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domingo, 12 de mayo de 2024

Doble signo: personas mayores y mascotas

 

Vivimos en un mundo enajenado. La globalización ha hecho que las fuerzas espontáneas del mercado nos dominen cada vez más. El pensamiento se queda siempre rezagado con respecto a los hechos. El concepto de planificación se ha vuelto importante, pero en el sentido de que sea el pensamiento el que anteceda a los hechos. Cuando el pensamiento acude después que se han producido los hechos, solo tiene un efecto paliativo, no preventivo. La pandemia ha puesto sobre la mesa la necesidad urgente de que el pensamiento anteceda a los hechos, pero también lo puso de manifiesto la crisis financiera que se inauguró en 2007.

Suelo caminar, por problemas de salud, todos los días una hora por la mañana y otra hora por la tarde. Recientemente me he resentido de mi salud mental. De manera que a menudo me siento en uno de los bancos que delinean el boulevard de la Avenida de Mesa y López en Las Palmas de Gran Canaria. Muchas veces termino al lado de una mujer que supera los ochenta años y que está acompañada por su perrita. Después de saludarla, le pregunto sobre cómo le va la vida. Muchas de esas mujeres viven solas, sus maridos hace años que murieron, y como ellas dicen “mis hijos están en lo suyo, están siempre atareados y ocupados en su vida, que no es fácil, y yo no pretendo que estén pendientes de mí, yo todavía sé valerme por mí misma”.

Después, mirando a su perrita, me dice: “Y gracias a ella que me acompaña, ¡es tan buena!, no puedes imaginarte cuánto se puede querer a un animal como este; y, además, gracias a ella me veo obligada a salir por la mañana y por la tarde. Si no fuera así, me quedaría empotrada en el sofá”. En la prensa escrita he leído artículos de psicólogos que aconsejan a los ancianos en esta dirección: primero, que se hagan con una mascota para no estar solos, y, segundo, que al tener una mascota se ven obligados a salir a la calle. Estas ideas me entristecen.

Hagamos una lectura de estos hechos más humana. Cuando vemos a una persona mayor pasear a su mascota es signo de varios hechos: uno, de soledad, dos, de falta de amor y afecto, y, tres, de falta de socialización. Una vez vi a una mujer que apretaba contra su pecho a su mascota. Las personas necesitan amar, pero una cosa es amar a un perro y otra amar a otra persona. Los perros no hablan; y por mucho que sus dueños los humanicen, por mucho que les hablen y los traten como si fueran personas, no dejan de ser animales. La presencia de tantos perros en nuestras ciudades, que ocupan jardines y ensucian como nunca nuestras calles, es signo de la falta de niños y de la falta de socialización humana. Una senderista que tuvo un accidente, que iba con su perro, y que al cabo de unas horas vinieron a socorrerla, concluyó: nunca más volveré a salir sola por el campo. Iba con su perro, pero tuvo la clarividencia que para los asuntos esenciales el perro no puede considerarse una compañía solvente. Los perros no hablan y no pueden presentarse como el remedio para la soledad: es inhumano. Ojalá superemos algún día la enajenación con las mascotas, y los niños y niñas vuelvan a hacerse dueños de nuestras calles, parques y jardines. No hay nada que me haga más feliz que oír el griterío de los niños y niñas y sus risas. Y cada vez me desagrada más el ladrido de los perros que no cesan de acompañarme durante todo el paseo.

(Una persona asidua lectora de mi blog me dijo que no entendía lo del doble signo. Para mí es evidente, pero lo explico. De acuerdo  con la ideología dominante, que tiene bastantes grados de falsedad, las mascotas sirven para solucionar el problema de la soledad, para proporcionarnos afecto, y para mejorar nuestra salud porque nos obliga a salir a la calle. Pero mirando las cosas más de cerca, las mascotas significan lo contrario: soledad, no tener a nadie a quien amar y no estar socializado). 


1 comentario:

  1. Parodiando a Marx; "La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de los animales”.

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