La composición orgánica del capital o sencillamente composición del capital viene determinada por la relación recíproca entre la composición de valor del capital y su composición técnica.
La composición de valor del capital viene determinada por la proporción en que se divide en capital constante, o valor invertido en medios de producción, y en capital variable, o valor invertido en fuerza de trabajo.
Mientras que la composición técnica del capital viene determinada por la masa de medios de producción empleados, de un lado, y por la cantidad de trabajo necesario para su empleo, del otro lado. Los cambios efectuados en la maquinaria hacen posible que con la misma cantidad de trabajo se produzca mayor número de productos. Si con la vieja maquinaria se producían 1000 productos con una masa de trabajo de 40 horas, con la nueva maquinaria se producen 2000 productos con la misma masa de trabajo de 40 horas.
LA LEY GENERAL DE LA ACUMULACION CAPITALISTA (1)
En este apartado estudiaremos la influencia que ejerce el crecimiento económico, el crecimiento del capital en la terminología de Marx, en la suerte de la clase obrera sin tener en cuenta los cambios efectuado en la composición técnica del capital.
Subida de los salarios
El aumento del capital, esto es, el crecimiento económico, lleva consigo el aumento de su parte variable, esto es, el aumento en la contratación de mano de obra. Una parte de la plusvalía transformada en capital adicional tiene necesariamente que invertirse en fuerza de trabajo. Y la demanda de trabajo aumentará en proporción al aumento del capital invertido, y con tanta más rapidez cuanto más rápidamente crezca el capital.
Como el capital produce anualmente una plusvalía, una parte de la cual se incorpora al capital originario, como esta plusvalía aumenta con cada año que pasa, y, finalmente, como bajo el acicate especial del afán de enriquecimiento aumenta la escala de la producción, las necesidades de la acumulación pueden sobrepujar la oferta de obreros y, por lo tanto, provocar la subida de los salarios.
Bajo estas condiciones de acumulación, el estado de supeditación del obrero al capital reviste formas tolerables. En vez de hacerse más intensivo, el dominio del capital se hace más extensivo y aumenta el número de obreros que tiene bajo su mando. Del propio plusproducto creciente de los propios obreros afluye a ellos una mayor cantidad de dinero en forma de salario, que les permite ampliar el círculo de sus disfrutes y crear un pequeño fondo de reserva.
Pero así como la mejora en la vestimenta, en la alimentación y en el trato no eliminaban la relación de dependencia ni la explotación del esclavo, tampoco la suprimen en el caso del obrero asalariado. Así que el aumento en el precio del trabajo debido a la acumulación sólo significa que el volumen y el peso de la cadena de oro que el obrero se ha forjado para sí mismo, le permiten ahora una tensión más floja.
La diferencia específica de la producción capitalista
En el régimen de producción capitalista se compra fuerza de trabajo, no para satisfacer las necesidades personales del comprador, sino para valorizar su capital, para enriquecerlo aún más. Su finalidad es la producción de mercancías que contienen más trabajo del que él ha pagado, o sea, que contiene una parte de valor que al capitalista no le ha costado nada y que, sin embargo, se transforma en dinero cuando vende las mercancías. Así, pues, la ley absoluta de la producción capitalista es la producción de plusvalía.
Hay que tener en cuenta el siguiente hecho importantísimo: la fuerza de trabajo sólo es vendible en tanto conserva los medios de producción como capital, en tanto reproduce su propio valor como capital, y en tanto en el trabajo no retribuido suministra una fuente de capital adicional. Las condiciones de su venta implican, por un lado, la necesidad de volverla a vender constantemente, y por otro lado, la reproducción constantemente ampliada de la riqueza como capital. Y como ya se ha visto, esta reproducción supone siempre la entrega al capitalista de trabajo no retribuido por parte del obrero.
