Como al decir de Aristóteles todos los hechos se dan en lo particular, las dificultades para el pensamiento se encuentran en lo particular y lo que podemos cambiar se encuentra en lo particular. Una mujer, después de comunicarse conmigo ayudada de dos proverbios, me dijo: yo como buena pueblera hago uso de los proverbios. Recuerdo lo que decía Marx de Feuerbach: al apartarse de las grandes urbes y refugiarse en un pequeño pueblo, vivió al margen de los grandes cambios de la época y su pensamiento se desnutrió y debilitó. (Marx no empleó exactamente estas palabras. Yo las he modificado de acuerdo con mis propios propósitos teóricos. Pero en su origen la idea es de Marx. Lo hago por rigor y por honestidad intelectual).
A mis alumnos yo les
tengo prohibido, cuando asisten a mis clases, el uso de proverbios. Tres
razones: una, son formas de pensamiento antiguas y de pueblo. Desde hace muchos
años la producción de proverbios ha decaído casi hasta el cero. Dos: Los
proverbios son pensamientos generales. De manera que quien los pone en marcha hace
desaparecer el caso particular del que hablamos. Si permanecemos en lo
particular, nuestra actividad orientadora investigativa seguirá su curso y dará
sus frutos; si, por el contrario, abandonamos lo particular por medio de un
proverbio, la actividad de análisis desaparece. Y tres: los proverbios son
pensamientos enjaulados. Pierden conexión con el exterior, no experimentan
modificación, y se presentan como bastándose a sí mismos.
(Lo de mis alumnos es un
recurso didáctico y expositivo. Yo no doy clases).
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