Te seré franco: hay aspectos de tu mensaje que no me han gustado. No sé si son expresiones de paternalismo o de ironía.
Por ejemplo, me invitas a que visite los tenderetes de Praga y Moscú en busca de libros que hablen de la teoría del valor de Marx. No sé ruso ni checo ni eslovaco. Y aunque supiera hablar esos idiomas, declinaría de todas a todas esa invitación. Tengo 47 años y llevo treinta años dedicado a esto. Estuve suscrito durante muchos años a la Revista de Ciencias Sociales de la URSS y al Beijin Informa. También tengo en mi poder libros de célebres economistas soviéticos y chinos. Seguí muy de cerca la perestroika y las reformas económicas de China. Además he leído muchas revistas de economía marxista de todo el mundo. También he leído libros de muchos marxistas franceses, italianos, ingleses, alemanes y estadounidenses. De manera que mi biblioteca está suficientemente surtida en estos temas. Pero la cosa no quedó ahí: he estudiado con mucho detenimiento y tesón muchos libros de grandes economistas modernos. De hecho una vez me trasladé a Madrid con el único propósito de fotocopiar el libro de Morishima, a quién se tiene como uno de los mejores críticos de la economía de Marx. De manera que, estimado Antonio, sobra tu preocupación por orientarme en mi conocimiento bibliográfico sobre la teoría del valor de Marx y su destino histórico.Pero te doy un dato más importante. En la extinta URSS y en China nunca ha desempeñado un papel importante la teoría del valor de Marx. ¿Por qué razón? Porque tanto en la URSS como en la China anterior a Deng Xiaoping no había mercado, y lo que las empresas tenían que producir en cantidad y en calidad, los salarios que habían de pagarse y los precios de venta de los bienes producidos eran decididos por una autoridad central. Dicho de otro modo: en las economías de planificación centralizada nunca fue respetada la ley del valor y, en consecuencia, la teoría del valor de Marx nunca fue importante. Otro dato: la mayoría de las ideas sobre el valor elaboradas por los comunistas soviéticos y chinos trataban de la sustancia del valor, esto es, sobre el hecho de que el valor de una mercancía es la cantidad de trabajo socialmente necesario para su producción, mientras que la clave en El Capital de Marx está en el análisis de las formas del valor. Justamente mi trabajo sobre la transformación de la mercancía en dinero, y que está publicado en este foro, trata sobre las variadas formas del valor, desde el valor en su forma natural, la que se da en el trueque directo, hasta la deslumbrante forma de dinero. Mientras que la parte dedicada a la sustancia del valor representa el 2 por ciento de ese trabajo. Desgraciadamente lo que saben una buena cantidad de marxistas sobre el valor es la definición de su sustancia, mientras ignoran por completo el conocimiento de las múltiples y variadas formas del valor.
El otro aspecto de tu mensaje que tampoco me ha gustado es cuando dices que la explotación del trabajo por parte del capital y las hipotecas que pesan sobre los trabajadores es un ejemplo burdo, y no me auguras muchos éxitos en mi empresa teórica. Tal vez la clave está en que vivimos en mundos distintos. El otro día una amiga del trabajo, con veinticinco años en su haber, casada y con un hijo, me decía lo siguiente: -¡Ay!, Paco, estoy asustada, ya me dieron el crédito y la casa me la dan la semana que viene, ¿tú sabes lo que es estar pagando 478 euros durante treinta años? Por eso no estoy librando ningún día de la semana, para reunir un poco de dinero para pagar la hipoteca, y es que la vida después del euro se ha vuelto muy cara. En la comida y en el transporte se nos va un dineral. Mi marido y yo estamos saliendo a comer fuera y a tomarnos unas copas sólo una vez al mes, y siempre midiendo los platos que eliges- Creo, estimado Antonio, que este hecho no tiene nada de burdo, todo lo contrario: es un hecho económico fundamental de la España actual. Y cuando yo veo a tanta gente sacrificada, que apenas disfrutan de la vida, y a su lado gente con muchísimo dinero que hacen una vida de lujo, el corazón se me rompe en mil pedazos y sufro. Y es ese corazón y las contradicciones que lo hacen sufrir los que me estimulan y me dan enormes energías para estudiar y elaborar pensamientos que vayan en beneficio de los desfavorecidos del mundo. Lo preocupante no es que yo no tenga éxito en mis empresas teóricas, sino que no se puedan resolver a corto plazo las penurias de miles de millones de trabajadores de todo el mundo.
28 de febrero de 2004.
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