo y la propia fuerza de trabajo se convierten en
mercancías, la apropiación de trabajo ajeno por parte de los capitalistas queda
totalmente oscurecida. Y no porque los capitalistas sean malintencionados, sino
porque la riqueza se produce como mercancía. Así que la idea de Baudrillard de
que el valor de uso no es fruto de la relación social nada tiene que ver con
las ideas de Marx.
8. “El
valor de uso, la utilidad misma, es una relación social fetichizada –una
abstracción, la del sistema de necesidades, que adopta la evidencia falsa de un
destino concreto, de una finalidad propia de los bienes y servicios”. Esta frase no hay manera de entenderla,
recuerda los sinsentidos y requiebros discursivos del enajenado Alonso
Quijana. Por valor de uso entendemos una cosa que por sus propiedades puede
satisfacer necesidades humanas. Por lo tanto, las necesidades son una de las
determinaciones del valor de uso. Así que representarse las necesidades
independientes del concepto de valor de uso, del que es uno de sus contenidos,
y afirmar que el sistema de las necesidades es una abstracción, es un
sinsentido, o tiene un sentido meramente especulativo. Además, ¿desde cuándo el hambre y la sed, por
señalar dos necesidades humanas básicas, son abstracciones? ¿Cómo puede
pensarse que los doce niños que mueran cada minuto de hambre son abstracciones?
Creo que Baudrillard, en su enajenación especulativa, hace un flaco favor a la
ciencia y a los intereses de las capas pobres del mundo.
9. “La
hipótesis es, en efecto, que las necesidades son el equivalente del trabajo
social abstracto: sobre ellas se funda el sistema del valor de
uso, como sobre el trabajo social abstracto se funda el sistema del valor de
cambio”. Esta frase de Baudrillard es todo un disparate. Carece del más
mínimo rigor. En primer lugar quisiera decirles que donde Baudrillard escribió
“trabajo social abstracto”, en rigor debió escribir “trabajo humano abstracto”. Puesto que no
sabemos que quiere decir Baudrillard cuando afirma que el trabajo social es abstracto,
mientras que sí sabemos que quiere decir Marx cuando habla del trabajo humano
abstracto. ¿Por qué Marx llama abstracto al trabajo humano? Porque se trata de
considerar el trabajo haciendo abstracción de la forma en que se gasta el
trabajo, considerándolo sólo bajo la condición de que se ha gastado nervios,
músculos, cerebro, etcétera. En toda abstracción hay que saber de dónde se
abstrae, qué se abstrae, y cuál es el resto. Pero Baudrillard entiende por
abstracción algo que no se ve, que es oscuro, que sólo se puede intuir. En
segundo lugar diré lo siguiente: Baudrillard afirma que las necesidades son el
equivalente del trabajo humano abstracto, esto es, que una de las
determinaciones del valor de uso, las necesidades, es el equivalente de la determinación
básica del valor: el trabajo humano abstracto. Así que al afirmar que las
necesidades son el equivalente del trabajo humano abstracto, Baudrillard está
afirmando que el valor de uso es el equivalente del valor. Todo un disparate.
Todo resultado de los caprichos del pensamiento especulativo, que entre otros
defectos no examina nunca las consecuencias de sus afirmaciones. Y en tercer
lugar, quiero examinar la idea de Baudrillard de que sobre las necesidades se funda el sistema del valor de uso. Si en el
lugar del nombre del objeto del concepto, esto es, el nombre ‘valor de uso’,
ponemos el sintagma con que expresamos el contenido del concepto de valor de
uso, esto es, el sintagma ‘cosas que por sus propiedades satisface necesidades
humanas’, el juicio de Baudrillard quedaría como sigue: sobre las necesidades
se funda el sistema de las cosas que por sus propiedades satisface necesidades
humanas. Y esto, con toda evidencia, es un sinsentido, un enredo, una hablar
sin pensar. Además, y siendo prácticos, que es donde todas las especulaciones
se hacen añicos, sobre los doce niños que cada minuto se mueren de hambre, que
representan la necesidad que se ha enajenado de la satisfacción, no se funda
ningún valor de uso. Si se fundara algún valor de uso, no morirían de hambre.
10.
“Marx definió la forma del valor de cambio
y de la mercancía por el hecho de que todos los productos pueden equivalerse
sobre la base del trabajo social abstracto. Y planteó a la inversa la
“incompatibilidad” (más adelante dice “incomparabilidad”) de los valores de
uso”. Otra frase
endiabladamente especulativa. Sólo les diré lo que dijo Marx al respecto, y
comprueben ustedes mismos hasta que punto Baudrillard adultera, tergiversa y
enreda las ideas de Marx. La relación de cambio supone que las mercancías que
se cambian sean valores de uso
cualitativamente diferentes. A nadie se le ocurre cambiar tela por tela,
trigo por trigo, el mismo valor de uso por el mismo valor de uso. Así que Marx
no dice que los valores de uso sean incomparables o incompatibles, sino que en
la relación de cambio deben ser cualitativamente diferentes. Esta es una de las
peculiaridades del cambio entre mercancías: como valores de uso son
cualitativamente diferentes, y como valores son cualitativamente iguales y
cuantitativamente comparables.
11.
“Como valores útiles, todos los bienes son
ya comparables entre sí, por estar asignados al mismo denominador común
funcional/racional, a la misma determinación abstracta”. Todas las cosas rojas son comparables
entre sí en tanto seres rojos, como
todos los objetos físicos lo son en cuanto seres físicos, y a sí hasta el
infinito. De manera que no hay nada de original en decir que los valores útiles
son comparables entre sí en tanto seres útiles. Lo que no dice Baudrillard es
cuál es la necesidad práctica de compararlos y cuál es la consecuencia práctica
de compararlos.
12.
“Únicamente los objetos o categorías de
bienes invertidos en el intercambio simbólico son estrictamente incomparables.
En cambio, como valor útil, el objeto alcanza la universalidad abstracta, “la
objetividad”. ¡¡¿¿??!!
Como dice Cervantes de los dichos y requiebros de Alonso Quijana: ni el
mismísimo Aristóteles sería capaz de desentrañar semejantes enredos y
sinsentidos. No es necesario comparar los valores de uso entre sí para hacerlos
objetivos. Del valor de uso, en tanto unidad de propiedades naturales y
utilidades, no hay duda de su objetividad. Nuestros sentidos dan testimonio de
su existencia sensible, objetiva. Solamente del valor si hay dudas acerca de su
objetividad, si se considera a la mercancía aisladamente. Como dice Marx: se le
pueden dar las vueltas que se quiera a una mercancía, más como cosa de valor
permanece inasequible. El valor sólo se hace objetivo mediante la relación de
una mercancía con otra. Y esa objetividad se vuelve firme cuando el valor, tras
experimentar una serie de metamorfosis, adopta la forma de dinero.
