Está el tiempo, en su sentido de duración, objetivo; y está el tiempo subjetivo, esto es, cómo vivimos el paso de los años. Suele decirse: a vivir que son tres días. Pero lo cierto es que una persona que muere a los setenta años, ha vivido 25.550 días. De forma objetiva ha vivido 25.550 días, una burrada de días, pero bajo el punto de vista subjetivo la mayoría de las personas siente que la vida son tres días. También suele decirse: el tiempo pasa volando. En ocasiones sí, y en ocasiones no. Si estamos en la cárcel, el tiempo pasa muy lento. Ocurre lo mismo cuando estamos trabajando. Sin embargo, cuando estamos de vacaciones, el tiempo pasa muy rápido. Es obvio que hay una contradicción entre el tiempo tal y como existe objetivamente, y el tiempo tal y como lo vivimos.
Hay una razón objetiva
que explica por qué vivimos el tiempo como si corriera muy rápido. La respuesta
nos la da Hegel: al tiempo le es esencial el no ser. Digo ahora y ahora ha
dejado de ser. El día de ayer ha dejado de ser. Cuando acaban las vacaciones,
que hemos disfrutado durante quince días, esos quince días han dejado de ser.
Pero hay maneras de retener el pasado, esto es, el no ser: las fotografías. Con
las fotografías retenemos el ser del no
ser, retenemos eternamente el pasado como presente. Y cuando la familia se reúne, después de haber
pasado algunos meses de disfrutar las vacaciones, y se pone a ver las
fotografías, cuánta alegría siente. Y suele decirse: ¡qué bien lo pasamos! Pero
cuando vemos esas mismas fotografías al cabo de veinte años, exclamamos: ¡cómo
pasa el tiempo! También decimos: ¡cómo se nota el paso del tiempo! O como dice
mi cuñada Nieves: ¡qué pena! Así que, aunque el tiempo tiene la esencia del no
ser, en nuestro cuerpo, en nuestra apariencia facial y en toda nuestra
apariencia, vemos el paso del tiempo o la cristalización del tiempo. También
los médicos, cuando nos miran por dentro, nos advierten de que el tiempo ha
pasado y en nada menos que setenta años. Y aquí vemos, siguiendo a Einstein,
que, en vez del tiempo, deberíamos hablar de la unidad espacio temporal. Es más
moderno y más exacto hablar de acuerdo con los postulados de la física de
Einstein. Podemos afirmar, tal vez de un modo superficial y subjetivo, que la
vida son tres días, pero nuestro cuerpo, al cabo de setenta años, delata que
eso no es cierto, que han pasado 25.550 días desde que nacimos.
Parece que el tiempo es
una fuerza ineluctable y no podemos pararlo y deja su huella en nuestro cuerpo,
demostrándose que somos unidades espacio temporales. Pero ¿podemos conservarnos
jóvenes? Claro que sí. Un primer secreto es realizar una mínima actividad
física, un poco de gimnasia, y realizar caminatas, mejor por sitios concurridos
y animados. El envejecimiento hay que percibirlo como un problema psicosocial.
Hay que entender que la calle, los espacios públicos, son también nuestra casa
y nuestro hogar. Pero hay otra clave
para permanecer jóvenes, tal vez la más importante, ser modernos: tanto en el vestir
como en el estar, tanto en los actos como en las ideas. Hay personas en las que
se nota su vejez porque emplean ideas viejas, las que adquirieron cuando eran
jóvenes, y hablan en exceso de sus experiencias pasadas. El secreto de la
juventud es hablar de las experiencias que tienes en la actualidad, aunque
tengas setenta años, y hablar con las ideas y la mentalidad de la actualidad.
Así que, si quieres conservarte joven, modernízate y actualízate. No hables del
amor tal y como tú lo viviste, sino tal y como se vive en la actualidad.
Introduce más variedad y más novedad en tus conceptos en y tu estilo de vida.
Evita hacer siempre lo mismo y de la misma manera. No añores el pasado, te
envejece. Sé más permeable y deja que todas las fuerzas universales, en su
infinita riqueza e innovación, invadan tu vida.
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