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sábado, 28 de marzo de 2020

La libertad poética


Todo prosista o poeta me da a conocer a otros prosistas o poetas. Robert Frost me ha acercado a Ralph Waldo Emerson, un presbiteriano unitariano. Me haré con algunos de sus libros. No me importa que sea religioso. No me importa que sea trascendental. El trascendental cree en un más allá y en un sentido oculto y enigmático de las cosas. Yo puedo intentar ser trascendental sin necesidad de creer en el más allá y en un sentido oculto y enigmático de las cosas. ¿Cómo lograrlo? Lo que me interesa es la sensibilidad y el sentimiento que acompañan al trascendente. Y eso es lo que yo quiero cultivar: la sensibilidad y el sentimiento del trascendente. Se trata de que la naturaleza en su sentido más amplio te impacte, te sacuda y te deje huella. Por sensibilidad entenderemos la fuerza con que las cosas afectan a tus sentidos, y por sentimiento entenderemos la unidad íntima del sujeto y el objeto.


También me ha interesado que Frost catalogue a Emerson como filósofo poético o como poeta filosófico.  Me toca de cerca. La forma poética puede estar presente en prosa o en verso. Hay poetas que escriben en verso y a lo mejor son poco poéticos, y hay prosistas que escriben en prosa y son muy poéticos. Nietzsche es un ejemplo. Manejaba la metáfora como nadie: decir una cosa por medio de otra. A los poetas o a quienes gustan emplear la forma poética les alerto de los intelectuales de la izquierda radical. Están dominados por los conceptos universales abstractos. Son muy dados  a hablar del capitalismo en general o del liberalismo en general. Están muy alejados de las particularidades históricas nacionales. Y eso provoca una inmensa pobreza en el pensamiento y un lenguaje extremadamente gris. Así que cuidado con la nociva influencia de los universales abstractos en el pensamiento. Llevo meses viendo una cadena de televisión china. He tomado conciencia de la enorme importancia de la particularidad. Les pongo un solo ejemplo. Un pueblo de los muchísimos que tiene China se guiaba por el principio de que cualquier valor de uso tenía que ser conservado si no había agotado su utilidad. Me resultó sorprendente y maravilloso.

Vamos a por el poema o una parte del poema de Emerson.

Rauda y brillante fluye la corriente,

Quien de ella bebe no tiene más sed;

Ninguna oscuridad mancha su resplandor igual

Y los siglos gotean en ella como lluvia.

Lo que me entusiasmó y lo catalogué al instante de libertad poética fue el último verso: Y los siglos gotean en ella –en la corriente–como lluvia. Al principio pensé que el sintagma “como lluvia”, sobraba. Después me di cuenta que gotear lo puede hacer un grifo, una cañería o la ropa tendida. De manera que el sintagma mencionado era necesario. Pero la pregunta clave que me hice fue la siguiente: ¿Por qué a mí no se me ocurre convertir el sustantivo “siglos” en sujeto de la acción de gotear y hacerlo sobre la corriente de un río? Una respuesta escueta sería porque no soy un poeta. Pero una respuesta más acertada sería porque yo no tengo esa clase de representaciones.

Ahondemos más. Yo tengo un concepto abstracto de los siglos. Los uso para señalar la época de cuándo empezó el renacimiento o el barroco, cuándo se inició la época feudal, cuándo se formuló la declaración de los derechos humanos, cuándo tuvo lugar la revolución bolchevique, cuándo se constituyeron los estados nacionales, cuando se produjeron las dos primeras guerras mundiales, cuándo se creó la mecánica cuántica, la teoría de la relatividad o la teoría de los reflejos condicionados, y un largo etcétera. En mi concepción de los siglos las particularidades prácticamente no existen. Pensemos ahora en un escritor tan erudito que es capaz de escribir historias particulares para todos los siglos. Conocerá todos o una buena parte de los detalles de la vida de los protagonistas. Las acciones y acontecimientos donde los protagonistas son los actores ocurrirán en una ciudad o en un pueblo determinado y en una época determinada. Así los siglos se llenarán de vida y concreción. Si yo hiciera eso, los siglos serían para mí un sustantivo cargado de un concepto universal concreto. Ya estaría más cerca de representarme los siglos como sujeto de gotear y hacerlo sobre la corriente de un río.

Pero a pesar de todo, a pesar de que domina en mí los universales abstractos y no los universales concretos sobre los siglos, puedo aprender a liberarme de ciertas rigideces y hacer dos cosas: una, cargar los grandes sustantivos de concreción y particularidades, y dos, hacerme con la libertad de que cualquier sustantivo puede ser sujeto de todo. Así podré transformar la realidad en imágenes que no siendo ciertas bajo el punto de vista de la existencia, si son válidas bajo el punto de vista de la comprensión de la realidad. Así el sujeto se presentará como el órgano mediante el cual el mundo modificando todos los modos de su ser se expresa con absoluta libertad.  




1 comentario:

  1. Aire limpio de contaminación. Como ocurre con todos los textos de Francisco Umpierrez, este es de una gran riqueza y densidad conceptual. Si alguien se cultiva en la sensibilidad y en el sentimiento, la consecuencia es que pueda trascender en estas fuerzas de la subjetividad y afectar también en su actividad a los otros. Me llamó la atención el contenido conceptual con el que ha usado las categorías sensibilidad y sentimiento. Y me surgió la duda de porqué no usó la categoría pasión para concebir la unidad intima entre sujeto y objeto. Presupongo sujeto el ser que siente, percibe, piensa y actúa. Y por objeto cualquier ente sentido, percibido, representado, pensado y modificado por la actividad del sujeto. Podemos considerar la relación entre sujeto y objeto como una relación teórica y como una relación práctica. En este sentido podemos considerar la unidad intima entre el objeto y el sujeto como un proceso teórico que modifica al sujeto; y la unidad intima entre el sujeto y el objeto como un proceso práctico que modifica el objeto. Y pasión como fuerza de la subjetividad que incluye el movimiento teórico y práctico de la relación entre sujeto y objeto. Así podemos considerar el pensamiento en general, el saber, y el pensamiento lógico filosófico en particular, como objeto de la pasión.
    Resulta difícil hacerse con los conceptos universal abstracto y universal concreto. En el apartado “la certeza sensible o el esto y la suposición” de la obra La Fenomenología del Espíritu, hay una definición de universal que me encanta. Dice Hegel: “A este algo simple, que es por medio de la negación, que no es esto ni aquello, un no esto al que es indiferente el ser esto o aquello, lo llamamos un universal; lo universal es, pues, lo verdadero de la certeza sensible”.
    Continúa: “como universal enunciamos también lo sensible”.
    Una de las enseñanzas que he aprendido a lo largo de los años en el CEKAM ha sido a realizar el esfuerzo aprehender al otro tal como se expresa. Y en el texto de Francisco hay un juicio de presentación de sujeto que trato de aprehender: “Así el sujeto se presentará como el órgano mediante el cual el mundo modificando todos los modos de su ser se expresa con absoluta libertad”.
    En el CEKAM vivo la pasión por el saber. Y lo que es más grande: “la pasión por la utilidad del conocimiento aparente y profundo de diferentes ciencias sociales como medio de lucha ideológica por el necesario socialismo”.

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