Entre mis tareas como intelectual destaco la de
recolectar ideas. Pero no las meto a todas en el mismo saco. Las clasifico por
esferas de saber. Pero también las distingo por su envergadura y profundidad.
Otras las distingo por su utilidad.
Otras porque muestran lo más evidente e inmediato. Y otras por venir de
determinadas personalidades de la cultura y del pensamiento. Hay veces que las
ideas que recolecto ya son conocidas, pero a lo mejor están dichas de tal modo
y en tal contexto que mejoran la percepción que tengo del problema. Soy amante
del arte de la repetición. Todas las actividades, tanto las teóricas como las
prácticas, tienen en la repetición regular y sistemática uno de los grandes
fundamentos de su eficacia y rendimiento. Mal intelectual es aquel que cree que
una idea se sabe de una vez y para siempre. En primer lugar, porque nunca se
conocen todos los aspectos que definen
una idea ni tampoco las ideas con la que aquella está interconectada; y en
segunda lugar, como el mundo no cesa de cambiar, las ideas necesitan de continua renovación.
Les citaré una idea que he recolectado del libro de
John K. Galbraith titulado Introducción
ala economía, editado por Biblioteca de Bolsillo en el 2001. En la página
105 Nicole Salinger pregunta: “¿Cree usted que el debate sobre las
nacionalizaciones es excesivo en Francia?” Y esta fue la respuesta de
Galbraith: “Puede ser, pero yo estoy abierto a cualquier discusión. Incluso si
no aporta grandes cambios, la propiedad colectiva está en la lógica de las
cosas. Nadie puede pretender que la gran empresa privada de hoy, ese Estado
dentro del Estado, sea el último estadio de perfección. Pero puede suceder que
me equivoque. Muchos siguen creyéndolo así…”.
Primero hay que destacar que es un representante teórico del capitalismo
quien hace estas afirmaciones. Y esto tiene un gran valor bajo el punto de
vista de la táctica de la lucha política de la izquierda radical. Pero el
sectario, y mientras la izquierda radical siga siendo pequeña el sectario
predominará, sólo ve que Galbraith es un capitalista y, por consiguiente, debe
ser tratado como lo que es: un enemigo de clase. Pero al contrario del sectario, seamos
abiertos y pensemos como espíritus libres. Es fundamental y de un valor político incalculable la
afirmación de Galbraith de que la propiedad colectiva está en la lógica de las
cosas. Destierra así la idea de que la propiedad colectiva es una obsesión y un
sueño subjetivo de la izquierda radical. Galbraith fue un economista con un profundo y dilatado
conocimiento de la economía capitalista; y si él afirma que la propiedad
colectiva está en la lógica de las cosas, indica con ello el carácter
objetivamente necesario de la propiedad colectiva.
Pero va más lejos aún en su crítica a los límites
del capitalismo. En primer lugar, al afirmar que la gran empresa privada es un
Estado dentro del Estado. No duda Galbraith en plantear el gran poder no sólo
económico sino también político que tiene la gran empresa privada. La llama
Estado; y no está nada mal esta denominación. Ya que los liberales luchan con
denuedo porque haya el menor Estado posible, ya que ven en las ingerencias
estatales uno de los mayores peligros contra las libertades individuales, deberían en consecuencia oponerse con el mismo
denuedo a la existencia de las grandes empresas privadas, puesto que tal y como
afirma Galbraith es un Estado dentro del Estado. Pero hay más: ya que los liberales no cesan
de declamar que son unos grandes patriotas, deberían en consecuencia estar
igualmente en contra de las grandes empresas privadas, puesto que son las que más minan la soberanía de los
Estados nacionales.
Hay una última idea de Galbraith también muy
interesante. Mira el capitalismo con perspectiva histórica, parece no
considerarlo como un régimen eterno, sobre todo cuando dice que nadie puede
pretender que la gran empresa privada de hoy sea el último estadio de
perfección. Admite así la necesidad de que la sociedad tiene que seguir avanzando.
Y en principio da a entender que ese estadio más avanzado puede ser la propiedad
colectiva. No obstante, unos párrafos más adelante dice que las empresas
públicas no deberían sacrificar su rentabilidad para salvaguardar el nivel de
empleo. Y esto tiene todo su sentido. En el periodo de transición que nos lleve
del capitalismo al socialismo debemos luchar por una empresa pública rentable.
Si no lo hiciéramos así, le estaríamos dando la oportunidad a los neoliberales
para justificar y fundamentar la necesidad de la privatización de las empresas
públicas. No debemos olvidar que durante el largo y complicado proceso de transición
del capitalismo al socialismo la riqueza se tendrá que seguir produciendo como
mercancía y la ley del valor debe ser respetada. Y si respetamos la ley del valor, debemos
respetar todas sus manifestaciones, incluidas la necesidad de que las empresas
públicas sean rentables.