Creo sinceramente que con esto basta. Baudrillard es un puro
especulador. Su discurso carece de fundamento, rigor y claridad. No hay parte de su libro donde podamos
pisar firme, encontrarnos en terreno seguro, avistar un camino teórico. Es un
hablar sin pensar. Sus ideas no gravitan en torno a ningún objeto del
conocimiento. Jamás nos lo presenta ni lo define. Lo supone, lo intuye, o nos
lo da en escorzos fugaces. Inventa
categorías, mezclas determinaciones conceptuales, y enreda. No teje ni desteje,
ni ovilla tan siquiera, sino enreda y enreda. Y creo una inutilidad desenredar
sus múltiples enredos. Con los doce que he desenredado creo que son
argumentos suficientes para catalogarlo,
sin género de dudas, como un puro especulador.
EL CONCEPTO DE VALOR EN
SAUSSURE
“Consideremos primero la significación tal como se suele
presentar, y tal como la hemos imaginado en la página 103. Como indican las
flechas de la figura, no es más que la contrapartida de la imagen auditiva.
Todo ocurre entre la imagen auditiva y el concepto, en los límites de la
palabra considerada como un dominio cerrado, que existe por sí mismo.
Pero el aspecto paradójico de la cuestión es el siguiente: de un
lado, el concepto se nos aparece como la contrapartida de la imagen auditiva en
el interior del signo; y de otro, ese signo mismo, es decir, la relación que
vincula sus dos elementos, es también y de igual modo la contrapartida de los
demás signos de la lengua. Puesto que la lengua es un sistema del que todos los
términos son solidarios y donde el valor
del uno no resulta más que de la presencia simultánea de los otros. ¿Cómo
es que el valor, así definido, se confunde con la significación, con la
contrapartida de la imagen auditiva? Para responder a esta cuestión, tengamos
en cuenta primero que, incluso fuera de la lengua, todos los valores parecen
regidos por este principio paradójico. Están siempre constituidos:
1° Por una cosa desemejante susceptible de ser cambiada por otra
cuyo valor está por determinar.
2° Por cosas similares que se pueden comparar con aquella cuyo
valor está en cuestión.
Se necesitan estos dos factores para la existencia de un valor.
Así, para determinar lo que vale una moneda de cinco francos, hay que saber,
1°) que se puede cambiar por una cantidad determinada de una cosa diferente,
por ejemplo, de pan; 2°) que se puede comparar con un valor similar del mismo
sistema, por ejemplo, con una moneda de 1 franco,... De igual modo una palabra puede ser cambiada por
cualquier cosa desemejante: una idea; además puede ser comparada con lago de
igual naturaleza: otra palabra. Su valor no está fijado por tanto mientras nos
limitemos a comprobar que puede ser cambiada por tal o cual concepto; tenemos
que compararla todavía con los valores similares, con las demás palabras que
puedan oponérsele”. (La negrita es mía)
La representación que tiene Saussure sobre la determinación del
valor es errónea, supone que se intercambia el valor, en su forma acabada de
dinero, con el valor de uso. Pero no quiero incidir sobre este aspecto por
considerarlo poco útil. Lo que sí haré será lo siguiente: expresaré las ideas
de Saussure de acuerdo con la representación de Marx sobre el valor, expuesta
en la transformación de la mercancía en dinero. Lo que Saussure, en el marco de
la palabra, llama significado, en Marx, en el marco de la mercancía, se llama
valor. Y lo que en Saussure, en el marco de la palabra, se llama valor; en
Marx, en el marco de la mercancía, se llama valor de cambio. Aunque emplean
términos distintos en ámbitos distintos del saber, la representación filosófica
del problema: la concepción de las unidades como dos caras, y la relación entre
las distintas unidades. Para unificar la terminología hablaremos del valor
significativo de la palabra y del valor significativo de cambio de la palabra.
En Saussure el valor significativo (el significado, el concepto, la idea) es
inmanente, inherente, intrínseco, al signo. Pero bajo esta condición o
modalidad, su valor significativo no está fijado (determinado). Si consideramos
la palabra ‘mesa’ aisladamente, su significado permanece inasequible. El
significante es sensible, objetivo, pero el significado, considerada la palabra
aisladamente, no es sensible, objetivo. Por lo tanto, el problema que se
plantea es cómo hacer objetivo, sensible, el significado de la palabra ‘mesa’.
Y la respuesta es que el significado de la palabra ‘mesa’ se hace sensible,
objetiva, por medio de otras palabras: ‘mueble compuesto por un tablero
horizontal sostenido por uno o varios pies, que sirve para comer, etcétera’. Si
empleáramos la representación de Marx, podríamos afirmar que el significado de
la palabra ‘mesa’ está en forma relativa de valor significativo, puesto que es
la palabra que expresa su significado, mientras que el significado de la
secuencia de palabras ‘mueble compuesto por...’
está en forma de equivalente, puesto que son las palabras que sirven de
material de expresión del valor significativo de la palabra ‘mesa’. Los
diccionarios pueden considerarse como el mejor ejemplo de intercambio de
valores significativos, y que tienen la forma del ejemplo utilizado.
Crítica a Roger Backhouse
Backhouse, en su libro Historia del análisis económico moderno,
página 157, dice lo siguiente: “Los defectos de la teoría del valor-trabajo que
llevaron a Jevons a reaccionar en contra de Ricardo también están presentes en
la obra de Marx. Parece plausible que la principal explicación del compromiso
de Marx con la teoría del valor-trabajo resida en sus implicaciones
ideológicas. Marx no se limitó a medir el valor por el tiempo de trabajo, pues
la plusvalía entrañaba la implicación ética de que los beneficios constituían
los frutos de la explotación”.
Vamos a desmenuzar estas ideas de
Backhouse en una serie de puntos para saber con claridad y precisión de qué
habla. Primero: por implicaciones ideológicas de Marx debemos entender que
defendía los intereses de los trabajadores y dañaba los intereses de los capitalistas.
Segundo: por dicho motivo, por estar implicado ideológicamente con los
trabajadores, Marx defendió la teoría del valor-trabajo. Tercero: al hacerlo
así, al defender la teoría del valor-trabajo, Marx no respetó las leyes
objetivas de la economía. Hizo ideología y no ciencia. Cuarto: Jevons, al
contrario de Marx, elaboró su teoría del valor sin implicarse ideológicamente.
Hizo ciencia y no ideología. Y quinto: ¿es posible que un economista siendo
objetivo pueda favorecer los intereses de una determinada clase? ¿Cuál es la
relación entre ciencia e ideología?
Para aclararnos con fundamentos firmes
sobre estos cinco puntos vamos a exponer de forma resumida la teoría de Marx
sobre el valor de uso, el valor y el beneficio. Una mesa, por ejemplo, es un
valor de uso que satisface una necesidad particular. Para producirla se
requiere una determinada actividad productiva. Esta viene determinada por su
fin, su modo de operar, sus medios y su resultado. Llamamos trabajo útil al
trabajo cuya utilidad se presenta en el hecho de que su producto es un valor de
uso. Por lo tanto, en el valor de uso de toda mercancía se encierra una
determinada actividad productiva conforme a un fin, esto es, trabajo útil.
Es obvio que Marx concibe el valor de uso
como obra del trabajo útil. Creo que es totalmente objetivo. No obstante,
respetando la ley objetiva de la creación de valores de uso, favorece
claramente los intereses de los trabajadores. Por lo tanto, un economista puede
ser totalmente objetivo y, no obstante, favorecer los interese de determinada
clase.
