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domingo, 3 de junio de 2007

De la concatenación a la Semiótica de los bordes

Reflexiono a partir de las ideas de Magariños contenidas en su mensaje del 16 de enero del año en curso y titulado “2-De la CONCATENACIÓN  a LA SEMIÓTICA DE LOS BORDES”.


La colaboración desde las diferencias. Concibo mi colaboración con Magariños desde las diferencias. Pero como dijera Mao Zedong, donde hay diferencia hay contradicción. Y donde hay contradicción hay movimiento. Y de eso se trata en el campo de la ciencia y de la vida en general: estar en movimiento y superar los estancamientos.

El campo sembrado de la semiótica. Magariños con sus aportes siembra continuamente el campo de la Semiótica con nuevos nutrientes. Mantiene el terreno de la Semiótica siempre fértil. Y eso me permite a mí plantar mis propios árboles y enriquecerlo a mi manera.

Existencia ontológica y existencia ontopráctica. Plantea Magariños que el árbol existiendo independientemente del hombre es un ente; pero desde que a ese ente lo nombramos como “árbol” e incluso como “algo” o “eso”, le estamos atribuyendo unas formas específicas de existencia ontológica. Escuchemos a Hegel en la Fenomenología del Espíritu, en el capítulo titulado “La certeza sensible o el esto y la suposición: “Pero, como advertimos, el lenguaje es lo más verdadero; nosotros mismo refutamos  inmediatamente en él nuestra suposición, y como lo universal es lo verdadero de la certeza sensible y el lenguaje sólo expresa este algo verdadero, no es en modo alguno posible decir nunca un ser sensible que nosotros suponemos”.

El planteamiento de Hegel es análogo al de Magariños, lo que cambia son las categorías que se emplean. Se trata de saber que ese árbol que ahora veo, desde que lo nombro como árbol, expreso lo universal no lo particular. Como particular, como objeto de la percepción, ese árbol es inasequible al lenguaje. De ahí que Hegel afirme que no podamos nunca decir o nombrar el ser sensible que suponemos. Y la existencia universal del árbol, esto es, la existencia como lenguaje, como “árbol” o como “esto” o “algo”, es la existencia ontológica del árbol. Todo esto puede ser más profundizado, pero con lo dicho hasta aquí basta.

Pero además de la existencia ontológica, esto es, además de la existencia sígnico-lingüística, el árbol tiene una existencia ontopráctica: los aserradores cortan el árbol y lo transforman en listones; y los carpinteros transforman estos listones en muebles.  Por medio del lenguaje  el árbol adquiere otras formas de existencia, pero sin que su cuerpo experimente cambio alguno. Mientras que por medio del trabajo del aserrador y del carpintero, el árbol  adquiere otras formas de existencia merced a que su cuerpo  experimenta cambios. Reconocer la existencia ontopráctica del árbol es necesaria incluso para la semiótica, porque así se evita esa posición idealista kantiana que presenta al árbol existiendo más allá del conocimiento humano como un ser en sí, como un ser inasequible, enigmático y extraño. Hemos visto que el árbol por medio del aserrador y del carpintero deja de ser un ser en sí para convertirse en un ser para nosotros. Así que dos cambios experimenta el árbol a manos del hombre: el ontológico y el ontopráctico.

Las entidades espirituales. Magariños en el mensaje referido dice lo siguiente: “A los signos no los considero entidades espirituales; son más bien entidades materiales dinámicas (lo que los incluye en el concepto cognitivo y externalista de ENACCION)”. Uno puede ver en Dios un ser puramente inexistente, optando por un ateismo primario, o puede ver en Dios a un hombre del que se han idealizado sus virtudes o cualidades, optando por un ateismo elaborado. Lo mismo ocurre con el concepto de espíritu o alma. Pero escuchemos a Marx en la Ideología alemana para comprobar que mi posición no se aleja de la de Magariños. Después de que Marx detallara cuatro momentos iniciales en los principios de toda historia humana, la producción de los bienes de consumo, la producción de los medios de trabajo, la reproducción humana y el modo de cooperación, dice lo siguiente: “Solamente ahora, después de haber considerado ya cuatro momentos, cuatro aspectos de las relaciones históricas originarias, caemos en la cuenta que el hombre tiene también conciencia. Pero tampoco ésta es de antemano una conciencia “pura”. El “espíritu” nace ya tarado con la maldición de estar preñado de materia, que aquí se manifiesta bajo la forma de capas de aire en movimiento, de sonidos, en una palabra, bajo la forma del lenguaje”. De manera que cuando yo hablo de existencia espiritual, hablo del lenguaje. Conservo el concepto de espíritu empleado por los religiosos, pero no concibiéndolo como una sustancia imperceptible que se separa del cuerpo cuando el hombre muere, sino como lenguaje. El espíritu no tiene otra forma de existencia que la lingüística.