La falta de sentido táctico que tanto ha dominado y domina el pensamiento
de la izquierda radical debe ser superada. Marx nos demostró como en la esfera de la
economía el capitalismo creaba los gérmenes del socialismo, pero nosotros
debemos ver cómo en plano de la ideología este hecho también se produce. Del
propio seno de la ideología burguesa, como ocurre por medio de uno de sus más
insignes representantes teóricos, hablamos de John Galbraith, surgen ideas
socialistas. Y las vuelvo a enumerar: una, la propiedad colectiva está en la
lógica de las cosas; dos, la gran
empresa privada es un Estado dentro del Estado; y tres, nadie puede pretender
que la gran empresa privada de hoy sea el último estadio de perfección.
Espero que los miembros más insignes de la izquierda
radical tengan oídos para estas palabras de Galbraith. Representan un anuncio
de los límites del capitalismo oligopolista y la necesidad de su superación.
Estimado Francisco:
ResponderEliminarPrefiero manejar el concepto de transición democrática continua porque, una vez aclarado que ésta también afectará al sistema económico, salvaguarda mejor el convencimiento y la voluntad de que todo cambio social y político ha de regirse y orientarse por y hacia métodos plurales democráticos, sin más objetivo que su mejora permanente, en una sociedad de personas libres abierta a diferentes posibilidades.
La democracia económica es fundamental. Cuanto más se democratice realmente el sistema económico, cuanto más se dé un equitativo reparto de la propiedad, de la riqueza, del ingreso y de la organización de la producción y distribución de bienes y servicios, tanto más va a progresar la democracia. Estoy de acuerdo con la propiedad pública común en el caso de territorios, producciones y servicios que por sus grandes dimensiones, valor estratégico, humano y social, tienen que ser de todos y no pueden ser objeto de propiedad privada ni negocio lucrativo por parte de nadie. Y su rentabilidad tiene que estar asegurada más allá de la hegemonía del sistema de competencia capitalista o de dar bazas a los neoliberales. Me refiero a una humana y razonable relación de costos, puestos de trabajo, salud laboral, beneficios, amortizaciones, reinversiones, investigación, efectos medioambientales, etc., por unidad empresarial, frente a actuaciones burocráticas antieconómicas y despilfarradoras. Con unos métodos de cogestión en la que participen todos los agentes intervinientes, en el seno de un sistema político de libertades individuales y sociales de pensamiento, expresión, asociación y participación a todos los niveles. Si no, no es posible nada de esto.
En cuanto a los economistas más “keynesianos”, no me cabe duda de que también han aprendido de las aportaciones “marxistas” y saben aconsejarle al sistema económico capitalista, para que éste sepa autorregularse. De esa capacidad de sacar provecho de algunas enseñanzas del “contrario”, también tendrían que aprender los sectarios que mencionas.
Saludos. Agustín Salvador Besga.
Considerando el mensaje,comparto plenamente. sin embargo él como economista capitalista y potencial conocedor del sistema que por otro lado reivindica, y ante una evidente contradicción, no entiendo como no sale del sector en el que quizás encandiló su potencialidad. No solo los medios de producción, sino también las mercancías producidas deben colectivizarse. Dentro de su negación: "no" se puede o, "nadie" puede pretender que la gran empresa privada de hoy sea el ultimo estadio de perfección; hay una afirmación de la formula o una idea implicita en que la empresa de hoy es un estadio de perfección...por supuesto se valora como entra en contradicción y lo niega. sin embargo, y lo sostengo, no se entiende porqué, al ser consciente de la dinámica del capitalismo, se reivindica como tal. puede ser incluso, mas indignante. Es como el policia que ejerce su poder, con la frase "al servicio de la comunidad" y en el primer conflicto la aporrea.
ResponderEliminarMuchas veces, y esto es algo en lo que tengo que profundizar mucho mas,muchos gobiernos pro-capitalistas (y sus intelectuales),que sulen tener estos tosidos populares y no de izquierda, que dicen y hablan sobre la transición hacia el socialismo como efecto del capitalismo. Me parece que no hay que confundir términos; el manifiesto comunista habla sobre esto: el capitalismo ara resurgir el elemento que lo eliminará, osea el proletariado (no recuerdo las exactas palabras de Marx).y la transición y colectivización de los medios de producción y las riquezas serán distribuidas con el proletariado en el poder, y no mediante reformismos paliativos que, por el contrario,escondan los factores materiales que ponen de manifiesto las nefastas peculiaridades y valores del capitalismo. funcionando este para una minoría. osea que la transición no "es",para seguir siendo-lo-que-se-es, sino que es en el estadio en que un poder proletario concreto transformara progresivamente la sociedad en comunismo.pero una vez estando en el poder.posterior al la revolución.
Saludos!!