.) Hablemos ahora del valor. Supongamos
que el carpintero tardó 8 horas en hacer la mesa. Podríamos suponer que el
valor creado por el carpintero asciende a 8 horas. Pero no es así. Tenemos
conocimiento de que las carpinterías industrializadas producen la misma clase
de mesas en 4 horas. De ahí que el valor de la mesa del carpintero sea
realmente de 4 horas y no de 8 horas. Es cierto que su trabajo individual
asciende a 8 horas, pero sólo representa un trabajo social de 4 horas. Por lo
tanto, en el valor de toda mercancía se encierra una determinada cantidad de
trabajo social (de trabajo humano abstracto).
Es obvio que Marx plantea que la
substancia del valor es el trabajo humano abstracto, el gasto de fuerza de
trabajo sin tener en cuenta la forma de su gasto. Creo que está siendo
totalmente objetivo. No obstante, respetando la ley objetiva de la creación del
valor, favorece claramente los intereses de los trabajadores. Por lo tanto, vuelve confirmarse que un
economista puede ser totalmente objetivo y, no obstante, favorecer los
intereses de una determinada clase social.
.) Hablemos ahora del beneficio. Marx
dividió la jornada laborar en dos partes. Durante la primera parte el obrero
produce su salario y durante la segunda produce el beneficio del capitalista.
En el capitalismo ocurre lo que en la época feudal. La jornada laboral se
dividía igualmente en dos partes. Durante tres días de la semana el siervo
trabajaba en su tierra para sí mismo y durante los tres días siguientes trabajaba
en las tierras del señor gratuitamente. Yo creo que aquí Marx vuelve a ser
totalmente objetivo. No obstante, respetando la ley objetiva de la creación del
beneficio, Marx favorece claramente los intereses de los trabajadores. Vuelve a
confirmarse aquí por tercera vez que un economista puede ser totalmente
objetivo y, no obstante, favorecer los intereses de determinada clase social.
.) Veamos ahora los planteamientos de
Jevons en torno al valor de uso, el valor y el beneficio. Cuando Jevons analiza
la naturaleza de la utilidad lo hace bajo el punto de vista del consumidor y no
del productor. Su definición de la utilidad es la siguiente: “La utilidad no es
una cualidad inherente a las cosas. Se define mejor como una propiedad
circunstancial de las cosas que nace de su relación con las necesidades
humanas”.
Jevons no habla para nada del trabajo
útil. No dice que en el valor de uso de toda mercancía se encierra una
determinada actividad productiva conforme a un fin. De hecho afirma que la
utilidad brota o nace de la necesidad y no del trabajo útil. Por una parte, es
obvio que Jevons no es plenamente objetivo, puesto que no habla para nada del
trabajo útil como condición esencial de existencia de los valores de uso. Por
otra parte, es obvio que el planteamiento de Jevons favorece los intereses de
los capitalistas, puesto que hace desaparecer el protagonismo esencial que
tienen los trabajadores en la creación de valores de uso.
.) En lo que se refiere a la naturaleza
del valor, el planteamiento de Jevons se resumen en tres de sus ideas. Primera:
“hablando sólo de cosas que son transferibles o susceptibles de pasar de mano
en mano, observamos que dos de las más claras definiciones del valor reconocen
a la utilidad y a la escasez como las cualidades esenciales”. Segunda: “el
valor de cambio está definido por la utilidad terminal, por el deseo remanente
que nosotros u otros tenemos de poseer más”. Y tercera: “aunque el trabajo
nunca es la causa del valor, es en una gran proporción de casos la
circunstancia determinante”.
En suma. Jevons plantea que las cualidades
esenciales del valor son la escasez y la utilidad, mientras que el trabajo es
meramente una cualidad circunstancial. Por lo tanto, es obvio que el
planteamiento de Jevons favorece los intereses de los capitalistas, puesto que
el papel que le asigna al trabajo en la creación del valor es meramente
circunstancial y no esencial. Resumiendo: por una parte, cuando Jevons habla de
los valores de uso no menciona para nada el trabajo útil, y por otra parte,
cuando habla del valor le asigna al trabajo un papel meramente circunstancial.
Es obvio que los planteamientos de Jevons sobre el valor de uso y sobre el
valor tienen claras implicaciones ideológicas.
.) Hablemos ahora del planteamiento de
Jevons sobre el beneficio. Jevons, citando a Senior, afirma: “Con la palabra
Abstinencia queremos expresar ese agente distinto del trabajo y del concurso de
la naturaleza cuya concurrencia es necesaria para la existencia del capital y
que está en la misma relación con los beneficios que el trabajo con los
salarios”.
El capitalista puede hacer con su dinero
dos cosas: o gastarlo en su vida personal o emplearlo como capital. Pero si lo emplea como capital, no
puede gastarlo en su vida personal. Por lo tanto, la existencia del dinero como
capital sólo es posible por la abstinencia del capitalista. Podemos admitir
este conocimiento como cierto (aunque tiene truco) No obstante, Jevons no explica como la
Abstinencia crea el beneficio.
Es obvio que ningún trabajador ha visto
jamás en su empresa a la Abstinencia en persona, como un agente más de la
producción, al igual que se ven los medios de producción y los propios trabajadores. (La Abstinencia sí que es un
dato inobservable) Y si los economistas utilitaristas saben de su forma de existencia
objetiva, que lo digan para asombro de todos. Por lo tanto, es obvio que la
teoría de la abstinencia sirve para justificar que el capitalista obtenga un
beneficio de su negocio, pero no sirve para explicar cómo se crea ese beneficio.
Crítica a Samuelson y Nordhaus
Obra teórica sometida a crítica: ECONOMIA
Temas: la escasez y la eficiencia
1) “La economía es el estudio de la manera en
que las sociedades utilizan los recursos escasos para producir mercancías
valiosas y distribuirlas entre los diferentes individuos. Tras esta idea se
esconden dos ideas claves en economía: los bienes son escasos y la sociedad
debe utilizarlos eficientemente”. Pg. 4.
Crítica
11)
Samuelson y Nordhaus hablan de la escasez en términos absolutos. No se han
visto influenciados por la teoría de la relatividad, donde se afirma que el
movimiento de un cuerpo no es absoluto, sino que depende del sistema de
referencia empleado. Si tiramos una piedra por la ventanilla de un tren en
movimiento uniformemente acelerado, respecto del tren la piedra describe una
línea recta y respecto del terraplén describe una parábola. De igual modo la
escasez tampoco es un dato absoluto, depende del individuo empleado como
referencia. Los pobres, por ejemplo, viven la escasez de los medios de vida más
elementales, mientras que los ricos no sufren ninguna clase de privaciones al
respecto. Por lo tanto, la medida de la escasez de los bienes varía de acuerdo
con la clase social a la que pertenece el individuo empleado como sistema de
referencia.
12) Samuelson
y Nordhaus hablan de la escasez en términos metafísicos. No se han visto
influenciados por la filosofía de Hegel, donde se conciben las cosas como
unidad de contrarios. Si hablamos de escasez, por lógica dialéctica deberíamos
hablar también de su contrario: la abundancia. Los recursos de una sociedad no
se presentan sólo en calidad de escasos, también se presentan en calidad de
abundantes. Los ricos, por ejemplo, viven en la abundancia, mientras que los
pobres viven en la escasez. Por lo tanto, la proporción entre la abundancia y
la escasez de bienes depende de la clase social a la que pertenece el individuo
en cuestión.
