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sábado, 31 de marzo de 2012

Semiosis ilimitada

Según Peirce el interpretante de un signo es otro signo. Luego este otro signo tendrá a su vez otro interpretante que será un signo. Y así de forma ilimitada. Se formaría así una cadena infinita de interpretantes. Y según los seguidores de Peirce, no sé si él hizo esta afirmación, nos encontramos ante una semiosis ilimitada. Antes esta propuesta hay que formularse una pregunta: ¿Esta afirmación aporta algo al conocimiento del signo? ¿Nos ayuda en algo al análisis de los fenómenos semióticos? Respondo a las dos preguntas con un rotundo no. Pero hay otra objeción casi más importante que las dos anteriores: Este supuesto análisis es tan genérico, está tan falto de concreción, que poco se puede ver con él. Le falta a Peirce como a sus seguidores poner ejemplos concretos y analizarlos para ver hasta qué punto son útiles los conceptos de los que hacen gala.

Los diccionarios son ejemplos de semiosis ilimitadas. Si preguntamos por el significado de cualquier palabra, vamos al diccionario y nos entregará una serie de muchas palabras conectadas sintácticamente. Y si cada una de estas palabras  la buscáramos en el diccionario, obtendríamos una nueve serie de palabras sintácticamente conectadas. Y así hasta no parar o hasta el día del juicio final. Pero concretemos. Lo que debemos observar antes que nada es que la propuesta de Peirce carece de sentido. No sabemos por qué tenemos que hacer eso o con qué fin lo hacemos. Supongamos que preguntamos por el significado de la palabra “mesa”. Vamos al diccionario y obtenemos la siguiente respuesta: “Mueble para comer, escribir, etc., compuesto de un tablero horizontal sostenido por uno o varios pies”.
Observemos lo poco que dice Peirce sobre esta relación. Sólo dice que el sintagma “mueble para….” es el interpretante del signo “mesa”. Dice muy poco. Dice una generalidad. Sin embargo, de acuerdo con los conocimientos lingüísticos y filosóficos de los que disponemos en la actualidad sobre esta relación podemos decir muchas cosas y hacernos con una idea más concreta de lo que aquí ocurre. En primer lugar, preguntar por el significado de la palabra “mesa” equivale a preguntar por el concepto o definición del objeto designado por la palabra “mesa”.   Con lo que queda probado el acierto de Saussure al presentar el significado de una palabra como el concepto del objeto designado por dicha palabra. En segundo lugar, la exposición del significado de la palabra “mesa”, encontramos dos contenidos fundamentales: uno, la utilidad de la mesa, y dos, los rasgos esenciales de la mesa. Nada de esto lo podemos saber con la afirmación de que un signo tiene un interpretante y que un interpretante es un signo equivalente o un signo desarrollado.
Otra cuestión a ver aquí es saber qué necesidad tenemos de preguntar por el significado de las palabras “tablero”, “pies”, “comer”, “escribir”, etcétera. A la hora de exponer el significado de una palabra trabajamos con palabras de las que ya conocemos su significado. Así que el camino es al revés de lo que supone Peirce. Si voy a hacer pan, debo  disponer previamente de harina, levadura, sal, una mesa y un horno. Debo disponer de las materias primas y de la maquinaria necesaria para hacer el pan. Sería un absurdo pensar que si voy a hacer el pan, debo después hacer la harina y fabricar el horno. Igual sucede con la construcción del significado de una palabra: la elaboramos con palabras cuyo significado ha sido elaborado previamente.
De todos modos, queda demostrado que el concepto de semiosis ilimitada es un concepto muy pobre  y poco útil.  Conceptualmente aporta muy poco  y en términos de análisis no sirve para nada. No añade un conocimiento nuevo al que ya disponemos con la lingüista y la filosofía. Es un término muy aparente. Su contenido esencial es insignificante. Eso sí: es un nombre muy sonoro: “semiosis ilimitada”.


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