Aldo Mazzucchelli declara que Saussure es un idealista por tres razones. La primera razón la descubre Aldo en la siguiente afirmación de Saussure: antes de que exista el lenguaje, la mente no es más que una “masa amorfa e indistinta”. Saussure parte de la base de que el signo lingüístico está formado por dos elementos: ideas y sonidos, pensamiento y materia fónica. Una vez sentada esta base debemos preguntarnos: ¿en qué forma existían el pensamiento y la materia fónica antes de estar unidos? Y Saussure responde que el pensamiento era nebuloso e indistinto, y los sonidos, indeterminados. Sólo cuando se unen, sonidos y pensamiento quedan firmemente determinados. Creo que no es tan importante catalogar a Saussure de idealista, como plantear y tratar de responder a aquella pregunta: ¿en qué forma existían las ideas y los sonidos antes de estar unidos y constituir el signo lingüístico? De todos modos creo que esta concepción de Saussure tiene que ver más con la antigua teogonía que con el idealismo, donde se planteaba que al principio era el Caos (lo indeterminado) y que luego sobrevino el Orden y la Ley (lo determinado).
La segunda razón que esgrime Aldo para declarar a Saussure de idealista es la siguiente: “Saussure no parece apoyar una concepción ontológica realista en el sentido clásico, en el cual la existencia de conceptos y el conocimiento es algo real de la mayor realidad, con independencia de la mente (y la lengua) que los conoce”. La primera cuestión a resolver aquí es saber en qué sentido empleamos la palabra ‘real’ o el juicio ‘algo es real’. En este ámbito, en el de la ontología de los conceptos, yo lo entiendo en dos sentidos: como vivencia psicológica y como existencia objetiva. Por un parte, el conocimiento es siempre la vivencia del sujeto que conoce, es un factum psicológico, y en este sentido es tan real como la mesa en la que escribo. Y por otra parte, el concepto existe objetivamente en forma de juicio, esto es, en forma de palabras. No hay otra forma de conocer la existencia objetiva del concepto que no sea en forma de juicio. Saussure entendía el concepto, así como el significante, como un hecho psicológico. Por lo tanto, en este aspecto Saussure era materialista y no idealista. De todos modos creo que quien defiende que el concepto existe independientemente del pensamiento y del lenguaje, no es materialista sino idealista.
La tercera razón que esgrime Aldo para declarar a Saussure de idealista es la siguiente: “Saussure limita su estudio de los signos lingüísticos al “interior” de la mente (ni siquiera habla de sonidos, sino de la “huella mental” del sonido, la “imagen acústica”). Convendrán conmigo en que los objetos tienen como mínimo dos formas de existencia: como objetos exteriores a nuestra conciencia y como objetos inmanentes a nuestra conciencia (como imágenes). La mesa en la que escribo existe fuera de mí como objeto exterior, y existe en mí como imagen en la retina. Igual sucede con los sonidos: existen fuera de mí como objetos exteriores, y existen en mí como imagen acústica en el oído interno. Tenemos entonces dos parejas de relaciones: por una parte, la relación entre la palabra ‘mesa’ y la mesa en la que escribo en tanto objetos exteriores, y por otra parte, la relación entre la imagen acústica de la palabra ‘mesa’ y la imagen visual de la mesa en la que escribo (o la imagen conceptual de la mesa), en cuanto objetos inmanentes a la conciencia. Y sobre la base de esta distinción es obligado preguntarse: ¿cuál de esas dos relaciones provee al signo lingüístico de unidad? Saussure responde que la segunda relación, la existente entre la imagen acústica de la palabra ‘mesa’ y la imagen conceptual de la mesa. La otro opción, la concepción del signo lingüístico como la unidad externa entre la palabra ‘mesa’ y la mesa en la que escribo, da como resultado la concepción del lenguaje como nomenclatura. Pero nada de esto tiene que ver con la contradicción entre materialismo e idealismo.
En su mensaje del 07.01.03 Aldo dice: “Pero luego está el otro Saussure, el que parece de un realismo ingenuo cuando, para explicar su idea de que la relación significante-significado es “arbitraria”, dice que la prueba es que “el mismo objeto, buey, se dice ‘boeuf’ de un lado de la frontera, ‘buey’ del otro. Allí, parece que para él la existencia filosófica del ‘buey’ es completamente identificada e identificable con independencia de todo lenguaje. El buey es un buey, y las palabras que usamos para decirlo son meras etiquetas arbitrarias e independientes”.
Tres factores a distinguir. Creo que es necesario distinguir tres factores: el buey de carne y hueso, el nombre ‘buey’ y el concepto de buey. Hablemos en primer lugar del buey de carne y hueso. Para el ganadero existe como objeto de trabajo y como objeto de venta, para el carnicero existe como objeto de compra, como objeto de trabajo (cuando lo despieza) y como objeto de venta, y para el consumidor existe como objeto de compra, como objeto de trabajo (cuando lo cocina), y como objeto de consumo. Con esto quiero indicarles la importancia que tiene saber bajo que modalidad del ser estamos presentando al buey, puesto que tiene muchísimas. Y a nivel lingüístico el buey existe bajo dos formas: como objeto nombrado y como objeto significado. Supongo que cuando Aldo habla de “la existencia filosófica del buey” se está refiriendo al buey como objeto del concepto.
Necesidad y arbitrariedad. Debemos suponer que en las sociedades avanzadas todas las cosas tienen su nombre. Bajo este punto de vista podemos afirmar que es socialmente necesario que las cosas tengan nombre. Cuestión distinta es qué nombre debe de tener cada cosa. El hecho de que un mismo objeto, dependiendo de la nación en la que nos encontremos, tenga varios y distintos nombres, indica que el nombre de cada cosa es arbitrario.
Identificar y nominar. Los depredadores identifican con claridad a sus presas y, sin embargo, no tienen nombre para ninguna de ellas. En este sentido la identificación es posible sin el concurso del lenguaje, bastan con los órganos de los sentidos. Por una parte, el tigre tiene sus propios rasos de identidad y que nosotros percibimos con los sentidos, pero por otra parte, el hombre le añade un rasgo nuevo de identidad, un rasgo social de identidad, su nombre: ‘tigre’. Ahora la identificación del tigre incluye tanto la percepción como la nominación.
Identificar y concebir. Voy al diccionario y leo: “(el) Tigre (es un) mamífero carnicero muy feroz y de gran tamaño, parecido al gato en la figura”. Este concepto de tigre puede incluir algunos aspectos más, pero para nuestros fines basta con lo dicho. Todos los rasgos destacados en el contenido del concepto (mamífero, carnicero, feroz, de gran tamaño, y de parecida figura a la del gato) son rasgos de identidad del tigre. Ahora la identificación del tigre incluye la percepción del tigre, el nombre ‘tigre’ y el concepto de tigre.
Existencia y modos del ser. Creo que se confunde la existencia de una cosa con los modos del ser de la cosa. La mesa en la que escribo existe aunque yo me tape los ojos, no la oiga ni la palpe. Es decir, la existencia de la mesa no depende de que yo la perciba, represente o conciba. Ahora bien, desde que yo la veo, su modalidad del ser no es independiente de que yo la vea. De hecho existe bajo una modalidad del ser distinta para cada uno de los sentidos: como color para los ojos, como sonido para el oído, y como textura para el tacto. Por lo tanto, la existencia de la mesa es independiente de mi conciencia, pero sus modos del ser no lo son.
10 de enero de 2003.
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