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lunes, 28 de mayo de 2001

Ejercicios sobre una poesía de Borges

         LA ESPERA




Antes que suene el presuroso timbre

Y abran la puerta y entres, oh esperada

Por la ansiedad, el universo tiene

Que haber ejecutado una infinita

Serie de actos concretos. Nadie puede

Computar ese vértigo, la cifra

De lo que multiplican los espejos,

De sombras que se alargan y regresan,

De pasos que divergen y convergen.

La arena no sabría numerarlos.

(En mi pecho, le reloj de sangre mide

El temeroso tiempo de la espera.)



Antes que llegues,

Un monje tiene que soñar un ancla,

Un tigre tiene que morir en Sumatra,

Nueve hombres tienen que morir en Borneo.





El otro día hablamos de la importancia del léxico. Recordarán que Borges decía que si careciéramos del sentido de la vista, desaparecerían  el firmamento y las estrellas. Le pedimos luego a Ramón que usara su propio léxico, y dijo: “si careciéramos del sentido de la vista, desaparecerían las mesas y las sillas”. En principio la diferencia parece radicar en las palabras que usamos: “mesa” y “silla” en vez de “firmamento” y “estrellas”. Pero en verdad no es así, la diferencia no está en las palabras, sino en los  objetos que designamos por medio de ellas.  Tampoco se trata de la relación de designación que nos une a esos objetos, sino de lo que sentimos y pensamos sobre ellos.  Y no sólo es eso: quien piensa en una mesa y en una silla habita entre cuatro paredes, mientras quien piensa en el firmamento y en las estrellas habita en la montaña. La cuestión no es sólo que objetos sentimos y pensamos, sino también dónde estamos o nos imaginamos que estamos cuando sentimos y pensamos.

Veamos en primer lugar de qué objetos habla Borges en su poesía.

1) Del timbre. ¿Qué sientes, te representas y piensas del timbre? ¿Qué experiencias tienes al respecto?



a)     Tocar el timbre desde el rellano, y oírlo sonar detrás de la puerta. Esperar que esté la persona que queremos ver, que no haya salido, que abra la puerta y nos abrace.

b)    Oír el timbre de la casa del vecino. Escuchar que se abre la puerta. Escuchar algunas voces. Escuchar que se cierra la puerta. Oír luego unos besos. Escuchar risas de mujer e imaginar la sonrisa de un hombre. 

c)     Esperar que suene el timbre. Y al sonar, correr presurosos a abrir la puerta, para que Juliet entre.

2)    La puerta. Nos haremos las mismas preguntas que con respecto al timbre.

a) Abrir la puerta. Ver a la persona que deseamos o a la que no esperamos. Alegrarnos o decepcionarnos. Ver a un viejo enemigo nuestro, y horrorizarnos. La incertidumbre sobre quién será. No abrir la puerta por temor. Cerrar la puerta.

3)    La ansiedad.

a)  Nos mata la ansiedad. No tenemos modo de aplacarla. La ansiedad por una espera, por una meta, por un logro, por un triunfo, por un cambio, la ansiedad por todo.

4)    El universo.

a)     La inmensidad. El infinito. El todo. Las estrellas y los planetas, y el espacio entre ellos. La luz y el tiempo. Lo incognoscible. Lo lejano. Sus misterios. Sus secretos. Sus explosiones. Sus colores. Su infinito frío. La esfericidad de los astros. Las elipses. Las órbitas. El espacio y el tiempo. La materia y la energía. La velocidad de la luz. Las ecuaciones de Maxwel. La física. El éter. Las ondas electromagnéticas. Los astrónomos y el telescopio.

5)    Vértigo.

Estar asomados a la calle. Desde el balcón. Desde la azotea. Desde detrás de un        muro ancho y alto. Sentir que una fuerza inmensa te atrae y te arrastra hacia abajo. Sentir que alguien te empuja  o imaginar que alguien te empuja. Soñar el vértigo. 

6)    Los espejos.

 Duplicadores de la existencia. Ladrones de nuestra apariencia. Donde nos miramos y reconocemos. Su poder inversor: la izquierda como derecha, y la derecha como izquierda. Silenciosos nos informan cómo nos cambia el tiempo.

7)    Las sombras.

Una calle oscura. Unos amigos arrimados en la esquina. Y cuando llega la luz, transportada por un móvil, aparecen sus sombras sobre la pared. Yo permanezco igual, pero mi sombra se alarga y decrece, se pone delante o me sigue detrás, se pone a mi izquierda o a mi derecha. Todas las cosas tienen su sombra. La luz engendradora de sombras.

8)    Los pasos.

Escucharlos.  Durante la noche. Desde el silencio. En la calle. En la escalera. En el piso de arriba. Pasos de hombre y pasos de mujer. Pasos que se alejan y pasos  que se acercan y se detienen. Pasos presurosos y pasos lentos. Pasos de jóvenes y pasos de ancianos. Pasos sonoros. Los insonoros pasos sobre la arena.

9)    La arena.

Millones de partículas. La erosión del mar, su infinita obra,  reduciendo lo grande a lo pequeño, lo uno a lo múltiple. Las conchas. La arena negra y la dorada arena. La arena seca. La arena húmeda. La arena que se va entre mis dedos. El reloj de arena. El tiempo. La playa. Las sinuosas dunas. El cielo azul. El mar azul. La arena. La blanca arena de Corralejos.

10)               El pecho.

El corazón. Los sentimientos. El escondite del amor. La sangre.

11)               El reloj.

La esfera. Los números impresos. El tic tac. Las manecillas. El segundo. El instante que es y no es. La llegada a casa. La salida al trabajo. La cena. La reunión. El día y la noche. La cita. El encuentro.

12)                El tiempo

13)               Un monje, un tigre y nueve hombres.

14)                Un ancla, Sumatra y Borneo.











Resumen de la poesía.

Estoy en mi casa. Espero a Juliet.  Me acompaña la ansiedad. Espero que suene el timbre,  abran la puerta y entre. Soy yo, Juliet en mi pensamiento, y la habitación. Pero hay algo más: la espera, que es el momento que vivo y me atormenta. Y durante esa espera, si salgo de la habitación y miro al universo, nadie puede computar la infinita serie de actos que  ejecutará. Pero el universo es todo, todas las cosas, todas las personas, todos los seres. Nadie puede computar la cifra de las cosas que multiplican los espejos. Nadie puede computar la cifra de sombras que se alargan y regresan. Nadie puede computar la cifra de pasos que divergen y convergen. Ni la arena, con sus infinitas partículas, podría numerarlos. Frente a esa espera, llena de una infinidad de actos, mi reloj de sangre mide el temeroso tiempo de la espera. Frente a esa infinidad mi finitud. Frente a lo inconmensurable la medida. Antes que llegue Juliet el universo ejecutará aún una serie de actos más: un monje tiene que soñar con un ancla, un tigre tiene que morir en Sumatra, nueve hombres tienen que morir en Borneo.


         23 de diciembre de 2001.












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