Para que el dinero se transforme en capital no es suficiente con la existencia del mercado. Lo fundamental y decisivo es que se enfrenten como comprador y vendedor, de un lado, poseedor de medios de producción, y de otro, poseedor de sólo fuerza de trabajo. Por lo tanto, la disociación de los medios de producción y de la fuerza de trabajo constituye el punto de partida de la producción capitalista.
Más lo que al principio sólo es punto de partida, se perpetúa después como resultado del proceso de producción. Por una parte, el proceso de producción transforma constantemente la riqueza en capital, esto es, en medios de valorización y medios de disfrute del capitalista. Por otra parte, el obrero sale del proceso tal como entró, como fuerza personal de riqueza, pero desprovisto de todos los medios para realizar esta riqueza para sí mismo. Por lo tanto, el resultado de la producción capitalista perpetúa su punto de partida: la separación entre los medios de producción o factores objetivos del trabajo y los obreros o factores subjetivos del trabajo.
Como en el mercado el obrero vendió o enajenó su trabajo a favor del capitalista, en el proceso de producción su trabajo se objetiva necesariamente en producto ajeno. Dicho de forma más corriente: como al obrero no le pertenece su trabajo porque se lo vendió al capitalista, el producto de su trabajo tampoco le pertenece sino al capitalista. Por lo tanto, el obrero asalariado, el obrero atrapado en el modo de producción capitalista, sufre una doble enajenación: de los medios para producir la riqueza y del producto de su propio trabajo.
Como el proceso de producción es al propio tiempo proceso de consumo de la fuerza de trabajo por el capitalista, el producto del obrero no sólo se transforma en mercancía, sino en capital. De ahí que la esencia del capitalismo no deba buscarse en el mercado, en el hecho de que los productos del trabajo se transformen en mercancías, sino en el hecho de que se transformen en capital ¿Y qué es el capital? Tres cosas: una, valor que succiona fuerza de trabajo, dos, medios de subsistencia que compran a personas, y tres, medios de producción que emplean a productores. Esto es el capitalismo: un sistema económico donde el hombre existe al servicio de la producción de riquezas y no la producción de riquezas al servicio del hombre.
Por eso, el obrero produce constantemente la riqueza como capital, como un poder ajeno a él, que lo domina y lo explota, y el capitalista produce no menos constantemente la fuerza de trabajo como obrero asalariado. ¿Y qué es el obrero asalariado? El obrero que vive separado de los medios de producción, de los medios para objetivarse y realizarce como trabajador. Esta constante reproducción o perpetuación del obrero asalariado, del obrero divorciado de los medios de trabajo, es el requisito indispensable de la producción capitalista.
El consumo del obrero
El consumo del obrero es de doble carácter. En la empresa consume medios de producción y los transforma en productos. Este es su consumo productivo. En su casa consume los medios de subsistencia que compró con su salario. Este es su consumo individual. Por lo tanto, el consumo productivo y el consumo individual son totalmente distintos.
No obstante, el que sean distintos no implica que el consumo individual no sea productivo. Los medios de consumo del obrero con medios de consumo del medio de producción más importante con el cuenta el capitalista y, por lo tanto, su consumo individual es directamente consumo productivo.
Cuando el capitalista convierte una parte de su capital en fuerza de trabajo, mata dos pájaros de un tiro. Se beneficia no sólo de lo que recibe del obrero, esto es, trabajo no retribuido, sino también de los que le da, esto es, el salario. La parte del capital enajenado a cambio de fuerza de trabajo se transforma en medios de subsistencia, cuyo consumo sirve para reproducir nervios, músculos, hueso y cerebro de los obreros existentes y para engendrar nuevos obreros. Por lo tanto, el consumo individual del obrero es reconversión de los medios de subsistencia en fuerza de trabajo explotable de nuevo por el capital. Es producción y reproducción del medio de producción más indispensable al capitalista, le obrero mismo.
Así, pues, el consumo individual del obrero es un momento de la producción y reproducción del capital. No importa que el obrero realice su consumo individual en provecho propio. De igual modo, tampoco el consumo de la bestia de carga deja de ser un momento necesario de la producción porque el animal disfrute de lo que coma. Así que la constante conservación y reproducción de la clase obrera es una condición constante de la reproducción del capital.
Hemos dicho que la constante conservación y reproducción de la clase obrera es una constante de la reproducción del capital. El capitalista puede confiar el cumplimiento de esta condición al instinto de conservación y reproducción de los obreros. De lo único que se cuida es de restringir todo lo posible su consumo individual. De ahí que el capitalista y su ideólogo, el economista político, consideren productiva únicamente la parte del consumo del obrero que reproduce la fuerza de trabajo apta para ser explotada de nuevo por el capital. Lo que el obrero pueda consumir por encima de este límite y para placer suyo, es consumo improductivo. De la misma idea es el socialista reaccionario: cuando ve que el obrero se permite algunos lujos fuera de lo común, habla de que se ha aburguesado. De manera que en esta tema, en el aumento del disfrute de la clase obrera, el economista político y el socialista reaccionario se dan la mano.
Si la acumulación del capital produjese un aumento del salario sin empleo de nueva fuerza de trabajo, el capitalista y su ideólogo hablan de que el capital adicional se consumiría improductivamente. En efecto, el consumo individual es para el obrero improductivo, pues sólo reproduce al individuo necesitado; es productivo para el capitalista y para el Estado, pues es producción de la fuerza productora de riqueza ajena. Remarquemos esta idea: ¿qué es el obrero? Fuerza productora de riqueza ajena. ¿Y para qué sirve el consumo individual del obrero? Para producir y reproducir la fuerza productora de riqueza ajena, al obrero.
Así, pues, desde el punto de vista social, la clase obrera, incluso fuera del proceso directo de trabajo, cuando habita en su propia casa, no es más que un momento de la reproducción del capital. Y el propio proceso de consumo cuida de que estos instrumentos autoconcientes de producción, los obreros, no escapen de su dependencia con el capital. El consumo individual cuida, de una parte, de la conservación y de la reproducción de los obreros, y de otra parte, al consumirse los medios de subsistencia, de su constante reaparición en el mercado de trabajo. El esclavo romano estaba atado a su propietario por cadenas, el obrero asalariado lo está al capitalista por hilos invisibles. La apariencia de independencia del obrero respecto al capital se mantiene por dos razones: una, por el continuo cambio de los patrones individuales, y dos, por la ficción jurídica que representa el contrato laboral.
Por lo tanto, el proceso capitalista de producción, considerado como proceso de reproducción, no sólo produce mercancía, no sólo plusvalía, sino que produce y reproduce la propia relación capitalista: de un lado, el capitalista, de otro, el obrero asalariado.
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