Salarios y trabajo no retribuido
La subida de los salarios significa, en el mejor de los casos, reducción cuantitativa del trabajo no retribuido que ha de suministrar el obrero, o sea, que el obrero trabajará, a escala individual, menos horas gratuitas a favor del capitalista. Sin embargo, esta reducción no puede llegar nunca hasta el punto en que amenace al propio sistema.
La subida del precio del trabajo nacida de la acumulación supone siempre la alternativa siguiente: O el precio del trabajo sigue subiendo porque su subida no entorpece el progreso de la acumulación. Hecho que es posible debido a que un capital grande con una ganancia pequeña crece más rápidamente que un capital pequeño con una ganancia grande. Así por ejemplo, un capital de 100 millones de pesetas con una tasa de ganancia del 30 por 100, experimenta una acumulación anual de 30 millones de pesetas, mientras que un capital de 10.000 millones de pesetas con una tasa de ganancia sólo del 5 por 100, experimenta una acumulación anual de 500 millones de pesetas. En este caso es evidente que la subida de los salarios no entorpece para nada el progreso de la acumulación.
O, y esta es la segunda posibilidad, la acumulación disminuye como consecuencia de la subida de los salarios. Mas con su disminución desaparece la causa que la hizo disminuir, a saber, la desproporción entre capital y fuerza de trabajo explotable. Y entonces el precio del trabajo disminuye hasta las necesidades normales de la valorización del capital.
Ley natural de la población
Los economistas burgueses consideran que la población trabajadora constituye una variable independiente y, en consecuencia, consideran los hechos así: en el primer caso, cuando el crecimiento de la acumulación sobrepujaba la fuerza de trabajo disponible, hablan de que el descenso en el crecimiento de la población hace que sobre capital, y en el segundo caso, cuando la subida de los salarios provoca la disminución del capital, hablan de que el aumento de la población obrera hace que falte capital.
Pero las cosas en verdad son al contrario de lo que piensan los economistas burgueses. En el primer caso, es el crecimiento acelerado del capital la causa de que falten obreros, y en el segundo caso, es la disminución del capital la causa de que sobren trabajadores. Son los movimientos absolutos del capital, su crecimiento y su disminución, los que se reflejan como movimientos relativos en la masa de fuerza de trabajo explotable y, por lo tanto, inducen a pensar que se debe a su propio movimiento. Pero no es así: la magnitud de la acumulación es la variable independiente, mientras que la magnitud de los salarios es la variable dependiente, y no al revés.
La ley de la producción capitalista sobre la que descansa esta pretendida ley natural de la población, se reduce sencillamente a esto: la relación entre capital, acumulación y cuota de salarios no es mas que la relación entre el trabajo no retribuido y el trabajo complementario requerido para el movimiento del capital adicional. Así, pues, no es en absoluto una relación entre dos magnitudes independientes entre sí, la magnitud del capital, por un lado, y el número de obreros, por el otro, sino únicamente la relación entre trabajo no retribuido y trabajo retribuido de la misma población trabajadora.
Si la cantidad de trabajo no retribuido crece tan deprisa que sólo puede convertirse en capital mediante una subida extraordinaria de los salarios, entonces el trabajo no retribuido disminuye en proporción a aquella subida salarial. Pero desde que el plustrabajo suministrado por el obrero disminuye más de la cuenta, se produce una reacción: el capitalista capitaliza una parte menor de la renta, disminuye la acumulación y la subida de los salarios recibe un contragolpe. Por lo tanto, la subida de los salarios queda confinada a los límites que no sólo dejan intacta la base del sistema capitalista, sino también aseguran su reproducción a una escala cada vez mayor.
No puede ser de otra manera en un modo de producción en que el obrero existe para las necesidades de revalorización de los valores existentes en vez de que, por el contrario, la riqueza material exista para las necesidades del desarrollo del obrero. Igual que en la religión el hombre es dominado por el producto de su propia cabeza, en el régimen de producción capitalista lo es por el producto de su propia mano.
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