De forma simplista y equivocada se presenta a los liberales como los defensores de la individualidad y a los socialistas como los defensores de lo social o colectivo. Pero lo cierto es que cualquier persona tiene intereses sociales e intereses particulares o individuales. Y las diferencias entre la izquierda y la derecha se centran en cómo conciben las relaciones entre los intereses individuales y los intereses sociales. Pero hoy, más que de ese asunto, quisiera hablarles de aquellas personas que tienen un escaso desarrollo de sus intereses individuales o su individualidad tiene poco desarrollo. La causa de esta deficiencia se debe, en parte, a la herencia familiar, y, en parte, a las relaciones sociales que ha mantenido y mantiene con otras personas y agrupaciones.
La persona A puede
admirar a la persona B, pero siempre debe hacerlo dentro de ciertos límites. La
admiración no puede llegar al extremo de que la persona A anule o atrofie el
desarrollo de su individualidad. La persona A puede adorar a la persona B, pero
no hasta el extremo de diluir sus intereses propios. La persona A puede querer
mucho a la persona B, pero no hasta el extremo de negarse. A todo hay que
ponerle límites. La admiración, la adoración sin límites y el amor ciego,
provocan un escaso desarrollo de la individualidad y una dependencia con los
otros irrazonable, yo diría que hasta casi enfermiza. Las personas que no ponen
límites a su admiración, adoración y amor por los otros, son personas que
carecen de orgullo o del orgullo necesario. Su felicidad no depende de sí
mismos, sino de servir a los otros y estar siempre pendientes de los otros y a
la espera de las decisiones de los otros. Además, la persona que admira, adora
y quiere al otro sin límites, encadena al otro, lo aprisiona, le resta la
necesaria libertad personal para actuar sin pensar que debe dar ejemplo a los
otros. Todos tenemos derecho a desparramarnos, a errar, y a decir tonterías.
Eso también forma parte de la vida y fortalece el desarrollo de la
individualidad.
Hay personas cuyos
intereses propios tienen muy poco desarrollo. No centran la conquista de sus
objetivos en sí mismos. Creen en las promesas de los otros y se forjan grandes
ilusiones. Pero cuando la persona B que le ha prometido a la persona A que hará
una determinada cosa y después no la hace, la persona A cae en la desilusión.
Pero esto le pasa porque ha depositado la esperanza de hacer esa determinada
cosa de acuerdo con la promesa de la persona B. ¿Dónde está el error? En no trazarse
el objetivo por sí mismo. El error está en que la persona A tiene un escaso
desarrollo de su individualidad y un escaso desarrollo de sus propios
intereses. Y no sabe trazarse sus propias metas independientemente de los
otros.
Tu destino está en tus
manos, pero solo si en verdad está en tus manos. De continuo pones tu destino
en manos de otras personas a las que te cuesta muchísimo convencer y persuadir
de que hagan determinadas cosas. Hay que persuadir y convencer al otro que
hacer determinada cosa genera un beneficio mutuo, pero también al persuadir y
al convencer debes ponerles límites. No sé cómo no te hartas de que lo
corriente se convierta en tu vida en algo extraordinario. Conoces a personas
con las que puedes hacer cosas en común sin hacer ninguna clase de esfuerzos.
Entonces por qué te empeñas en tratar de convencer y persuadir a una persona
que haga una determinada cosa que no le apetece y casi le disgusta. ¿Por qué te
empeñas en amargarte la vida? ¿Por qué no buscas vivir de manera fácil y no
estar con personas donde todo lo que es común y corriente le cuesta horrores
hacerlo? ¿Por qué gastas tantas energías en empresas inútiles? ¿Por qué
alimentas tus frustraciones? ¿Por qué sigues viviendo de ilusiones cuando
puedes vivir de realidades? No sé porque lo haces.
Les transcribo unas palabras
de Marx sobre la concepción ateísta del mundo contenidas en La Sagrada
Familia: “La crítica no arranca de las cadenas las flores imaginarias para
que el ser humano soporte las sombrías y escuetas cadenas, sino para que se las
sacuda y puedan brotar las flores vivas. La crítica de la religión desengaña al
hombre para que piense, para que actúe y organice su realidad como un hombre
desengañado y que ha entrado en razón, para que gire en torno a sí mismo y a su
sol real. La religión es solamente el sol ilusorio que gira en torno al ser
humano mientras éste no gira en torno a sí mismo”. Esto es lo que le digo a la
persona A: Lleva toda su vida girando en torno a soles ilusorios y debe llegar
ya al desengaño. Y en consecuencia debe actuar como una persona desengañada y
que ha entrado en razón. Debe ya dejar
de girar en torno a todos los otros que representen soles ilusorios. Ya va
siendo hora de que gire sobre sí mismo. Se aliviará. Se sentirá libre,
satisfecho y feliz.
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