2) “Dado que los deseos son ilimitados, es
importante que una economía saque el mayor provecho de sus recursos limitados,
lo cual nos lleva al concepto fundamental de eficiencia. Eficiencia significa
utilización de los recursos de la sociedad de la manera más eficaz posible para
satisfacer las necesidades y los deseos de los individuos”. Pg. 4.
Crítica
21)
Samuelson y Nordhaus están envueltos en piel burguesa. De ahí que afirmen que
los deseos son ilimitados. Están pensando en los capitalistas, que cuanto más
tienen más quieren. Todos sabemos que los capitalistas son insaciables en sus
deseos de acumular riquezas. Lo que filosóficamente les sucede a Samuelson y
Nordhaus es que son incapaces de pensar en una sociedad que no sea burguesa, en
una sociedad donde, al contrario de la capitalista, los deseos sean moderados y
limitados. ¿No estará la verdadera felicidad de todos en una sociedad donde los
deseos sean moderados y limitados? Si se ha establecido un salario mínimo, un
tope mínimo de ingreso que asegure a los trabajadores la satisfacción de las
necesidades básicas, por lógica dialéctica se debería establecer igualmente un
ingreso máximo, un tope máximo de ingreso que evite el despilfarro y las
desorbitadas acumulaciones de riquezas en manos privadas.
22) Según
Samuelson y Nordhaus “eficiencia significa utilización de los recursos de la
sociedad de la manera más eficaz posible para satisfacer las necesidades y los
deseos de los individuos”. Pero de acuerdo con esa definición y con lo que
observamos en la cruda realidad, podemos concluir que la economía capitalista,
sobre todo a escala mundial, no es nada eficiente, pues mantiene a una gran
parte de la población sin satisfacerle sus necesidades básicas.
Aún
admitiendo que la economía capitalista, dentro de ciertos parámetros, es
eficiente, el modo en que se satisfacen las necesidades y los deseos de los
individuos es muy distinto. Depende de la clase social a la que pertenece el
individuo en cuestión. Los ricos, por ejemplo, tienen muchas necesidades y la
mayoría plenamente satisfechas; los obreros que perciben el salario mínimo
tienen las necesidades básicas satisfechas, pero las necesidades superiores
insatisfechas; y los pobres tienen las necesidades básicas sin satisfacer.
23) La
economía esclavista y la economía feudal, al igual que la economía capitalista,
empleaban sus recursos “escasos” para satisfacer las necesidades y los deseos
de los individuos. Bajo este punto de vista no sabemos en qué se diferencia la
economía capitalista de las economías esclavista y feudal. Por lo tanto, la
definición dada por Samuelson y Nordhaus sólo nos habla de la índole general de
la economía capitalista, pero no de su índole específica. Pero la cosa va más
lejos: Samuelson y Nordhaus nos dan la definición de la índole general de la
economía capitalista como si nos estuvieran dando la definición de su índole
específica. De esa manera la definición de la índole general de la economía
capitalista sirve para ocultar, hacer desaparecer, la definición de su índole
específica.
Sabemos
que en el esclavismo el modo en que se satisfacían las necesidades de los
esclavistas era muy distinto del modo en que se satisfacían las necesidades de
los esclavos. También sabemos que en el feudalismo el modo en que se
satisfacían las necesidades de los señores feudales era muy distinto del modo
en que se satisfacían las necesidades de los siervos. Y por lógica deducimos
que para conocer esencialmente la naturaleza de las economías esclavista y
feudal es necesario, no sólo hablar del modo en que los recursos escasos eran empleados para
satisfacer las necesidades de los individuos, sino también de los diferentes modos en que se satisfacían
las necesidades de dichos individuos. No hay que romperse la cabeza para ver
que el modo en que satisface un individuo sus necesidades depende de la clase
social a la que pertenece.
Resulta
sospechoso, entonces, que Samuelson y Nordhaus no se refieran para nada a los
distintos modos en que se satisfacen las necesidades humanas en el capitalismo.
Hablan de la satisfacción de las necesidades humanas a secas, haciendo
abstracción, dejando de lado, las diferencias en los modos de satisfacción. Así
logran presentar la economía capitalista como una economía natural, carente de
forma económico-social. Pero al igual que sucedía en el esclavismo y en el
feudalismo, hablar de las diferencias en los modos de satisfacción resulta
clave para comprender la esencia de la
economía capitalista. Cualquier postura, como la de Samuelson y Nordhaus, tendente a hacer desaparecer las diferencias
en los modos de satisfacción en la economía capitalista, favorece los intereses
de los capitalistas y les proporciona un gran activo ideológico.
Crítica a la teoría de la utilidad de Jevons
Las tesis fundamentales de Jevons sobre
la naturaleza de la utilidad son las
siguientes:
Primera: La utilidad no es una cualidad
inherente a las cosas, sino una propiedad circunstancial de las mismas que nace
de su relación con las necesidades humanas.
Segunda: En consecuencia, nunca podremos
afirmar de forma absoluta que unos objetos tienen utilidad y otros no. Así, por
ejemplo, la fruta no recolectada para los consumidores no tiene la más mínima
utilidad.
Tercera: todas las partes de una misma
mercancía no tienen el mismo grado de utilidad. Así, por ejemplo, un litro de
agua diario tiene la máxima utilidad, pues evita que nos muramos de sed; varios
galones de agua tienen gran utilidad, puesto que nos permite satisfacer las
necesidades de bañarnos, fregar el suelo, lavar la losa, etc.; pero por encima
de estas cantidades la utilidad empieza a descender hasta llegar a cero.
Podríamos incluir algunas tesis más de
Jevons sobre el particular, pero con estas nos basta para nuestro propósito.
Ahora paso a exponerte las tesis fundamentales de Marx sobre el mismo
tema, para luego pasar a compararlas con las tesis de Jevons:
Primera: Marx proporciona dos definiciones
de valor de uso: una, es una cosa que por sus propiedades puede satisfacer
necesidades humanas, y dos, es una cosa que por sus propiedades puede ser útil
en diversos aspectos.
Segunda: La utilidad de una cosa no flota
en el aire. Condicionada por las propiedades del cuerpo de la mercancía no
existe sin ellas.
Tercera: Los valores de uso se realizan en
el uso o en el consumo.
Cuarta: En todo valor de uso se encierra
una determinada actividad productiva conforme a un fin, esto es, trabajo útil.
Crítica
De
acuerdo con Jevons diremos que una manzana, por ejemplo, es útil porque
satisface necesidades humanas, pero de acuerdo con Marx diremos que una manzana
satisface necesidades humanas porque tiene propiedades nutritivas. El hombre
primitivo, en su calidad de cazador, tuvo necesidad de lanzar objetos a sus
presas. Fue la necesidad de cazar la que le obligó a usar piedras como
elementos arrojadizos. Pero la utilidad de las piedras como elementos
arrojadizos no dependía de que él las necesitara, sino del peso, volumen y
configuración de las mismas. Por lo tanto, la utilidad no es una
propiedad circunstancial de las cosas que nace de su relación con las
necesidades humanas, sino una cualidad inherente a las cosas que depende en su
existencia de las propiedades naturales de las
mismas.
