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jueves, 15 de marzo de 2012

El empresario es todo

Llegó la crisis y se instaló. Ha generado desestabilización y miedo. Algunos pensaron que el capitalismo se resquebrajaba. Otros creyeron que la contradicción entre capital y trabajo había llegado a un punto irreconciliable. Pero la izquierda radical carece de poder. Y sin poder nada cambia. El movimiento 15 M apuntó a todos en vez de a la derecha, que cosechó un gran triunfo electoral. Perdió la izquierda. Ha llegado la reforma laboral. Y con ella la contradicción entre quienes tienen trabajo y quienes no lo tienen. Se ha instalado la contradicción en el seno de la propia clase trabajadora. No llegó la reforma del capitalismo. Si se carece de poder, es imposible que esa reforme llegue. Y han vuelto las ideas antiguas del capital. Y los jóvenes parados esperan con entusiasmo que con esta reforma su vida cambie. 


El empresario es todo. Es quien tiene la idea. Y debe llevarla a cabo. Tiene que contratar a trabajadores: crea empleo. Busca ayuda técnica: crea empleo. Necesita ayuda económica: pide crédito. Pone en marcha el negocio: crea riqueza. Paga a la seguridad social. Paga impuestos. Todo es gracias a él. El estado se mantiene gracias a él. Si todo es gracias  a él y los jóvenes quieren tener empleo, entonces hagamos una reforma laboral que abarate los costos de trabajo. Y el PP lo ha hecho.  Y los fundamentalistas burgueses, esos que se reúnen en Intereconomía, quieren aún más: que aumente la jornada laboral y se reduzcan las vacaciones.

El empresario tiene una idea. Pero esa idea es un fruto social. El lenguaje es social y los conceptos con los que construye su idea son igualmente sociales. También todos los recursos para hacer realidad esa idea son sociales: los trabajadores, el crédito (ahorro de la sociedad) y la ayuda técnica (el conocimiento acumulado de la sociedad). Y todos los días los empleados del negocio que el empresario “ha creado” tienen muchísimas ideas para mantenerlo a flote: en la producción, en la comercialización, en la administración, y en la financiación. Sin duda que el empresario necesita un sueldo superior al resto de los empleados, pero su función de trabajo no debe permitirle  que se convierta en el amo del negocio, que sea la persona de quien dependa el destino de todos. La empresa es una obra de todos y todos deben ser sus propietarios.  El empresario pudo haber tenido la idea inicial, pudo haber sido un gran entusiasta, pero la continuidad del negocio depende de las ideas y del entusiasmo de todos. Y como el esfuerzo es de todos, el fruto del negocio, los beneficios, debe ser repartido entre todos.

Pero al igual que es necesario una reforma laboral para crear empleo, también es necesario hacer una reforma del capital. La felicidad material hay que repartirla, no puede ser un privilegio de los ricos.  Igual que hay que abaratar el despido, hay que reducir los sueldos de todos los ejecutivos de las grandes empresas. Igual que se suben los impuestos sobre los rendimientos del trabajo para mantener el Estado del bienestar, hay que  subir los impuestos sobre los rendimientos del capital.  Hay que acabar con los rentitas. Hacienda debe ser duro con ellos. Hay que seguir el espíritu de la reforma laboral: hay que trabajar más, y los rentistas no trabajan; y hay que cobrar menos, y los rentistas cobran intereses muy altos. Hay que atreverse de una vez por todas a luchar por poner un tope superior a los ingresos personales. No comprendo por qué los sindicatos no han hecho suya esta consigna. Si hay que crear empleo, entonces hay que  redistribuir la riqueza para liberar recursos. Gran parte de los recursos en manos de los ricos es capital ocioso o se despilfarra, mientras que en manos de los necesitados se convertiría en un poderoso motor de la economía.

Así que si los apologistas del capitalismo dicen que el empresario es todo, nosotros debemos gritar que el trabajador es todo. Si los trabajadores y las trabajadoras no trabajaran, el empresario no podría realizar su idea. No se crearía riqueza. No se pagarían impuestos. No se pagaría seguridad social. El estado no se mantendría. Si los trabajadores y las trabajadoras no trabajaran, las maquinarias y las instalaciones se deteriorarían, las materias primas se echarían a perder, y las calles quedarían colmadas de basura y sobrevendían las enfermedades. Si los trabajadores y los trabajadores no trabajaran, los trenes y los autobuses  no funcionarían, los aviones no podrían despegar, no habría luz ni ninguna clase de suministros. Si los trabajadores y las trabajadoras no trabajaran, no sería posible la vida. El capital sólo puede conservarse y multiplicarse gracias al trabajo. El capital es trabajo pasado y el trabajo vivo es su fermento. Así que todo es gracias al trabajo. Ese debe ser nuestro grito.



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