  

De la concatenación a la Semiótica de los bordes (2)



Gracias por la hermosa poesía de Whitman. La desconocía. Más bien conozco muy poco de Whitman. Supe de él por medio de Borges. A mi pareja y a mi hija  les pareció bellísima. Es profunda y en su profundidad está su armonía. Me pregunto: ¿puede un semiólogo pasar ante tal belleza literaria sin actuar? Yo no me he podido resistir. Tal vez los especialistas en semiótica literaria puedan decir mejores cosas que yo. Pero me arriesgaré.

Pienso en lo que afirma Magariños: “Percibimos el mundo que podemos enunciar”. Pienso a la vez en la distinción entre percepción y representación: en la percepción el objeto viene dado y en la representación el objeto lo pone el sujeto. (Sé que Magariños entiende la percepción en sentido amplio; tal vez como cogitatio, como operación mental en general, como percepción, representación y concepto).

Hay un objeto percibido: las manos del niño mostrando la hierba a manos llenas. Y hay muchas representaciones de esa hierba: insignia del temperamento, pañuelo, jeroglífico, cabellera y sudor. ¡Qué libertad tiene el artista para representarse lo que quiera a partir de lo que quiera! De esa libertad carece el científico: debe dar explicaciones semióticas de lo que hace el poeta.

Podríamos decir, siguiendo a Husserl, que el objeto percibido experimenta un cambio fenoménico o varios cambios fenoménicos por medio de la representación. ¿Y esos cambios fenoménicos están tan alejados de la existencia real de la hierba como aparenta a primera vista? ¿Es la fantasía de Whitman mero capricho y arbitrio? ¿No estará la hierba conectada de forma real con todo lo que dice Whitman? Habría que conocer mejor la vida de Whitman, la sociedad y época determinada que vivió.

Magariños habla de la dialéctica de Hegel. Habla de que no es un círculo sino una espiral. Se retorna siempre al mismo punto, pero con cada vuelta se amplía el camino, se ensancha el conocimiento. Whitman habla de la dialéctica de la vida y de la muerte. Dice que no hubo muerte en verdad. Y si alguna vez la hubo, abrió paso a la vida. Es la vida la espiral y la muerte un momento pasajero.

Dice Whitman que tal vez la hierba sea un niño, una criatura de la vegetación. Y es cierto que la hierba es una hija de la tierra como el niño es hijo del hombre y de la mujer. Y es tierna la hierba y es tierno el niño. Y es duro pensar, como nos canta Whitman, que hubo criaturas que fueron arrancadas prematuramente de los regazos de sus madres.

Y tal vez tenga razón Magariños. Tal vez con lo enunciado por Whitman yo perciba ahora cosas que antes no percibía. Pero sigo percibiendo al niño que esta delante de mí, con sus manos extendidas llenas de hierba y preguntándome qué es. Y yo ya no le diría lo que decía Whitman, sino lo que le diría un semiólogo: es un signo y es un objeto semiótico. Ya yo no dejaría que la representación artística ocupara el lugar de la percepción, sino que seguiría percibiendo: a los caballos trotar  y a un hombre desplomarse herido de muerte.



De la concatenación a la Semiótica de los bordes (3)



Cada cual debe hacer lo que puede hacer. El error está en hacer lo que está por encima de nuestras capacidades. Se pueden hacer descomunales edificios y acogedoras chozas. Y en ocasiones  se viven grandes momentos de felicidad en las acogedoras chozas y  malas experiencias en los descomunales edificios.  Y si no puedes hacer siquiera una choza, haz un profundo cimiento.

Hegel no está superado, tampoco Peirce,  ni tan siquiera Aristóteles. Son de épocas pasadas, pero sus pensamientos aún los necesitamos, nosotros les damos vida y de ellos recibimos vida. Se comete un error cuando uno desprecia lo pequeño, porque en lo pequeño también hay verdad, pero se comete un error aún mayor cuando despreciamos a los grandes clásicos del pensamiento.

Tal vez sea cierto lo que dices: hay pensamientos que nos alejan de la realidad y es necesario buscarle una vertiente más humana a las comunicaciones que nos permita un mejor acceso a lo particular. Dices que te sientes cada vez más lejos de cada uno de nosotros y que te causamos mudez. Explica por qué.

Tu discurso puede enmarcarse dentro de la semiótica de la comunicación y los problemas  que planteas son problemas de la semiótica de la comunicación. Se trata de mirar esos problemas bajo el prisma y el interés del semiólogo. Y en este sentido no estaría demás que explicaras el valor semiótico de “debo considerarme un analfabeto sociológico”. Porque es la semiótica lo que nos une y nos trae a este foro. Lo demás, nuestras diferencias de estilo y nuestras heridas sentimentales, son pasajeras.



1 de febrero de 2007.


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