Supongamos que tenemos una manzana en el
frutero y que de momento nos abstenemos de consumirla. Por el hecho de que no
se consume, Jevons deduce que la manzana deja de ser valor de uso. Es decir,
que el no consumo de un valor de uso supone para Jevons la negación de su
existencia como valor de uso. Si seguimos a Marx, el planteamiento cambia:
aunque no consumamos la manzana, no por ello deja de ser valor de uso. Sigue
siendo un valor de uso, lo que sucede es que no se realiza como valor de uso.
Marx diferencia entre el ser de una cosa y su realización, en este caso, entre
valor de uso y consumo, mientras que Jevons toma la no-realización de un valor
de uso como negación de su existencia como valor de uso. La diferencia que presenta Marx entre ser y realización,
Jevons la presenta como diferencia entre ser y no ser.
Supongamos ahora que al cabo de cinco días
decidimos comernos la manzana. Pero no podemos hacerlo porque está podrida. La
manzana ha perdido su condición de valor de uso, no porque no se consumiera,
sino porque perdió sus propiedades nutritivas. Vuelve a quedar claro aquí que
la utilidad de las cosas reside en sus propiedades naturales y no en su
relación con las necesidades humanas.
Pensemos ahora en el guepardo y en uno de
sus alimentos habituales: el impala. El impala libre y vivo es objeto de la
necesidad alimenticia del guepardo, pero no es medio de consumo, no es apto
para el consumo, no es un valor de uso. Sólo es apto para el consumo el impala
capturado y muerto. Pero para que se produzca este cambio en la forma de
existencia del impala, que de estar libre y vivo pase a estar capturado y
muerto, el guepardo tiene que realizar una determinada actividad productiva
conforme a un fin: cazar. Entre la
necesidad alimenticia del guepardo y su satisfacción media su trabajo de
cacería. Por lo tanto, la utilidad de las cosas no brota de las necesidades
humanas, sino del trabajo útil.
Conclusiones de la crítica
Los errores de Jevons son los siguientes:
uno, ignora que la utilidad de una cosa reside en sus propiedades naturales,
dos, no diferencia entre el ser de una cosa y su realización, confundiéndola
con la diferencia entre ser y no ser, y tres, ignora que la utilidad de las
cosas es obra del trabajo útil.
Con este pequeño trabajo analítico te he
demostrado tres cosas: una, que conozco al detalle la teoría de la utilidad de
Jevons, dos, que conozco al detalle la teoría de la utilidad de Marx, y tres,
que tengo la suficiente capacidad teórica (en este caso analítica) para
elaborar una crítica fundamentada de la teoría de la utilidad de Jevons. Si
ahora resulta, estimado Jacinto, que leyendo a Dobb me percato que no tiene en
cuenta estas diferencias a la hora de analizar los valores de uso, estaré
totalmente legitimado para criticarlo por conocimientos de causa y razón. El
que tú consideres a Dobb un intelectual de gran talla y a mí de talla pequeña,
no cambia en nada la cuestión. Aquí no se trata de creer quién tiene más talla
como intelectual, sino en concreto de quien conoce mejor un determinado texto de
Marx, a saber, el primer capítulo de El
Capital. Y yo te puedo asegurar y demostrar que Dobb no conoce con rigor
dicho texto de Marx. Pero no podré demostrártelo mientras tú rehuyas centrarte
en el debate que te planteé desde el principio: las 16 páginas de texto teórico
de Dobb y las 45 páginas de texto teórico de Marx.
¿Es Marx metafísico o científico?
(Distinción entre esencia y fenómeno)
Los
economistas convencionales se niegan a reconocer que en economía es necesario
distinguir entre la esencia de las cosas y su forma de manifestación. Las
expresiones “esencia” y “forma de manifestación” les suena tanto a Marx y a su
herencia hegeliana, que el rechazo es prácticamente instintivo. Y como no
reconocen la necesidad de hacer tal distinción filosófica, ignoran que en la
forma de manifestación las cosas se presentan a menudo distintas a como son en
esencia. Por lo tanto, lo primero que debemos hacer será demostrar que esa
distinción filosófica es un saber más corriente de lo que se supone y que el
conocimiento de su poder inversor es básico para el desarrollo exitoso de todas las ciencias.
Todos estamos acostumbrados a decir que el
Sol sale por el Este y se pone por el Oeste. De hecho, de acuerdo con nuestra
experiencia diaria y la información que nos suministra los sentidos, las cosas
se presentan así: la Tierra aparece como un cuerpo inmóvil y el Sol aparece
moviéndose alrededor de ella. Pero todos sabemos que en esencia las cosas
ocurren al contrario: el Sol es el cuerpo inmóvil y la Tierra es el cuerpo
móvil. Si expresáramos esta contradicción de forma dialéctica, estaríamos
obligados a decir que el movimiento de la Tierra sobre sí misma genera la
apariencia de que es el Sol quien se mueve alrededor de ella.
En este sencillo ejemplo quedan claras dos
cosas: una, la necesidad que tienen los físicos de reconocer la distinción filosófica entre esencia y
forma de manifestación, y dos, la necesidad que tienen los físicos de saber que
en la forma de manifestación las cosas se presentan al contrario de cómo son en
esencia. En primer lugar, la Tierra, que es el cuerpo móvil, aparece como
inmóvil, y el Sol, que es el cuerpo inmóvil, aparece como móvil. Y en segundo
lugar, lo que en esencia es un movimiento de rotación, se presentan en
apariencia como un movimiento de traslación.
Primera reflexión. ¿El hecho de que
nosotros sepamos cómo son las cosas en esencia hace desaparecer su forma de
manifestación? Dicho de forma más práctica: ¿el hecho de que nosotros sepamos
cómo son las cosas en esencia implica que mañana, cuando nos levantemos de la
cama y hagamos nuestra vida diaria, veremos las cosas tal y como son en
esencia, esto es, al Sol inmóvil y a la Tierra
girando sobre sí misma? Pues no y mil veces no. El conocimiento de cómo
son las cosas en esencia no disipa la ilusión generada por la apariencia, no
evita que en su forma de manifestación las cosas sigan apareciendo invertidas.
Segunda reflexión. ¿El hecho de que
nosotros sepamos cómo son las cosas en esencia hace necesario que le pidamos a
los profesores que no enseñen a los niños en la idea de que el Sol sale por el
Este y se pone por el Oeste y a las autoridades locales que se empeñen en
convencer a los ciudadanos de que no calculen la hora observando la posición
del Sol? Pues no y mil veces no. El conocimiento de la forma de manifestación
de una cosa es tan necesario como el conocimiento de su esencia y, por lo
tanto, las categorías fenoménicas son tan necesarias como las categorías de
esencia.
Tercera reflexión. Si en un fenómeno
físico tan sencillo, como es la relación de movimiento entre la Tierra y el
Sol, es necesario distinguir entre esencia y forma de manifestación y saber que
en la forma de manifestación las cosas aparecen al contrario de cómo son en
esencia, ¿cómo no va a ser necesario hacer tal distinción y tener en cuenta tal
saber en unos fenómenos tan complejos como son los económicos? Negarse a ello,
como hace la economía convencional, es actuar en contra del saber filosófico
más básico y, por lo tanto, en contra de
la ciencia. Puesto que la ciencia nació de la filosofía y no debe proceder ignorando sus postulados
básicos.
