Tuve una conversación con mi hija sobre un curso al que estaba asistiendo. Ella es directiva de la empresa en la que trabaja. Sus compañeros y compañeras la halagaban mucho, decían que era un crack. Ella pensaba que lo que decían de ella era muy exagerado y que su puesto de trabajo le quedaba grande. Yo le puse el siguiente ejemplo. Supongamos una mujer vestida de por ir por casa, con chancletas, sin maquillar y sin peinar. Supongamos ahora a esa misma mujer con un vestido maravilloso, con tacones, maquillada, peinada y hermosos complementos. Pregunta: ¿Cuál es la mujer real? Respuesta: ambas. Tanto la mujer no especialmente vestida y sin maquillar como la mujer con un bonito vestido y maquillada. La realidad global se compone de la realidad y de la imagen.
Todas las personas que se
enamoran idealizan a su pareja. Pero también en los laboratorios donde se
realizan experimentos se idealiza la realidad: se seleccionan los factores que
se van a analizar y se aíslan de los miles de factores que están presentes en
el mundo. Los conceptos también suponen una idealización. En el arte, muy
especialmente en el cine, se idealiza. Lo mismo sucede en la religión, donde la
idealización llega a sus máximos extremos. Los actores, actrices y deportistas
también son idealizados, incluso idolatrados. Así que llegamos a la misma
conclusión: las imágenes e idealizaciones forman parte de la realidad global. Por
la misma razón le dije a mi hija que ella era ella misma y la imagen que los
demás se hacían de ella. Le falta a mi hija orgullo, que es sentirse más de lo
que uno es, o por lo menos no sentirse por debajo de nadie. Ella conoce a una
persona muy cercana que es una experta en esta materia. Debería aprender de
ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario