Valelele, una de las seguidoras de mi blog,
estudiante de Pedagogía de Artes Plásticas, dice en su presentación que le
gusta buscar la esencia de todo. Me hizo pensar. ¿Qué es o en qué consiste
buscar la esencia de todo? En buscar lo que hay de más perenne en las cosas, lo
menos accidental, lo menos aparente. También podríamos entenderlo en el sentido
de buscar lo más definitorio de las cosas. Se trata en todo caso de no quedarse
con las apariencias y las primeras impresiones, sino en ir más allá, hacia las
profundidades. Pero no siempre se puede. Hay veces que las fuerzas de las
apariencias son tan poderosas que no podemos ir más allá. Y hay causas
objetivas y subjetivas que lo explican. Pero ahora no es el momento de resolver
este problema teórico. Ya llegará su momento.
Me llevó el anhelo de Valelele a pensar en Píndaro y
en su idea de que el hombre es el sueño de una sombra. De esta idea tuve
conocimiento por primera vez por Goethe. Pero no me quedó claro en qué sentido
y en que marco la había empleado Píndaro. Así que me hice con la obra completa
de este insigne poeta de la Grecia antigua. Esa idea está contenida en el poema
titulado Pítica VII. La sombra es un objeto de especial juego para los poetas y
artistas en general. Su poder simbólico es inmenso. Nietzsche le dio mucho uso.
Pero hoy mismo, leyendo los Grundrisse de Marx, me llegó una idea de Sismondi
donde aparece en juego la sombra. Habla del dinero y dice lo siguiente: “El
comercio ha separado la sombra del cuerpo y creado la posibilidad de poseerlos
separadamente”. Sismondi se refiere a la época en que el dinero oro era
sustituido por signos de sí mismo: el dinero papel. Si afirmáramos que el dinero papel es una
sombra, dado el cruel dominio al que están sometidos los estados y los pueblos
por parte de los mercados, deberíamos afirmar que sí, el dinero es una sombra,
pero una sombra terrorífica.
Pero vayamos a Píndaro. Sus poemas están dedicados a
los juegos olímpicos. No piensen en la Grecia antigua con los conceptos y
representaciones de la época actual. En los juegos había triunfadores y
perdedores. Del triunfador Píndaro dice lo siguiente: “Sin embargo, aquel que
acaba de obtener un triunfo en plena dicha, desde su gran esperanza emprende el
vuelo impulsada por su alada virilidad, pues posee una ilusión más valiosa que
la riqueza”. Observen los valores que aporta el triunfo: dicha plena, vuelo
espiritual y una ilusión más valiosa que la riqueza. Mientras que del perdedor
dice esto otro: “no les fue asignados a ellos, como a ti, regreso gozoso en
Pitíade, ni al llegar junto a su madre la dulce risa de ésta derramó su gracia
en torno a ellos; por los callejones, fuera de la vista de sus enemigos, van
humillados, por la desgracia mordidos”. Observen los valores que aporta la
derrota: ausencia de regreso gozoso, no recibir la dulce risa de una madre,
caminar por los callejones fuera de la vista de los enemigos, sentirse
humillado y estar mordido por la desgracia.
Sobre este hecho concreto, el triunfo y la derrota
que produce todo juego olímpico, y más especialmente sobre la figura del
vencido, Píndaro construye estas palabras: “¡Seres de un día! ¿Qué es cada uno?
¿Qué no es? El hombre es el sueño de una sombra”. ¿A qué se refiere Píndaro cuando
habla de seres de un día? No se refiere al hombre. El hombre no es un ser de un
día. Se refiere al atleta. Pensemos en el corredor de 100 metros lisos de la
actualidad. En calidad de corredor de esa prueba el atleta es un ser de diez u
once segundos. La victoria o la derrota se producen en una fracción temporal
que en la larga vida de una persona es insignificante, pero para para el atleta,
sobre todo si es el ganador, puede significar toda su vida. Y así sucede con la
mayoría de las competiciones olímpicas: todo sucede en fracciones temporales
pequeñas. De ahí que Píndaro llamara a esos hombres seres de un día.
¿Y a quiénes llama “sueños de una sombra”? A los
perdedores. Pues una vez que afirmó que el hombre es el sueño de una sombra,
objetó: “Mas cuando llega el don divino de la gloria, se posa sobre los hombres
un luminoso resplandor y una existencia grata”.
La victoria, ganar en la competición, para los perdedores fue un sueño,
el sueño de una sombra: un sueño gris, vaporoso, volátil.
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