Cuarta reflexión. Lo que en economía es el
valor, tal y como fue concebido por Marx, en nuestro ejemplo es la Tierra
girando sobre sí misma. Lo que dice la economía convencional es que como el
valor, tal y como lo concibió Marx, no puede percibirse por los sentidos, no
habiendo manera de descubrirlo en el mercado, debemos concluir que dicho valor
no es más que un ente metafísico inventado por la mente ideologizada de Marx.
Si aplicáramos a nuestro ejemplo el procedimiento seguido por la economía
convencional en el tratamiento crítico del concepto de valor de Marx,
estaríamos obligados a plantear las
cosas en los siguientes términos: cómo no podemos ver a la Tierra girar sobre
sí misma, debemos concluir que dicho movimiento no es más que un ente
metafísico inventado por la mente de los físicos.
Para los economistas convencionales las
cosas son tal y como aparecen: es el capital la causa del interés y la tierra
la causa de la renta del suelo (es el Sol el que se mueve sobre la Tierra.)
Pero para Marx las cosas no son tal y como aparecen: no es la tierra la causa
de la renta del suelo y el capital la causa del interés, sino que la causa del
interés y de la renta del suelo es la fuerza de trabajo (es la Tierra la que se mueve.) Lógicamente los economistas
convencionales están en su derecho de argumentar en contra de que las cosas sean como dice Marx. Pero la
economía convencional no argumenta en contra de Marx, sencillamente lo
descataloga como científico. ¿Y por qué? Porque hace uso de la distinción
filosófica entre esencia y forma de manifestación cuando analiza los hechos
económicos. Pero en verdad los que no actúan como científicos son los
economistas convencionales, que ignoran que todas las ciencias, o la mayoría de
ellas, actúan sobre la base de ese conocimiento filosófico.
TEORIAS SOBRE EL INTERCAMBIO
(Crítica a la economía
oficial)
En el presente trabajo haré uso de tres
obras teóricas: ECONOMIA de Samuelson
y Nordhaus, La teoría de la Economía Política de William
Stanley Jevons, y Análisis Económico de Kenneth E. Booulding. A partir de aquí cuando
me refiera a ellas sólo indicaré el autor y la página. Con el propósito de
determinar el uso correcto de la palabra “valor”, Jevons habla de si en un
mercado 1 tonelada de hierro se cambia por una onza de oro, “la expresión más
correcta y segura es que el valor de la tonelada de hierro es igual al valor de
la onza de oro, o que sus valores están en relación uno a uno”. (p. 121) Dicho en términos de
Marx, el intercambio entre la tonelada de hierro y la onza de oro se puede
representar por medio de la ecuación: 1 tonelada de hierro = 1 onza de oro,
esto es, 1 tonelada de hierro/1onza de oro = 1. Esta es la primera idea que
queremos dar por sentada: Jevons afirma que la relación de intercambio entre
dos mercancías es una relación de igualdad. A esta afirmación de Jevons la
denominaremos primera tesis de la economía oficial.
“En un sistema de mercado, todo tiene un
precio, que es el valor del bien expresado en dinero”. (Samuelson y Nordhaus,
p. 27) En esta definición de precio está contenida la idea de que entre las
mercancías y el dinero hay una relación de expresión. Y en esta relación de
expresión se ve con claridad que la mercancía y el dinero no desempeñan el
mismo papel: la mercancía desempeña un papel activo, puesto que es el miembro
de la relación que expresa su valor, mientras que el dinero desempeña un papel
pasivo, puesto que es el miembro de la relación que sirve de material de
expresión de la mercancía. A esta afirmación de Nordhaus y Samuelson, que entre
la mercancía y el dinero hay una relación de expresión, la denominaremos
segunda tesis de la economía oficial.
Supongamos que 1 tonelada de hierro tenga
un precio de 1000 pesetas. De acuerdo con la definición de precio, las 1000
pesetas sirven para expresar el valor de 1 tonelada de hierro. Pero que 1
tonelada de hierro tenga un precio de 1000 pesetas implica que, en condiciones
normales, la tonelada de hierro se cambiará por 1000 pesetas. Pero en economía
siempre necesitamos “atravesar el velo” del dinero para expresar las verdaderas
consecuencias de las distintas decisiones”. (Samuelson y Nordhaus, p. 27)
Sigamos entonces el consejo de Samuelson y Nordhaus y atravesemos el velo del
dinero. Si una tonelada de hiero vale o es igual a 1000 pesetas y una onza de
oro vale o es igual a 1000 pesetas, entonces una tonelada de hiero vale o es
igual a una onza de oro. Por lo tanto, la relación de cambio entre la mercancía
y el dinero no es más que una caso especial de la relación entre dos
mercancías. Por lo tanto, la afirmación de que la relación de cambio entre las
mercancías y el dinero es una relación de expresión, nos lleva a la afirmación
de que la relación de cambio entre las propias mercancías también es una
relación de expresión.
Resumiendo: cuando se analiza el fenómeno
del cambio, y de acuerdo con la economía oficial, hay que tener en cuenta dos
determinaciones fundamentales: primera, que la
relación de cambio es una relación de igualdad, y segunda, que la
relación de cambio es una relación de expresión. Pero la economía oficial, a
pesar de establecer estas dos tesis como premisas de su teoría del cambio, no
dedica página alguna a analizar el cambio entre
mercancías ni como relación de igualdad ni como relación de expresión.
Por lo tanto, procede de una forma totalmente inconsecuente. Lo peor del caso
es que encima, cometiendo esta flagrante inconsecuencia, la economía oficial se presenta en sociedad como el no va
más del rigor científico.
Pero la economía oficial no sólo es
inconsecuente con las premisas que establece, sino que va más allá y llega al
absurdo: “Cuando una persona acepta comprar un Ford a un concesionario por dos
millones de pesetas, eso indica que para ella el Ford vale más que dos millones
de pesetas y que para el concesionario los dos millones de pesetas valen más
que el Ford”. (p. 27) Esta interpretación del fenómeno del cambio tira por los
suelos la primera tesis de la economía oficial, aquella que dice que la
relación de cambio entre dos mercancías es una relación de igualdad. Si el Ford
vale para el comprador más de dos millones de pesetas, debemos suponer que para
él vale, por ejemplo, dos millones doscientas mil pesetas. Si a esta situación aplicamos la primera tesis de la
economía oficial, obtenemos la ecuación absurda de que 2.000.000 pesetas = 2.200.000 pesetas. Es
decir, el comprador cambia un valor en pesetas de dos millones de pesetas por
un valor en Ford de 2.200.000 pesetas. No hay que ser muy listo para descubrir
que esto es un disparate. Y si para el vendedor los dos millones de pesetas
valen más que el Ford, debemos suponer que
para él el Ford vale, por
ejemplo, 1.800.000 pesetas. Si a esta situación aplicamos la primera tesis de
la economía oficial, obtenemos la ecuación igualmente absurda de que 1.800.000
pesetas = 2.000.000 pesetas. Es decir, el concesionario cambio un valor en Ford
de 1.800.000 pesetas por un valor en pesetas de 2.000.000 de pesetas. ¡Otro
disparate!
