Estaba viendo un debate en La Sexta sobre la financiación singular de Cataluña. Antonio Maestre, periodista marxista, afirmó que en el Manifiesto Comunista había una frase que debería valer como seña de identidad de las personas de izquierda. La frase en cuestión es la siguiente: “a cada cual según su necesidad”. ¿Cuál es el error cometido por Maestre? Separar esa frase del concreto teórico al que pertenece. En verdad esa frase pertenece a un principio que reza así: “De cada cual según su capacidad, a cada cual según su necesidad”. Pero este principio, a juicio de Marx y Engels, es el que debe regir las relaciones socioeconómicas en una sociedad comunista. Pero la sociedad comunista no existe. Luego carece de sentido afirmar que ese principio debe ser considerado señal de identidad de la izquierda. La defensa de ese principio lo único que logra es desconectarte de la realidad y andar por la senda del idealismo y del utopismo.
Pero no solo es que no
existe la sociedad comunista, tampoco existe la sociedad socialista. Los
comunistas chinos han dividido el socialismo en dos etapas. Ellos hablan de que
China se encuentra en la primera etapa del socialismo. Lo cierto es que todas las
economías del mundo son economías mixtas, esto es, todas las economías del
mundo son economías en transición del capitalismo al socialismo. En el mundo
sigue rigiendo la contradicción entre propiedad privada y propiedad pública.
Pero la globalización ha hecho que en la actualidad en el mundo dominen los
monopolios y los oligopolios. Luego la contradicción principal a nivel mundial
se presenta entre el Estado y los oligopolios y monopolios. El único país donde
el Estado manda sobre los monopolios es en China. En el resto de los países más
avanzados los que mandan son los oligopolios y los monopolios. Todos los
mercados están regulados, lo que sucede es que están regulados por los
monopolios. Los monopolios no solo mantienen los salarios bajos, sino, además,
al tener la libertad de pode subir los precios de forma arbitraria, explotan a
los consumidores y a los proveedores. Para algunos analistas liberales el[U1]
carácter monopolista de la economía capitalista actual es la principal causa de
desigualdad.
Pero la esencia del
capitalismo sigue siendo la misma: es un sistema donde unas personas se
apropian de trabajo ajeno por diversos mecanismos. Escuchemos a Martin Wolf en
su libro La crisis del capitalismo democrático: “Los argumentos a favor
de los impuestos sobre la tierra siguen siendo sólidos. Pero hoy día gran parte
de la renta de aglomeración corresponden a los trabajadores urbanos de éxitos
(y a los capitalistas de todo género). Estos obtienen unos ingresos en una
metrópoli productiva superiores a los que sería necesario para convencerlos de
que realicen el trabajo. En última instancia, las rentas de aglomeración son
productos del capital social -el Estado de derecho, sobre todo- creado por la
sociedad en su conjunto. Por lo tanto,
hay una buena razón para repartir estas rentas”. (Lo escrito entre
paréntesis es mío). Aquí vemos que, desde las posiciones del liberalismo, se
reconoce que una parte de lo que ingresan los trabajadores cualificados y las
distintas clases de capitalistas en las metrópolis representan trabajo ajeno o
trabajo social. Luego, no se trata, según la concepción burguesa reformista, de
que quienes más ganan, deben pagar a Hacienda más dinero en impuestos, sino de
que el trabajo ajeno apropiado por los ricos sea devuelto a la sociedad. El
sistema capitalista es un sistema que ha creado un sinfín de mecanismos para
que unos pocos se apropien de buena parte del trabajo social. De ahí que la
verdadera señal de identidad de la izquierda sea el principio que debe regir
las sociedades socialistas, que no es otro, de acuerdo con El Manifiesto
Comunista, que este: “De cada cual según su capacidad, a cada cual según su
trabajo”.
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