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lunes, 12 de marzo de 2012

Referente

En el diccionario razonado de la teoría de lenguaje  de Greimas y Courtés podemos leer lo siguiente:
REFERENTE. Tradicionalmente, se entiende por referente los objetos del mundo “real” que designan las palabras de las lenguas naturales. Como el término objeto se ha notado notablemente insuficiente, se ha recurrido al referente para abarcar las cualidades, las acciones, los eventos reales; por otra parte, como el mundo “real” aparece todavía muy estrecho, el referente ha de englobar también el mundo “imaginario”. La correspondencia término a término entre el universo lingüístico y el universo referencial, que está así metafísicamente presupuesto, no queda menos incompleta: por un lado, ciertas categorías gramaticales –y, sobre todo, las relaciones lógicas –no tienen referente aceptable; por otro, algunos deícticos (los pronombres personales, por ejemplo) no tienen referente fijo, ya que remiten, según la ocasión, a objetos diferentes. Esto quiere decir que, partiendo de presupuestos positivistas considerados como evidencias, es imposible elaborar una teoría satisfactoria del referente, capaz de explicar el conjunto de los fenómenos considerados.

Empecemos por superar algunos prejuicios. Fijémonos en que la palabra “real” se pone entre comillas y que se presenta lo real como un presupuesto metafísico. Esto le ocurre sólo a los intelectuales que no tienen otro modo de acceder a lo real que a través del lenguaje o que consideran al lenguaje como lo más real. Olvidémonos del mundo del lenguaje y de los prejuicios de los semióticos idealistas. Pensemos en un problema terriblemente práctico: el hambre. Si tenemos que darle pan al hambriento, ¿qué le daremos? ¿Fotografías de panes o panes reales? Creo que está claro: panes reales. También está claro que hay una diferencia plena entre los panes reales y los panes en imágenes. Sería un error poner la expresión panes reales entrecomillando la palabra “reales”, como también sería un error de fondo presentar a los panes reales o a la realidad de los panes como un presupuesto metafísico. Aunque uno sea un semiólogo, todo no puede decirse desde el lenguaje y todo no debe comprenderse desde el lenguaje, pues siempre una parte de la vida de la persona más teórica que exista en la tierra tendrá que ser ineluctablemente práctica.

En mi obra Reflexiones sobre Semiótica he puesto de manifiesto la confusión entre el concepto de referente y el concepto de objeto referido. Por referente o valor referencial entendemos el conjunto de referencias que constituye la identidad de un objeto. De esa manera es un referente tanto el objeto al que se refiere la palabra “mesa”, por ejemplo, como la propia palabra “mesa” en su condición de significante. La condición de referente o valor referencial que tienen los objetos del mundo sale a relucir por su relación con los órganos de los sentidos, no por su relación con el lenguaje. Por su relación con el lenguaje los objetos del mundo exterior se convierten en objetos referidos.

No es acertado, por lo tanto, hablar de universo lingüístico y de universo referencial, puesto que el universo lingüístico en su condición de universo de significantes es también un universo referencial. Tampoco es acertado presuponer que a cada término del universo lingüístico debe corresponderle un término del universo referencial. No sé por qué debe establecerse ese principio. El hecho de que haya palabras que no tienen correspondencia con entidades del mundo real no cuestiona ni invalida una teoría referencial. Lo único que hay aquí de erróneo es la confusión entre referente y objeto referido. Y objeto referido lo puede ser todo: algo existente, algo imaginario, una relación, etcétera. Así, por ejemplo, el objeto u objeto referidos por la conjunción “y” en el sintagma “mesas y sillas” son justamente las palabras  “mesas” y  “sillas”. Si decimo de la palabra “y” que es una conjunción, estamos presuponiendo las cosas o entes que se conjuntan. Al igual que el signo “+” presupone la existencia de los números que se suman.














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