Si analizamos las cosas más en
detalle, comprobamos que el Ford no
tiene un valor sino tres: el que paga el comprador y recibe el vendedor, dos
millones de pesetas, el que se imagina el comprador, 2.200.000 pesetas, y el
que se imagina el vendedor, 1.800.000 pesetas. En verdad que no hay por donde
coger esta teoría que se presenta como excelente en el rigor. Pero lo cierto es
que el único valor objetivo, perceptible y externo, es el de dos millones de
pesetas, el que paga el comprador y recibe el vendedor. Mientras que el valor que se imagina el
comprador y el que se imagina el vendedor son fenómenos inmanentes a la
psicología del vendedor y del comprador. Resulta curioso comprobar cómo la
economía oficial pone el grito en el cielo porque Marx concibe el valor como
algo inmanente a las mercancías y, sin embargo, habla de dos inmanencias
psicológicas de muy difícil
contrastación. De todos modos, y procediendo con sentido común, cabe
preguntarse: ¿qué importancia práctica tienen los precios que se imaginan el comprador
y el vendedor frente al precio que en verdad paga el comprador y cobra el
vendedor? Ninguna.
Lo peor
del caso es que el señor Boulding quiere presentar esta interpretación del
fenómeno del cambio como la interpretación apropiada, frente a la interpretación
inapropiada de Marx. Esto es ser cara dura y nada más que cara dura. Puesto
que, como ha quedado demostrado, la teoría sobre el fenómeno del cambio por
parte de la economía oficial es, en parte, inconsecuente con las tesis que
establece, y en parte, un disparate y una irracionalidad. Pero dediquémonos
ahora a examinar las excelencias mentales del señor Boulding.
Boulding
parte de un ejemplo análogo al de Samuelson y Nordhaus para analizar el
fenómeno del cambio. Habla de una tal señora Jones que le compra a un tendero
un kilo de mantequilla por trescientas pesetas. “...la señora Jones cree que un
kilo de mantequilla vale más que trescientas pesetas y el tendero piensa que
trescientas pesetas valen más que 1 kilo de mantequilla” (p. 51) Aunque Boulding
rechaza la idea de un valor intrínseco a la mercancía, en su análisis del
fenómeno del cambio presupone dos hechos intrínsecos: la creencia de la señora
Jones y el pensamiento del tendero. Me gustaría saber qué método utiliza la
economía oficial para verificar la existencia de esos hechos inmanentes a los
agentes del cambio, puesto que a primera vista no resultan observables. Marx a
este respecto habla del motivo material del intercambio: como la señora Jones
necesita comer y el dinero no le vale para ese fin, cambia el dinero por un
valor de uso que le sirva para tal fin, la mantequilla. Por su parte, el
tendero no ha comprado la mantequilla para comérsela sino para hacer negocio,
esto es, para venderla por una suma de dinero superior a la que le ha costado.
Así que cambia su mercancía por dinero. Esta explicación proporcionada por Marx
sobre el motivo material del intercambio, a diferencia de los supuestos
psicológicos de la economía oficial, si
es totalmente contrastable.
Boulding
se pregunta: ¿Cómo es posible que algo valga más para una persona que para
otra? Y responde: “cuanto más tengamos de una cosa, menos necesitamos de ella.
Si sólo tenemos 60 gramos de azúcar a la semana, recibiremos con alegría otros
30 gramos adicionales. Sin embargo, si tenemos 300 gramos de azúcar por semana,
30 gramos significarán muy poco. Cuanto más azúcar tengamos, menos
necesitaremos otros 30 gramos. Cuanto menos azúcar poseamos, más necesitaremos
esos 30 gramos de azúcar”. (p. 51)
Aquí, en
el razonamiento de Boulding, hay un truco de orden lógico teórico. En todo
concepto cabe distinguir el objeto del contenido. Según Boulding el objeto del
concepto que él está analizando es el de valor
y el contenido del concepto que él presenta es, por una parte, la
cantidad que una persona posea de un determinado bien, y por otra parte, el grado en que esté
satisfecha su necesidad de ese bien. ¿En
qué consiste entonces el truco lógico de Boulding? En que al objeto del
concepto le pone un nombre, el de valor, que nada tiene que ver con el
contenido conceptual que expone, cantidad que se posee de un bien y grado de
satisfacción de la necesidad. ¿Cómo deshacer el truco de Boulding? Muy fácil:
donde Boulding pone la palabra “valor” nosotros pondremos la palabra
“necesidad”, demostrando que con este
cambio de palabra el sentido de sus afirmaciones no cambia en nada. Donde
Boulding dice que para la señora Jones 1 kilo de mantequilla vale más que trescientas pesetas, nosotros diremos que la señora Jones necesita
más la mantequilla que el dinero, puesto que la mantequilla se come y el dinero
no. Y cuando Boulding dice que para el tendero las trescientas pesetas valen
más que 1 kilo de mantequilla, nosotros diremos que el tendero necesita más el
dinero que la mantequilla, puesto que
compró la mantequilla no para comérsela sino para sacar más dinero del que
invirtió en su compra. Está claro que las expresiones de Boulding “es más valiosa” y “tiene más valor” no son
más que metamorfosis mal intencionadas de las expresiones “es más necesaria” y
“tiene más necesidad”.
Profundicemos
un poco más en estas metamorfosis lingüísticas. Boulding dice: ¿cómo es posible
que la mantequilla valga más para la señora Jones que para el tendero? Esta pregunta es una expresión metamorfoseada de esta otra: ¿cómo es posible
que la mantequilla sea más necesaria para la señora Jones que para el tendero?
A lo que Boulding responde: cuanto más tengamos de una cosa, menos necesitamos
de ella; y cuanto menos tengamos de una cosa, más necesitamos de ella. Como la señora
Jones tiene poca o ninguna mantequilla, necesita mantequilla; y como el tendero
tiene mucha, no la necesita. Está clarísimo del contenido conceptual del que
habla Boulding: de los valores de uso, de la cantidad que poseamos de ellos y
del grado en que satisfacen nuestras
necesidades. ¿Por qué entonces Boulding denomina al objeto de este contenido
conceptual “valor” cuando el que le corresponde en propiedad es el de valor de
uso? Por una razón muy sencilla: para escamotear el estudio de la verdadera naturaleza
del valor.
“Esta
proposición (el hecho de que algo valga más para una persona que para otra)
puede aparecer incluso demasiado evidente para hacerla, pero resulta
sorprendente comprobar las dificultades
que ha dado origen en los estudios económicos el no comprender la verdad
que encierra. Así, Carlos Marx argumentó que como un cambio es una ecuación,
las dos cosas que son iguales deben de tener un atributo en común. Marx decidió
que el atributo común era el trabajo. Este error, que se extiende a toda la
escuela “clásica” de la Economía, podría haberse evitado si se hubiese
interpretado con más propiedad el fenómeno del cambio” (Boulding, p. 51)
Empecemos
primero por enmendar las tergiversaciones del pensamiento económico de Marx
llevadas a cabo por Boulding. No es cierto que Marx afirmara que el cambio es
una ecuación, sino que la relación de cambio entre dos mercancías se puede
representar por una ecuación. Es obvio que
“ser” y “representar” no son
palabras de igual significación. Tampoco es cierto que Marx decidiera que el
atributo que comparte las mercancías en
común fuera el trabajo, sino que lo demostró. Es obvio también que decidir cuál
es el atributo común de las mercancías y
demostrarlo son actividades intelectuales muy distintas. Pero tampoco es cierto
que Marx demostrara que el atributo común de las mercancías es el trabajo, sino
el trabajo humano abstracto. En economía marxista es esencial distinguir entre
trabajo útil y trabajo humano abstracto, circunstancia que Boulding pasa
totalmente por alto. Por lo tanto, está
claro que Boulding es un tergiversador del pensamiento económico de Marx.
Resumamos
las críticas a la economía oficial, que tanto se las da de rigurosa y
científica frente a la supuesta naturaleza ideológica y carencia de rigor del
pensamiento económico de Marx. Primera: la economía oficial no es consecuente
con las premisas que establece, puesto
que determinando que la relación de cambio es una relación de igualdad y una
relación de expresión, no analiza el intercambio entre mercancías ni como relación de igualdad ni como relación
de cambio. Segunda: combina de forma fraudulenta en un mismo pensamiento el
objeto del concepto de valor con el contenido del concepto de valor de uso.
Para ello metamorfosea la palabra “necesidad” en la palabra “valor”, evitando
así analizar la verdadera naturaleza del valor. Y tercera: tergiversa de forma
burda y descarada el pensamiento económico de Marx para facilitar “su crítica rigurosa”, que así
y todo no deja de ser superficial.
VALOR Y PRECIO
(Crítica a Michio Morishima)
“...la
teoría del valor trabajo podría aun ser criticada porque los valores, a
diferencia de los precios, no son observables ni existe ninguna institución que
los determine, y parece razonable que la ciencia ignore un concepto tan
metafísico” (p. 28)
Lo
primero que deberíamos preguntarle a Morishima es si él ha tenido la
oportunidad de ver en alguna ocasión a la fuerza de la gravedad. Estaría
obligado a respondernos que no, que a lo largo de su dilatada vida jamás ha tenido
la oportunidad de verla. Por lo tanto, y de acuerdo con el procedimiento que ha
seguido Morishima con el concepto de valor de Marx, la ciencia debería ignorar
el concepto de fuerza de gravedad porque el objeto de dicho concepto no es
observable.
Pero la
ciencia no haría tal cosa, no llegaría a tal extremo de insensatez y de falta de razón teórica. Lo que sin duda sí
haría sería rechazar la afirmación crítica
de Morishima, por su falta de fundamentos gnoseológicos y por ser
contraria al desarrollo de la ciencia. Ya que el desarrollo de la ciencia, y
muy en especial el de la ciencia matemática, se basa en el conocimiento de
esencias no observables.
Avancemos
un poco más en este camino. Si desde la ventana de un segundo piso dejamos
suelta una manzana, ésta caerá hasta chocar contra el suelo. De la existencia
de este hecho observable inferimos que en la Tierra hay una fuerza que atrae
hacia ella a la manzana. Es decir, tomamos constancia de la existencia de la
fuerza de la gravedad, no por medio de
una percepción inmediata de la misma, sino por medio de la percepción de su
expresión o manifestación objetiva. Y la caída de la manzana desde el segundo
piso hasta el suelo es la manifestación objetiva de la existencia de la fuerza
de la gravedad. Por lo tanto, el conocimiento de la fuerza de la gravedad es
mediato y no inmediato.
Esta
contradicción entre esencia y fenómeno (o manifestación) que se nos presenta en
el conocimiento de la fuerza de la gravedad, también se nos presenta en el
conocimiento del valor de las mercancías. En el mercado resulta imposible
percibir de forma inmediata el valor de las mercancías, no obstante, si podemos
observar su precio, que no es más que la manifestación objetiva de la
existencia del valor. De hecho, hasta la propia economía contemporánea define
el precio como la expresión (o manifestación) en dinero del valor de las
mercancías. Por lo tanto, es un absurdo total que Morishima acepte la
existencia objetiva del precio y al mismo tiempo rechace aquello de lo que es
expresión el precio, esto es, el valor. Si Morishima quisiera hacer compatible
su aceptación del precio con su rechazo del valor, debería dar una definición
de precio que no incluyera la referencia al valor de las mercancías. Pero
mientras esperamos a que nos dé tal definición, debemos declarar que Morishima
no procede con rigor científico cuando crítica el pensamiento económico de
Marx.
Si
Morishima hubiera procedido con rigor, no debió haber afirmado que el valor no
es observable, sino que de él no tenemos una percepción inmediata. Pero del
hecho de que del valor no tengamos un conocimiento inmediato no podemos inferir
que sea incognoscible y, por lo tanto, que su conocimiento sea metafísico.
Puesto que la ciencia no sólo se compone de conocimientos inmediatos, sino también,
y en mayor medida, de conocimientos mediatos. De manera que Morishima debió
haber demostrado que del valor no sólo no tenemos conocimiento inmediato, sino
tampoco podemos tener un conocimiento mediato. Sólo si hubiera hecho tal
demostración, sería legítima su propuesta que el concepto de valor de Marx no
tenga carta de ciudadanía en la economía contemporánea.
Pero
tampoco es del todo cierto que el valor de las mercancías no es observable. Es
totalmente cierto que las mercancías existen y se realizan como valores en el
mercado, pero también es totalmente
cierto que el valor no se crea en el mercado sino en la producción. ( Al menos
esto es así en la concepción de Marx) Sin embargo, Morishima no se tomó la
molestia de estudiar y someter a crítica el proceso de creación del valor que
Marx elaboró en El Capital, donde resulta totalmente observable el valor. Surge
una pregunta: ¿cómo es posible que Morishima afirme que el concepto de valor de
Marx es metafísico sin haber estudiado y criticado la parte de El Capital donde Marx expone cómo
se crea el valor? Sólo cabe una explicación: Morishima no es serio ni honesto,
y como crítico del pensamiento económico de Marx es puro fraude.
Morishima
se nos presenta como una persona que persigue el loable fin de darle expresión
rigurosa al pensamiento de Marx. Aparentemente los marxistas deberíamos estar
la mar de contentos con el hecho de que un economista de ese prestigio le dé
rigor al pensamiento económico de Marx.
Pero bajo ese loable fin se oculta una intención malvada: con dicha
pretensión se presenta a sí mismo en el papel del científico, con todo el rigor
que eso conlleva, y a Marx en el papel de metafísico e ideólogo, con toda la
falta de rigor que eso conlleva. Pero según hemos podido ver en todo lo que llevamos
dicho, Morishima ni es riguroso ni es honesto en la crítica al pensamiento
económico de Marx. No es cierto que él represente a la ciencia y Marx a la
ideología y a la metafísica. Nada es lo que parece en Morishima, aunque tenga
engañado a propios y a extraños. Lo
repito: Morishima como crítico del pensamiento económico de Marx es puro fraude.
Francisco
Umpiérrez Sánchez
En Las
Palmas de Gran Canaria. Julio de 2000.
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